Diario de León

Ella baila muy bien sola

Tras su divorcio de Jaime de Marichalar, la infanta Elena se acerca al perfil de una mujer más independiente y moderna

Publicado por
Arantxa Furundarena
León

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En barrera. Así le gusta ver los toros a la infanta Elena. En esa primera fila desde la que se vive en directo el trasiego del callejón y se escucha el crujir de los capotes. Allí estaba, en la barrera del 10, el pasado 25 de mayo, cuando El Juli le brindó su primer toro, durante la tradicional Corrida de la Asociación de la Prensa de Madrid celebrada en Las Ventas.

La primogénita de los Reyes nunca ha disimulado su vocación taurina. En eso, y en otras muchas cosas, dicen, ha salido a su padre. Elena en realidad no es dada a los disimulos. Ella se muestra tal cual. Muy Borbón. Por eso en el paseíllo que ejecutó limpiamente el pasado sábado en la boda de Victoria de Suecia, con esa chaquetilla torera de lo más goyesca y esa falda color fucsia con cuyos vuelos podría haber cuajado una verónica, no había afectación ni puesta en escena; sólo la naturalidad de una aficionada dispuesta a defender la fiesta brava, aquí y en Estocolmo.

El resultado es que, con tan vistoso atuendo, doña Elena ha logrado una, quizá involuntaria, triple carambola. Uno: asombrar al respetable. Dos: hacer patria a su manera. Y tres: colocarse en cabeza en la lista de las más elegantes de la boda. ¿Pero no era Jaime de Marichalar, su ex marido y Pigmalión del estilismo, el auténtico y único responsable de aquellos looks espectaculares, caros y sofisticados con los que nos ha epatado durante años Elena? Lo era. Lo fue, al menos, por un tiempo. Y todo apuntaba a que una vez separada de él, la infanta volvería a echar mano de un previsible y aburrido fondo de armario. Pero ni la moda ni la voluntad de una mujer han sido nunca ciencias exactas

A tiro fijo

«Ella no es de las que disfruta inventándose estilismos. A la hora de vestir prefiere que se lo resuelvan, ir a tiro fijo», explica la periodista Carmen Duerto, autora de una biografía titulada La Infanta Elena. La reina que pudo ser . «En el caso de la boda sueca -”prosigue-”, acudió a Lorenzo Caprile, el autor del traje de novia de su hermana Cristina. Caprile es un valor seguro, amigo desde hace años de doña Cristina. Y conoce muy bien a las infantas». Podría decirse que, a falta de un experto asesor en alta costura internacional, Elena de Borbón ha regresado a sus clásicos. Aún así, hace falta determinación y seguridad en una misma para lucir una chaquetilla torera en la corte escandinava.

Igual que cuando deslumbró en la boda de su hermana con una pamela de tamaño descomunal o aquella vez que, muy torera, se echó al hombro una enorme bandera de España, se vistió de rojo y amarillo en camiseta, cinturón, pendientes, pulsera y hasta llavero y, calzada con unas cómodas alpargatas, se fue a animar a la selección española de fútbol como una forofa más.

Porque Elena María Isabel Dominica de Silos es probablemente la más cañí de toda la Familia Real. Y a sus 46 años, cuando cree firmemente en algo, y siempre que no contradiga su papel institucional, no duda en ponerse el mundo por montera.

La pregunta sería si eso es exactamente lo que está haciendo, ponerse el mundo por montera, desde que firmó el divorcio con Jaime de Marichalar, el pasado 25 de noviembre. «No. Simplemente, se está adaptando bien a su nueva vida», responden los que la conocen.

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