Ciclón Lomana
¿Pija? Sí, pero es que tampoco va de lo contrario. ¿Rica? Pues no parece que tenga deudas. ¿Lista? Mucho. Tres tópicos sobre Carmen Lomana desmontados por ella misma durante un largo encuentro en su piso de Madrid. Esta dama de la alta sociedad
Lo más probable era obtener un «no» por respuesta. Las damas de la alta sociedad no conceden entrevistas, no opinan y mucho menos destripan su pasado. Quizá por aquello de que el misterio mantiene al personaje. Pero Carmen Lomana accedió «con orgullo leonés». Fijamos la cita después de varias conversaciones telefónicas que sugerían un encuentro atípico: su tono a través del móvil proyectaba un rollo entre excéntrico y colegui . Su vertiginoso ritmo de vida obliga a conversar por fases, así que pasó casi una semana hasta que el encuentro se produjo en su lujosa residencia madrileña. El excesivo calor de la capital hizo de aliado, puesto que la cita estaba prevista en un conocido café cercano a su vivienda. Pero una jornada agotadora de grabación en el circuito del Jarama para su reality la dejó «aplatanada» y decidió citarnos en su refrescante piso de la calle de Fortuny, que para quien no lo sepa es un micromundo dentro de la capital en el que viven unos pocos privilegiados, puesto que los palacetes y edificios están ocupados por bancos, grandes empresas y algunos de los negocios más chic de la ciudad.
Siete de la tarde. Llega en su Jaguar con puntualidad británica. No sale hasta que Wilson le abre la puerta. También para quien no lo sepa, Wilson es el empleado de servicio más mediático del momento. Su nombre sale repetidamente en los zoom televisivos cuando cazan a la Lomana mediática saliendo de algún sarao y reclamando por teléfono la presencia de su chófer-mayordomo.
Refinada, sensual
Es mucho más alta y delgada de lo que uno imagina. Refinada y sensual. Lleva el rostro camuflado bajo unas grandes gafas de sol y una fina capa de maquillaje, viste un sencillo vestido blanco de algodón comprado en Zara y calza sandalias sin tacón, además de llevar un bolso de esos que se lucen en los exclusivos escaparates madrileños de 50 metros cuadrados y cuestan más de un sueldo mileurista. Entre las joyas destaca un vistoso collar de perlas y un rólex de oro. Pasa desapercibida pero, solapada por un anillo de brillantes, lleva la alianza de su matrimonio con Guillermo Capdevila Ugarte, un reputado ingeniero industrial chileno que falleció en 1999 en un accidente de tráfico y cuyos restos descansan en un panteón del cementerio de León que ella misma limpia en sus repetidas visitas.
Nos pide cinco minutos para darle tiempo a reponerse. Exactamente pasado ese tiempo, Wilson nos reclama, nos invita a pasar al salón y nos ofrece una bebida. «Sólo agua». Enseguida trae una fina jarra de cristal con agua fresca y dos rodajas de lima. Dos vasos, dos pañuelos de lino y dos salvamanteles. Durante ese tiempo muerto esperando por la entrevistada, uno no se puede abstraer de las obras de arte y fotografías que llenan las paredes de este piso de casi 500 metros cuadrados adquirido por ella y su marido en 1988. Cuadros de Miró, uno de ellos fechado en 1968, extraordinarias alfombras persas, huevos rusos inspiración Fabergé, antigüedades familiares... El indiscreto repaso a las dependencias que se alcanzan a ver queda interrumpido cuando reaparece la protagonista. Llega descalza. «Mira, estas figuritas francesas del siglo XIX y estas tazas de porcelana eran de mis abuelos», comenta después mientras enciende la luz de una vitrina de cristal repleta de pequeños recuerdos.
