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Publicado por
Ruth de andrés
León

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enóloga

Sabíamos de las propiedades saludables del vino desde hace años o quizás siglos, siempre que sea consumido con moderación. Así pues, hace tiempo que ya no nos extrañamos si los médicos nos prescriben un par de copas de vino tinto al día. Y hasta incluso nos parece de lo más normal.

La paradoja francesa puso en evidencia allá por lo años 90 los efectos protectores del vino tinto contra las enfermedades cardiovasculares. Esta paradoja francesa fue sólo un estudio estadístico que abrió las puertas a investigaciones con el vino como protagonista.

Como resultado de este interés, al cabo de años comenzaron a ver la luz los más insospechados estudios sobre los efectos positivos del vino sobre nuestro organismo. Quizás por la dimensión y la gravedad que representa, los hallazgos relacionados con el cáncer hayan sido los de mayor repercusión en la sociedad.

En efecto, muchos experimentos recientes han relacionado el consumo moderado de vino tinto con una menor incidencia de determinados cánceres incluso con una mayor lentitud en su propagación.

Sin embargo hasta ahora, nadie había conseguido hallar cuales eran las vías metabólicas que producían semejante efecto en nuestro organismo. Se sospechaba que los polifenoles del vino tinto eran responsables de estos beneficios; ahora conocemos exactamente cual es su papel y como actúan.

La ruta de señalización celular SphK1/S1P está implicada en la formación y progresión de determinados cánceres, como el de próstata. Un equipo francés de investigación bioquímica lleva años dedicado al estudio de esta ruta y ha probado el efecto de los antioxidantes del vino y del té verde en este proceso biológico.

Así han encontrado que los polifenoles provenientes del té verde y del vino tinto disminuyen la progresión de células cancerígenas no sólo en condiciones in vitro, sino también in vivo, inhibiendo esta ruta de señalización de nombre difícilmente recordable.

Los investigadores han trabajado con ratones genéticamente modificados para desarrollar el cáncer de próstata. Pues bien, los ratones con esta vía inhibida o tratados con polifenoles de vino tinto o de té verde han visto los tumores reducidos en relación con los ratones no tratados. Así pues se ha demostrado que nuestro querido resveratrol, el polifenol más famoso del vino tinto, tiene la virtud de inhabilitar esta temible ruta.

Este experimento no sólo aporta una explicación convincente a las ventajas del consumo moderado del vino tinto, sino que también abre la vía a la investigación de nuevos fármacos. Podrían crearse, gracias a estos recientes descubrimientos, medicamentos con estructuras similares a estos compuestos, que sabemos inhiben las rutas responsables de la formación y progresión de cánceres, esperando que actúen de manera similar.

Decía Pasteur que había más sabiduría en una copa de vino que en muchos libros. Ahora tendremos que añadir que también hay más salud en dos copas de vino que en muchos cócteles de medicamentos.