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León

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En los últimos meses se ha dado una polémica que bien podría titularse, en un ejercicio de surrealismo automático, Tiramisú de limón . Juan Carlos Rodríguez Ibarra, al menos en tres ocasiones, en las páginas de El País , en la Cadena Ser y en el programa de Jordí Évole, Salvados , intentaba desplegar una teoría que se mezclaba con las descargas, legales e ilegales, en las que, al menos, pecaba de imprudencia. Porque para poner orden en tal farragoso tema ponía un ejemplo simplista como era el de cuántas canciones le podían gustar del último disco de Joaquín Sabina. Venía a decir que a él le encantaba Sabina, pero que de su actual trabajo sólo le gustaba Tiramisú de Limón , y que porqué tenía que comprarse todo el disco.

Joaquín Sabina, clarividente, afirmaba en La Sexta algo así como que a «Ibarra le gusta mucho el maestro, pero parece que no quiere que cobre por su trabajo».

Al margen de los detalles técnicos de la venta online y demás (que puede que, en su seguridad jurídica, control y respeto por parte de todas las partes del negocio, esté la madre del cordero), esta opinión, seguro que compartida por muchos, obvia varios aspectos.

Respuestas

Uno, lo exponía Javier Krahe en Diario de León esta semana que acaba. Así salía publicado:

Entonces, ¿usted qué opina de las posturas simplistas como la de Juan Carlos Rodríguez Ibarra que dice que él solo quiere «Tiramisú de limón», del último de Sabina, y que no quiere pagar las otras canciones?

-”Lo que le pasa a Rodríguez Ibarra es que habla de dinero y de que no quiere pagar. Yo le diría que se comprara el disco entero pero que solo escuchara la que le gusta. Y que si le parece caro, pues que no se lo compre. El maestro Krahe ponía así el dedo en la llaga al explicar que cuando alguien va a comprar algo a una tienda, no le discute el precio, y menos se intenta buscar los subterfugios más insospechados para que lo lleven a la gratuidad frente a lo que vale.

El otro apartado, más inmaterial pero no menos importante, ya que hablamos de arte, se ha de centrar en el concepto creativo de los discos. Ariel Rot también explicaba a este periódico que él seguía pensando los discos como un todo. Incluso, como antaño, con sus caras A y B.

El propio Juan Carlos Rodríguez Ibarra caía en su propia trampa y confesaba que al final una hija le había regalado el disco y que ya le gustaban más el resto de canciones. De eso se trataba.

A esta Mandrágora, estaba claro desde el principio, también le falta Alberto Pérez...

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