Diario de León

Y la música, a dos velas entre piratas

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La música, en lo que a negocio discográfico se refiere, mengua a velocidad de especie a extinguir. No digan el lince, digan el disco y acertarán con una especie antaño codiciada que servía para satisfacer los placeres más íntimos pero además era un elemento indispensable para los tímidos. Un disco podía salvar un día, una noche, una vida, una conversación.

El negocio ha bajado un 70 por ciento en ocho años. Ha perdido el 40 por ciento de empleo, y lejos de ser un reajuste las cosas dicen que van a peor.

Las ventas, que antes eran millonarias, ahora se tienen que conformar con superar las 100.000 copias vendidas, algo que era para abrir boca en los tiempos de vacas gordas. Solo Joaquín Sabina, Fito y los Fitipaldis y Alejandro Sanz pasan de esa ahora mítica cantidad. En estas cantidades, pese a la repercusión mediática de nombres que no hace falta mencionar, ni están ni se les espera.

Los representantes de las empresas discográficas lanzan la voz de alarma pero tienen la sensación de predicar en el desierto. Porque el problema no es de ahora sino que viene de lejos. Internet es la bestia negra que les ha dejado ya no sin su trozo de tarta, sino sin los cubiertos para poder hacerse con algún triangulito. El otro problema tiene también nombre propio: la piratería, tanto en la Red como en los top manta. El sector exige regulación para acabar con este desequilibrio y poder así proteger a los creadores.

Mientras, el público masivo parece absorto con los ojos puestos tan solamente en las múltiples plataformas en la que se puede adquirir música gratis. Y queda una minoría, que son como marcianos que compran discos en medio de un negocio selva y el sálvese quien pueda.

El panorama es desolador y, como los políticos siempre viajan en vagones por detrás de la realidad ciudadana, lo único que queda es esperar a que la solución llegue a tiempo, cuando aún sea posible rescatar la saludable afición de escuchar un disco por derecho, acercarse al concepto que a través de una docena de canciones el músico quiere contar, y todas esas costumbres y virtudes que hacen que la música sea un hecho cultural.

Por cierto, en el caso español hay más posibilidades de reparar la maquinaria discográfica porque somos ejemplo de pasarse las leyes, la protección intelectual y demás requisitos hasta el punto de ser considerados el paraíso de la piratería.

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