Restaurar… la historia
Porsche devuelve a la vida el 959 con el que Jacky Ickx y Claude Brasseur terminaron segundos en el París-Dakar de 1986.
Si un vehículo es capaz de de atravesar 14.000 de desiertos y sabanas en África, está perfectamente ‘capacitado’ para competir en cualquier lugar del mundo: a finales de los sesenta, el 959 demostró sus capacidades desde la capital francesa a la senegalesa; aquella unidad a bordo de la que Ickx y Brasseur terminaron segundos, por detrás de los galos René Metge y Dominique Lemoyne, ganadores de la prueba con un coche gemelo, ha pasado por las expertas manos del equipo de ‘Patrimonio y Museo Porsche’ que, junto con ‘Porsche Classic’, han rematado una escrupulosa restauración del mítico modelo.
En aquel de 1986, en un escenario dominado por coches y camiones todoterreno, los tres 959 de Zuffenhausen… llamaron mucho la atención.
El tercero de ellos, en labores de ‘mochilero’, alcanzó la meta del Lago Rosa en sexta posición, con el entonces responsable del proyecto, Roland Kussmand, al volante, copilotado por Wolf-Hendrik Unger. Dos años necesitó el equipo de desarrollo para mutar el 959 en un coche de rallye: refuerzos en el chasis, amortiguadores dobles en el tren delantero y neumáticos todoterreno… entre otras modificaciones; dependiendo de las necesidades de motricidad, el diferencial central con control electrohidráulico, distribuye la potencia de forma variable entre los dos ejes de un coche capaz de alcanzar —ya entonces— los 210 por hora de punta.
Sobre la inexcusable idea de mantener la originalidad del coche, y habida cuenta que la base ya era buen, los restauradores han podido realizar su trabajo reemplazando la menor cantidad posible de piezas, conservando la mayoría de componentes originales.
Este restaurado 959, tiene alrededor de 18.000 kilómetros, resultado de sus participaciones en rallyes y de varias intensas jornadas de ensayos. Igual que su homólogo de serie, el vehículo de carreras monta el 6 cilindros ‘bóxer’ sobrealimentado por turbocompresores y refrigerado por aire/agua que, debido a la mala calidad del combustible suministrado entonces en la carrera africana, ‘sólo’ rendía 400 CV con, por descontado, tracción total.
Para hacer frente a la dureza del Dakar, los ingenieros decidieron reubicar las unidades del control del motor, colocándolos —para poder vadear ríos— en una posición más elevada; también se optimizó el sistema de refrigeración para su uso en competición y, para ahorrar ‘romana’, se optó —ya entonces, también entonces— por el uso de ‘kevlar’ en la carrocería, las puertas y el capó; consecuencia: 1.260 kilos de peso en vacío.
Durante el desmontaje para la restauración, los mecánicos encontraron arena y suciedad ‘atesoradas’ en el desierto africano… nunca se había desmontado completamente la carrocería: «Ha resultado fascinante, hoy podemos saber, por los restos de lodo encontrados en el interior del 959, que los pilotos habían cruzado ríos y que el agua llegó hasta el interior del coche», revela el restaurador y ‘arqueólogo automovilístico’ Kuno Werner. En lugar de repararse, se han conservado escrupulosamente las pequeñas áreas de corrosión que hay en algunos paneles de la carrocería, manteniéndolos en vez de repararlos, conservando así la pátina del tiempo… que habla, bien a las claras, de la historia del coche.