La leyenda de Los Ramones continúa
Marky Ramone rescata el espíritu escénico de la banda de rock y lo llevará a los locales más underground de España
Como aquella huella perdurable sobre la que incidía Marina Mayoral en su novela Recóndita armonía , las canciones son una autopista a la eternidad. Los Ramones se empeñaban en descargar en dos minutos una de las más genuinas muestras del rock and roll actitud que al final ha quedado en la memoria colectiva.
De esta banda de hermanos no carnales hay de todo. Camisetas históricas, como imágenes icónicas que nunca fallan, en la superficie, y un repertorio trepidante que aún resuena en las emisoras de todo el mundo como resorte energético ineludible. Los Ramones están ahí, en cualquier estantería de cualquier coleccionista o no. Y sus hits darían para una lista de grandes éxitos en la que el único remite respondería al nombre de la emblemática banda neoyorka.
Como siempre, en Cultura Rápida, hubo un tiempo... Hubo un tiempo en el que Los Ramones, víctimas de su propia popularidad, eran sometidos a los filtros de la inteligencia crítica y selectiva. Los Ramones conseguían ser protas de la escena underground a la par que eran rescatados por las altavocías más comerciales. Salían ilesos de ambos registros.
El tiempo actual, ese que consiste en, sin más, tomar uno de sus discos y volver a hacerlo sonar, les da la razón. Nunca ha habido un escenario tan de emergencia como el actual para la cultura. Puede que a muchas de las compañías actuales si se les preguntara por un producto tan eficaz como inmediato, tan bien explicado con una sola foto como confirmado por una de sus canciones, dirían que, por favor, que pasen Los Ramones.
Ahora Marky Ramone, batería no original pero que cubrió la mayoría de los años dorados de la banda, rescata el espíritu escénico y lo pone al servicio de su público español en una gira que le llevará por locales tan underground como responsables con lo que ha de ser el rock. Por ejemplo, en la mítica sala madrileña Gruta 77.
Dos días para ver a Marky, junto con otras capitales españolas. Aquí están los recuerdos sin nostalgia, y el repertorio incontestable de Los Ramones al grito de: Hey, ho, let's go!.