Vivir como un emperador romano
El Parador de Mérida recoge partes de toda la historia de una ciudad Patrimonio de la Humanidad
Avalada por un conjunto arquitectónico declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1993, enriquecida por la travesía de los ríos Guadiana y Albarregas y rodeada por un entorno natural de espectacular belleza, la capital extremeña cuenta con un legado histórico que reúne lo mejor del arte prerromano, romano, visigodo y árabe de la zona. Uno de los edificios que recoge partes de toda su historia y hace retroceder a los tiempos de Augusto es el Parador de Mérida.
Para disfrutar al máximo de una ciudad como Mérida, en la que aún se perciben las vivencias de los soldados del ejército romano, los bárbaros, los visigodos, los mozárabes y los cristianos que moraron en ella, resulta imprescindible alojarse en un lugar que respire su misma historia: Un lugar como su Parador.
Situado en pleno centro de la ciudad y asentado sobre lo que probablemente fue el Templo de la Concordia del emperador Augusto en la época romana, el edificio inaugurado en 1933 por el Gobierno de la República, conserva zonas históricas que actúan como testigos fieles de su noble pasado. Sus elementos mudéjares, romanos y visigóticos conviven en armonía con el mobiliario más moderno y las más cómodas instalaciones.
Se trata de un espacio que no sólo concuerda a la perfección con la esencia de la ciudad sino que también hace las delicias de sus clientes. Así lo demuestra el reciente reconocimiento de Hotel Muy Limpio concedido por los usuarios del portal líder en el mercado internacional de reservas hoteleras, www. venere.com . Un premio a la constancia y la dedicación del personal del parador, que cuida cada detalle y busca la excelencia en todo aquello que tenga que ver con el cuidado del espacio y el disfrute de los huéspedes.
Ofertas que hacen historia
Gracias a su situación en pleno centro urbano, el Parador de Mérida ofrece al visitante la posibilidad de moverse a pie por la ciudad, como sus antiguos moradores, para disfrutar de joyas arquitectónicas como el Teatro y anfiteatro romanos, el Arco de Trajano, el Museo de Arte Visigodo o el Templo de Diana, entre otros. Además, gracias a su proximidad con la A-5 y la N-630, permite hacer excursiones a lugares cercanos como Alange, donde se puede visitar un balneario romano; el Dolmen de Lácara, a sólo 34 km de Mérida; o Cornalbo y Proserpina, lugares con embalses y presas romanas.
El lujo y el confort de sus instalaciones se hace más atractivo gracias a ofertas como la -˜Tarifa Única de Paradores-™, que brinda la posibilidad de alojarse en el hotel a partir de 70 euros por noche.
Si lo que se quiere es comer como un emperador, el parador tiene propuestas autóctonas entre las que destaca El Arte Breve de Cocina, una combinación de gastronomía e historia con los productos más selectos de la región. Bajo la denominación de La Emérita Augusta Culinaria y por menos de 30 euros, el menú ofrece platos como casquería de cordero guisada, criadillas y cardillos confitados, queso cremoso, puntas de espárragos, perdiz con trufa o castañas asadas. Un menú que se puede degustar, además, con un 15% de descuento si se hace uso de la promoción -˜Un alto en el Camino de los Mil Sabores-™, que se puede utilizar si el de Mérida está en la ruta de regreso a casa desde cualquier otro parador.
Un parador con solera
El de Mérida es, después del de Gredos, el parador con más historia de toda la Red de Paradores. El motivo de su construcción fue el alojamiento de los viajeros de la exposición iberoamericana de Sevilla de 1929, para lo que el estado no escatimó en gastos. No obstante, no fue inaugurado hasta cuatro años más tarde, coincidiendo con la primera edición del Festival de Teatro Clásico de Mérida, que hoy continúa celebrándose. El Marqués de la Vega Inclán (uno de los ideólogos de Paradores) eligió Mérida por su ubicación e innegable atractivo monumental, inclinándose por el antiguo Convento Hospital de los Ermitaños de Jesús o de los Hospitalarios, atendido por los franciscanos mendicantes de esa orden.
En 1725 se inició la construcción de un pequeño edificio dedicado a Hospital, asentado sobre los restos romanos del foro emeritense y de una iglesia visigoda totalmente arrasada. Se levantó según los cánones del barroco del XVII con una capilla aneja, una enfermería, celdas y anchos corredores, dispuestos en torno a un amplio patio central de planta cuadrada, donde se reaprovecharon los restos constructivos romanos y visigodos. En la huerta conventual los monjes instalaron un famosísimo Jardín de Antigüedades y tan abundantes fueron los hallazgos del subsuelo que buena parte del edifico se levantó reaprovechando materiales antiguos y otros procedentes de la extinguida iglesia de Santiago, cuya plaza fue expresamente excavada con esa finalidad.