Un amor de cine
Uno se puede imaginar todo ese ajuar en el palacete que tenían los abuelos maternos de Carmen Lomana en la calle Alcázar de Toledo. Adriano Gutiérrez y Plácida García Fernández-Getino son el vínculo leonés del personaje que más presencia continuada ha tenido este año en los medios de comunicación. Procedían de la población montañesa de Canseco (Cármenes), donde todavía hoy se conserva parte del vallado de la casa de estilo indiano que habían construido tras hacer fortuna en Cuba y que fue expoliada y arrasada durante la Guerra Civil. «La historia de amor de mis abuelos fue fantástica, como la de la película La Casa de los Espíritus ». Las familias habían acordado el matrimonio entre Adriano y la hija mayor de los García Fernández-Getino, pero cuando se concertó la primera cita, el triunfador de 29 años se enamora de la hermana menor de su prometida, que entonces contaba con 14 años. «Fue honesto, dijo que no se casaba y que se había enamorado de la que después fue mi abuela. Le pidieron que esperara y esperó hasta que se pudo casar». De este matrimonio nació Josefa, madre de Carmen Lomana, «una muer bellísima, divertidísima y muy moderna». El árbol genealógico se completa por la rama paterna con los abuelos de origen vascofrancés, León y Patrocinio. El padre de Carmen -de ahí viene su nombre- era Heliodoro Carmelo Fernández de Lomana Pereletegui, que ocupó varios cargos de responsabilidad en el Banco de Bilbao y en el Banco de Santander, entidad para la que después trabajaría Carmen Lomana como relaciones públicas en Londres. «Mi padre era el hombre con mejor pinta que he visto en mi vida», declara en un momento de la entrevista. Los padres de Lomana se conocieron en una fiesta del Casino de León. «Mi padre le pidió bailar un tango a mi madre y ella le dio calabazas. Después, ya ves».
-¿Qué le queda de ellos?
-Ambos me inculcaron lo que importa y lo que no, cómo debe ser una mujer y un hombre como Dios manda. Saber lo que está bien y mal, el sentido de la palabra dada, que es algo que parece que se ha perdido, y ser igual con todo el mundo; tratar a la gente no por lo que tiene sino por lo que son. Mi padre era un hombre extraordinario, guapísimo. Y mamá también. Era una pareja muy divertida, unos animales sociales. Les recuerdo siempre organizando fiestas, saliendo. Era tremendo. No paraban. Antes me parecía que era normal, pero ahora lo veo y digo, qué gran pareja».
Carmen Lomana es la primera de cuatro hermanos: Carlos, que ha seguido los pasos profesionales de su padre; María José y Rafael, que tampoco viven en León. La matriarca del clan nunca dejó a Heliodoro que llamara a alguna de sus hijas Manuela. «Le parecía nombre de cantante flamenca». Fefa, la madre de Carmen, a la que visita con frecuencia, ya es la única que reside en León. El 1 de agosto fue el cumpleaños de la empresaria. Afirma que cayeron 62. «Como decía Óscar Wilde, no te fíes de una mujer que dice su edad», afirma. Lo cierto es que lo de León fue circunstancial. Nació en casa de su tía Aurora, una vivienda de la calle La Torre en la que todavía hoy residen familiares de la nueva reina del papel couché . «Pero en cuestión de días nos volvimos para San Sebastián», recuerda. Las visitas a León fueron después esporádicas, pero en fechas importantes, como el día de la Primera Comunión. «A mi madre le hacía ilusión y la celebración fue el 8 de septiembre, Día de Covadonga, en las Carmelitas». Carmen era una niña de ocho años a la que no faltaba de nada. Ya entonces la vestían en Los Encajeros y en Casa Goya en Bilbao, donde hacían desfiles de moda para niños. «Tengo una imagen preciosa de León en esos años y es una amiguita que yo tenía, muy humilde, hija de un ferroviario, que me esperaba todas las mañanas sentada en la esquina de mi cama hasta que me despertaba para irnos por ahí a jugar».
