Diario de León

La otra Chureca

El continuo escarbar en los detritus de la familia Thyssen nos sitúa al borde mismo del vertedero mediático

Publicado por
Arantxa Furundarena
León

Creado:

Actualizado:

Creo que éramos muchos, muchísimos (tal vez fuéramos una nación; habrá que preguntarle a Montilla) los que el otro día al contemplar un reportaje televisivo sobre un vertedero de basura en Nicaragua y los miserables seres que pululaban en él nos echábamos las manos a la cabeza con un ¡Oooh!, un ¡Aaaaag!, e incluso un ¡Dios mío, qué horror. No puede ser!

Ahí estaban esas pobres gentes (así, en plural, como llama Julio Iglesias a la gente cuando no pertenece a su clase) malviviendo entre la basura, de la basura y por la basura. Algunos habían llegado de pueblos remotos buscando un futuro mejor (¿Mejor? ¿Acaso habían conocido algo peor que aquello?) y, ya una vez allí, se sentían incapaces de marcharse, como si esa gigantesca montaña de inmundicia los hubiera atrapado para siempre con su pegajoso pringue. «No es fácil escapar de la Chureca», nos informaba la reportera desplazada al lugar, mientras la cámara mostraba cómo un heterogéneo grupo formado por hombres, mujeres, niños y ancianos se sumergía una y otra vez en la mugre, removiendo detritus, hurgando entre la cochambre en busca de algo que llevarse a la boca o que malvender más tarde en sabe dios qué siniestro mercadillo. Estábamos ya a punto de llorar o de cambiar de canal, cuando se nos informó de que, gracias a un proyecto de remodelación en el que también participa el Gobierno español, pronto el vertedero de la Chureca se convertirá en zona verde y la mala vida de sus habitantes será reciclada en una existencia digna.

En la televisión

Esa misma noche, éramos muchos, muchísimos, tal vez fuéramos una nación, los que nos asomamos de nuevo a la pequeña pantalla para contemplar con interés un programa especial sobre las tribulaciones de Tita Cervera. Ahí estábamos estas pobres gentes (hombres, mujeres, ancianos. Y también niños, porque en verano se van muy tarde a la cama) asistiendo una vez más al espectáculo de ver remover excrementos y detritus. En este caso, los de los Thyssen, cuyo principal atractivo mediático consiste en que la madre y el hijo no se miran a la cara (él podría incluso demandarla por un asunto de herencia). Algunos estaban llegando muy lejos... El hedor de la basura inundaba salones y comedores.

Nos encontrábamos al borde mismo del vertedero. Pero éramos incapaces de migrar, como si aquella gigantesca montaña de inmundicia nos hubiera atrapado para siempre con su pegajoso pringue. «No es fácil escapar de la Chureca», recordé. Y quizá hasta estuve a punto de llorar o de cambiar de canal, pero no escuché ninguna voz que informara de que, gracias a un plan de remodelación en el que participa el Gobierno español, ese otro vertedero también se convertirá pronto en zona verde y la mala vida de sus habitantes será reciclada en una existencia más digna.

tracking