Diario de León

Tocada por las musas

La que fue capital del Bierzo, durante un tiempo del siglo XIX, es la cuna para escritores y poetas, fotógrafos e incluso banqueros

Publicado por
Manuel Cuenya
León

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Hace unos días me fui a dar un garbeo por Villafranca, en busca quizá de algún espíritu literario, porque acaso, ay, ya sólo quedan espíritus, almas errabundas, en esta monumental villa, que llegó a ser capital del Bierzo durante un tiempo en el siglo XIX, y tal vez la villa más importante y poblada de esta singular comarca leonesa, que con el paso de los años ha ido perdiendo fuelle, lo cual que nos entristece. Cómo un lugar tan hermoso y que tantas glorias ha nacido y dado, se ha venido abajo con el paso del tiempo. Un tiempo devorador y asesino, que ha hecho mella en este pueblo decadente aunque tocado por la varita mágica de las musas, de lo contrario no se explica que sea cuna de tantos y tan buenos artistas, escritores y poetas como Pereira, Mestre, Gilberto Núñez Ursinos, Ramón Carnicer, Llano y Ovalle; fotógrafos como Robés o Cela, banqueros como Policarpo Herrero y algún que otro vividor, incluidos los personajes pintorescos, como Perjuicios o Pedro Mamparo. Por citar sólo a algunos.

Mamparo era un tipo que decía hablar francés -”aunque se lo inventara y chapurreara, nomás-” y que salía de casa, trajeado, a pasear a su cerdo por el jardín o Alameda, según me dijera Santiago Castelao, otro ilustre de Villafranca.

A decir verdad, fue puro azar que diera con Santiago Castelo porque -”si bien sabía de él, incluso siempre he tenido ganas de conocerlo-” no se me había ocurrido que pudiera verlo en Villafranca. Ni siquiera me daba cuenta de que podía vivir en esta villa, situada en la confluencia entre los ríos Burbia y Valcarce.

Al preguntarle a una chica -”qué bueno es preguntar-” por el legendario barrio de La Cábila -”el barrio de Antonio Pereira, léase Cuentos de La Cábila, y en concreto Un chico de La Cábila -”, ella me dijo que si quería saber la historia de este sitio, se lo dijera a Santiago. ¡Santiago, no será Castelao!, se me iluminó la neurona. «Sí, este mismo», debió responder o respondió ella, que me acompañó en su búsqueda. Muy amable la chica. Si alguna vez nos reencontramos, prometo darte las gracias.

Y allí que me presenté, en la ferretería del señor Castelao, el padre de Santiago, que en tiempos fuera el negocio del maestro Pereira. «Qué suerte -”dijo mi cicerone-” está Santiago». Pues, sí, allí estaban Santiago y sus padres, ah, y un «viajante» de Galicia, que se quedó como impresionado de que un ferretero, como Santiago, fuera además escritor y fotógrafo. Un artista, o sea.

Me presenté -”al decirle mi nombre, él me identificó de inmediato, -˜sí, te he leído-™-”, y aunque nos viéramos por primera vez, nos saludamos y hablamos sobre varios temas, en una conversación breve pero harto sustanciosa, sobre todo porque Santiago Castelao se mostró abierto, hospitalario y transparente (algo que me sorprendió).

«Esta era la ferretería de Antonio Pereira», comenzó diciéndome. «Y el nombre de La Cábila es por los moros, que estuvieron aquí, ya en 1934», lo que asintió su madre. «Incluso había una cárcel, en tiempos en que Villafranca fuera Partido Judicial... Los cabileños siempre fuimos obreros, mientras que al otro lado del río vivían los señoritos». El Otro Lado, le dicen los villafranquinos y así le decía también el maestro Pereira, que ahora reposa en el cementerio antiguo, al lado de la iglesia de Santiago, de la villa.

La primera vez que supe de Santiago Castelao fue a través de su Refranero berciano , que me sirvió para familiarizarme más y mejor con los refranes que, a lo largo de la vida, me ha ido contando mi madre, y que incluí en Las edades del Bierzo.

Alumno de matemáticas y de francés del tristemente desaparecido Gilberto Núñez Ursinos, cuya verdadera compañía era la de su gato Parsifal -”como también nos recuerda el gran Mestre-”, Santiago Castelao es un buen conocedor de la historia de la prensa berciana y un experto en castaños, de ahí su obra, Castaños monumentales del Bierzo , con espléndidas fotografías, hechas por él mismo. «Zarampalladas», suelta él, como si no fueran importantes estas labores. La breve charla aún nos dio para hablar sobre alguna película que se rodó en Villafranca como El bordón y la estrella , de Klimovsky. Una cinta, al parecer difícil de conseguir, según me dice Santiago, y en la que intervino el Perjuicios. O El alcalde de Zalamea -”alguna versión, supongo-” que se filmó en las pallozas de Paradaseca, población relativamente cercana a Villafranca.

La visita a la «pequeña Compostela» -”donde se puede ganar el Jubileo, ahora que es Año Santo-”, y perla del Bierzo, con Puerta del Perdón y pulpo y callos para aguantar el Camino, continuó hacia el otro lado del río, donde se halla la primera conservera berciana, Ledo -”bueno, lo que queda de ella, una chimenea donde figura inscrita la marca y un edificio que no puede visitar por estar cerrado-”.

En el trayecto hacia Ledo, me encontré, también por casualidad, con el fotógrafo Robés, quien me dijo que lo avisara para que otro día, con tiempo, pudiera acompañarme a visitar esta cuna conservera. Si es que todas son amabilidades en esta villa donde también vive otro grande, el compositor y músico Cristóbal Halffter. Confieso que siempre me ha llamado la atención que uno pueda vivir en un castillo. Y Halffter lo ha conseguido.

Espero volver a la «paloma del Bierzo y cuna del sabio benedictino P. Sarmiento» (según el Llano y Ovalle de Flores del Bierzo), una y otra vez, para sentir, tal vez, la inspiración lírica que procura o puede procurar un paseo por esta tierra encantada por viñedos y los magníficos vinos de sus numerosas bodegas y cooperativas, cuyo origen se remonta al año 1070, cuando los monjes de Cluny levantaron un monasterio (hoy ocupado por La Colegiata) para servir de apoyo a los peregrinos que se dirigían a Compostela.

«En la ciudad hay dos zonas separadas por el río y la mía era la más populista y menestral, aunque en ella se encontraran algunas excepciones de fuste.» ( Cuentos de la Cábila , Antonio Pereira)

Gil y Carrasco

En un casi inevitable recorrido por la sombría y blasonada Calle del Agua, la rúa o madre de calles, como dijera el poeta Ángel Fierro, que es un monumento en sí mismo ( donde se encuentran numerosas casas solariegas y palacios abrumados de escudos. Los Toledo, los Osorio, los Pimentel ), me topo con la casa donde nació y Carrasco, e ilustrado berciano, viajero y romántico, que escribió, entre otras, una de las mejores novelas españolas del Romanticismo, El señor de Bembibre , emitida en televisión, llevada a la radio, adaptada al teatro en varias ocasiones, entre otros por el grupo berciano Conde Gatón, liderado por Ovidio Lucio Blanco, y que ahora pretende llevar al cine el amigo Valentín Carrera. Grande y atrevida ambición la tuya, estimado Valentín, que espero logres realizar... y la veamos. Hay una versión cinematográfica de esta novela, hecha por José Luis Cuerda, que no he visto.

La figura de Gil y Carrasco, tal como nos cuenta Valentín Carrera en su Viaje interior por la Provincia del Bierzo , resulta controvertida y a la vez fascinante. Dice Carrera que Gil y Carrasco, quien también hizo su viaje interior, es modelo e inspiración de sus propios viajes. Pues nuestro escritor romántico fue un viajero ilustrado como Jovellanos o Borrow.

Amigo de Zorrilla, Larra y Espronceda -”este último le ayudó a conseguir un puesto de ayudante en la Biblioteca Nacional-”, Gil y Carrasco fue, como su poeta protector: que es mi barco mi tesoro, que es mi dios la libertad , un progresista y agnóstico. Tísico y diplomático, quizá masón, homosexual y templario, Gil pudo vivir incluso de sus colaboraciones periodísticas pues escribió, en su corta existencia, un centenar de artículos de crítica literaria y teatral en varios periódicos y revistas, además de relatos de viajeros, o el conocido Bosquejo de un viaje a una provincia del interior , que sirve de inspiración tanto a Valentín Carrera como a Raúl Guerra Garrido, quien también escribió Viaje a una provincia interior. El Bierzo.

En Berlín -”donde murió y se enterró a nuestro romántico-” entabló amistad, incluso una afectividad más allá de lo diplomático, con el científico y explorador Alexander Von Humboldt. «¡Qué hermoso: morir en Berlín sin olor a sacristía!», escribe Carrera en Viaje interior por la provincia del Bierzo.

Aunque los restos de Gil y Carrasco no pudieron identificarse en Berlín, una embajada berciana dice haber rescatado sus «cenizas», que ahora figuran como depositadas en la iglesia villafranquina de San Francisco (Aquí yace Gil y Carrasco). El olor a clarigalla, en todo caso, no debe ser obstáculo para visitar la villa franca del Bierzo, la ciudad de los poetas, donde a principios de marzo de este año hubo un Encuentro de poetas, entre ellos, Eloísa Otero, Carmen Busmayor, Ester Folgueral, Ángeles Basanta, Rafa Saravia, Ángel Fierro, Alonso Ares, Artigue y Rodríguez Tobal. Y que siga rulando la fiesta de la poesía, porque el pasado año la echamos en falta.

* La Puerta del Perdón, aparte de la conocida puerta de la iglesia de Santiago, es también un restaurante al lado del Castillo.

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