La pandilla de León
La niña se hizo mayor y volvió a León una Semana Santa. «Había cogido una bronquitis tremenda y me mandaron a casa de mi tía Aurora unos días». En ese tiempo tuvo un amor de juventud. «Conocí a César Martínez Burgos, que sus padres vivían allí de toda la vida, y salíamos con una pandilla superdivertida, en la que también estaba un hijo del torero Antonio Bienvenida, que por entonces tenía una finca cerca de León». «Me acuerdo, incluso, que vino a verme en verano a Celorio, pero después se acabó».
Fueron unos años «divertidísimos» para ella. Rocamar, nombre del chalé de aspecto demodé que posee la familia Lomana, es hoy el icono de una etapa de independencia y libertad. Las imágenes de la época muestran a una joven llamativamente guapa y de buena planta. Y hasta parece que bohemia. «Forma parte de mí. Entre mi grupo de amigos de adolescente estaban el pintor y escultor Eduardo Úrculo y Gonzalo Suárez (Premio de las Letras de Asturias). Eran mucho más mayores que yo, pero me fascinaba ir con ellos. Y ellos fueron las personas que me hicieron ser como soy. Eran la avanzadilla intelectual de entonces, un mundo desonocido para mí y diferente al que vivía con mi familia». Se sumaba a ese grupo gente como el profesor Uría o Perico Romero de Solís, sobrino de la duquesa de Osuna. En esos años, la empresaria paseaba el body por la playa de Palombina y salía de fiesta a la discoteca El Balandro.
Amor al trapo
Ya entonces mostraba pasión por la moda. Con 18 años celebró su puesta de largo con un vestido blanco que le diseñó Pedro Rodríguez. Para la siguiente fiesta Pertegaz le hizo otro verde esmeralda con un bolero de volantes de encaje. Hoy, no tiene armarios, sino habitaciones como ropero. Una de ellas es para las confecciones de Chanel y otra para las de Christian Dior. Tiene todo eso que hace soñar a cualquier adolescente. No le gusta que le digan que es coleccionista de alta costura porque simplemente ve un vestido que le gusta y se lo compra. «No voy de prestado, como todas». No hace mucho estaba haciendo compras en la tienda madrileña de Chanel y le dijo al guardia de seguridad que tuviera cuidado con una gitana que había entrado en la tienda. «Resulta que ni rumana ni nada, era una de las actrices con mayor proyección internacional del momento. La ves en la alfrombra roja estupenda y de repente sale a la calle con el pelo sucio, los vaqueros arrastrando, ojeras... Eso no es ser elegante».
La familia Lomana se trasladó un tiempo a Valencia como consecuencia del traslado del cabeza de familia. En la tierra del Turia Lomana llegó a desfilar ante la patrona de todos los valencianos vestida de fallera tras ser nombrada Reina del Parador de Sonelo. Una anécdota más en una vida repleta de experiencias y viajes.
Con 20 años se fue a Londres, donde el Banco de Santander la contrató como relaciones públicas. Allí conoció al que después se convirtió en su marido durante 24 años. Fue en un club de jazz del barrio de Chelsea. «Nos enamoramos perdidamente». Y se casaron a los seis meses. La boda se celebró en Llanes un 13 de diciembre, día de Santa Lucía. Había nevado. «Estaba quien tenía que estar. Fue uno de los días mas felices de mi vida», confiesa.
Tuvo que serlo porque sigue hablando de Guillermo como si estuviera vivo. Fue un brillante ingeniero industrial especializado en el producto técnico industrial, con creaciones propias como la cafetera triangular, el climatizador, el teléfono panorama, una cortina de aire para edificios inteligentes, grapadoras de plástico, sillas o estanterías. En 1976 obtuvo el máster Product Design en el Royal College of Art de Londres. Fundó la empresa Capdevila Asociados, Diseño de Productos S.A., con la que consiguió, entre otros, un premio Simo.
La tragedia llega joven
Guillermo falleció dramáticamente a los 49 años en un accidente de tráfico cuando viajaba de Pamplona a San Sebastián. «Me propusieron incinerarle en Pamplona, pero pensé que bastante habíamos sufrido ya todos como para quemarlo, ni hablar. Hice donación de órganos y le llevamos a León. