Diario de León
Publicado por
Ruth de andrés
León

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enóloga

El tempranillo es la uva nacional por antonomasia. Se extiende por toda la geografía ibérica, lo que incluye Portugal, y ninguna región por remota que sea puede escapar a su tremenda influencia. Es la uva por la que se nos conoce en el exterior, la que nos ha dado prestigio y la que conforma nuestra historia vitivinícola. Aunque realmente no es la más plantada. La más plantada en este país es la airén, una variedad de uva blanca considerada cuando menos sosa, poco aromática, poco ácida y poco sabrosa. Sin embargo, es fuerte y resistente a enfermedades, heladas, golpes de sol, sequías y además muy productiva. Todo ventajas, menos en lo referente a la calidad.

El nombre de tempranillo hace referencia a la maduración temprana de las uvas. Y seguramente ahí radica su éxito. Se adaptaba muy bien a cualquier zona y por eso su cultivo se ha extendido tanto. Una uva que madura un poco antes que las demás asegura una cosecha bastante regular cada año, unas uvas dulces y adecuadas para hacer vino. Hay que tener en cuenta que la viticultura de ahora, con todos sus avances y sus medios técnicos, no tiene nada que ver con la de hace siglos. El cultivo de la viña era una más de las tareas del campo y pocas cosas se podían hacer ante un granizo, un mal verano o un septiembre lluvioso; así que una uva que maduraba con facilidad y un poco antes que las demás era una garantía. Sin embargo, como en este país nos pueden las diferencias, en cada zona la llaman de una manera diferente y cada uno pugna con el vecino para demostrar que la suya es única. Y quizás algo sea verdad. Tempranillo es llamada cencibel en La Mancha, ull de llebre en Cataluña, tinta fina o tinta del país en Ribera del Duero, tinta de Toro en Toro, escobera y chinchillana en Extremadura, tinta Madrid en la zona de Madrid y tinta Roriz en Portugal. Por cierto que los americanos la llaman Valdepeñas. Seguramente el buen hombre que se llevó estas cepas la primera vez al otro continente sólo recordó el nombre del pueblo que visitó.

¿Por qué tantos nombre para una misma uva? Hay quien piensa que la evolución de la cepa en cada uno de esos climas y suelos ha hecho que se produzcan pequeñas diferencias en ellas, adaptaciones que se han sucedido a lo largo de los siglos y que han permitido a la planta sobrevivir mejor. Y seguramente es así. Pero también es verdad que cada variedad de uva, de manzano o de palmera crece y madura según sea el clima en el que se encuentra y el suelo del que se alimenta. Así que aunque la cepa sea la misma, es fácil de entender que las uvas crecidas bajo un sol de justicia manchego y sobre un suelo pobre y seco no pueden ser iguales que las crecidas en las fértiles orillas del Ebro riojano. Y por tanto, no podemos hacer los mismos vinos. Que se lo digan a los bordeleses y su universal cabernet sauvignon. Las condiciones de cultivo de Curicó en Chile no se parecen ni por asomo a las de Burdeos; y a los hechos nos remitimos cuando probamos los vinos. Nada que ver. La llamemos como la llamemos, lo cierto es que la tempranillo ha conseguido hacer un hueco a los vinos españoles a nivel mundial y nos regala vinos únicos cada año.

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