Cerrar

Tres años en el cielo

El aviador leonés Lisardo Pérez Meléndez, nacido en Valle de las Casas en 1906, testigo y protagonista de una etapa heroica de la aviación española

Publicado por
vicente pueyo
León

Creado:

Actualizado:

Lisardo Pérez Meléndez había nacido en Valle de las Casas el mismo año que este periódico: 15 de abril de 1906. Era hijo de Marcelino y Petra y se casó con Gloria Marina Valcarce García, natural de Santa María de Ordás. Tuvieron cinco hijos: Carmina, Lisardo, Mercedes, Miguel Ángel y José Horacio. Su hijo homónimo, Lisardo, nacido en León en 1937 mientras su padre volaba de Olmedo a Alfaro, se ha encargado de recopilar, con tanto amor filial como paciencia, una completa documentación sobre la extraordinaria peripecia vital de su padre: «Un hombre distinguido, inteligente e íntegro que se hizo a sí mismo; un magnífico profesional, disciplinado y ordenado, un trabajador infatigable con conocimientos y habilidades que le facultaban para cualquier tipo de tarea». La búsqueda en este periódico de una de las muchas fotografías que ha incorporado a la historia paterna -concretamente la del viaje del torero Manolete a León el 5 de mayo de 1945 en el Junker que pilotaba Lisardo- es el origen de este reportaje mediante el que se acerca a sus paisanos a un personaje con una trayectoria tan discreta como admirable.

Desde que consiguió el título de piloto militar en la Escuela de Albacete, en 1930, hasta su fallecimiento el 15 de junio de 1970, cada día en la vida de Lisardo Pérez estuvo vinculada a su pasión: la aviación. Sin que pudiera disfrutar de un retiro muy merecido, su buena estrella, que siempre le acompañó, se apagó apenas seis meses después de que recibiera, junto a otros seis pilotos, el homenaje de la Asociación Sindical de Pilotos de Líneas Aéreas, como integrantes de la primera generación de pilotos civiles a quienes la edad les obligaba a bajar a tierra. Se trataba de los comandantes Fernando Rein Loring, Manuel Presa Alonso, Leopoldo García Amor, Manuel Cominges, Luis Guil Valverde y José Sastre que, junto a Lisardo Pérez, a Teodosio Pombo y José Ansaldo, marcaron toda una etapa heroica de la aviación española.

Los primeros años como piloto de Lisardo coincidieron también con su noviazgo con «Glorina», la que sería su mujer, quien, en diferentes ocasiones, tuvo el extraordinario privilegio de asistir con emoción a las evoluciones de su prometido sobre el cielo de Sabero donde residía. Finalizadas las piruetas con el aparato, arrojaba una carta sobre la huerta que la orgullosa novia se apresuraba a recoger. Testimonios recogidos por Lisardo, el hijo del aviador, señalan que en una ocasión el entonces secretario del Ayuntamiento, Germán, padre de Glorina, un tanto asustado, le dijo a su hija: «dile a ese que si quiere matarse que, por favor, lo haga en su pueblo». Al principio de la guerra utilizó este mismo sistema para comunicarse con su novia volando sobre Santa María de Ordás; vuelos que aprovechaba para facilitar información sobre la situación de los frentes de guerra e incluso para hacer entrega de algún encargo como zapatos, etcétera.

A sus 19 años, -el 1 de julio de 1925- Lisardo ingresó en Aviación comenzando un largo periplo que fue forjando una vocación firme y decidida. Su primer título fue el de mecánico de Aviación, armero y montador de aeroplano, obtenido en 1926 en Cuatro Vientos. En Albacete consiguió el título de piloto elemental y, un año después, en la Escuela de Transformación de Guadalajara, el de piloto de aviación de guerra. En 1937, en plena guerra, se capacitó como piloto de vuelos sin visibilidad y nocturno en el aeródromo de Olmedo y con pilotos alemanes. Ya en los compases finales de la contienda se le otorgó el título de «piloto alemán» y el de profesor de vuelos sin visibilidad en la Escuela de Salamanca. Su densa trayectoria militar se cerró en noviembre de 1960 cuando fue nombrado coronel del Arma de Aviación.

Entre sus numerosos destinos no faltó el aeródromo de La Virgen del Camino. Allí estuvo, incorporado al Grupo Havillan, entre julio de 1928 y marzo de 1929. Ya con el título de piloto de avión de guerra se encuentra de nuevo en L eón -entre julio de 1936 y marzo de 1937- en el Grupo 22 de León y en la 1ª escuadrilla del Grupo Breguet. Tetuán y Larache, Getafe, Los Alcázares, Matacán, Olmedo, Zaragoza... fueron otros de sus destinos durante los años de la guerra en los que se puso a prueba el temple del piloto leonés. Se encontraba a las órdenes del comadante Julián Rubio, en el aeródromo de La Virgen del Camino, cuando comenzaron las primeras operaciones aéreas de la guerra civil.

Causa asombro la actividad llevada a cabo en los años de la contienda: 339 servicios de guerra, entre ellos diez ataques de caza, y 81 con ataque antiaéreo. En total, 559 horas de vuelo en todo tipo de modelos: Avro 504 K, De Havilland, Hidroavión dornier, Breguet XIX, Dragón, Fokker, Heinkel, Junker, DC-4... Y aún más increíble es que saliera indemne después de participar en tantas operaciones: la toma de Somosierra, la liberación de Oviedo, frente de Andalucía, Pozo Blanco, Brunete, Belchite, Teruel, frente de Aragón, Valle de la Serena, operaciones en el Ebro, frente de Cataluña, Extremadura... Podría pensarse que se cumplió el vaticinio de una misteriosa mujer que un día, antes de un servicio nocturno y mientras tomaba un café, se le acercó y le entregó una estampa de la Virgen asegurándole que mientras la llevara consigo no sufriría percance alguno. No cabe duda de que su extraordinaria pericia contribuiría también a esa fortuna cotidiana pero, como creyente que era, es comprensible que se cuidara de no perder ese amuleto.

Hombre metódico y ordenado, para la posteridad queda lo reflejado en los cuadernos de navegación q ue sus hijos conservan con esmero. Otra cosa que el aviador leonés no dejó anotada sino que se llevó a la tumba son los sentimientos encontrados que sin duda atenazarían tantas veces a un militar de primera línea, a un hombre de bien que veía desde lo alto desangrarse a su propio país.

Cargando contenidos...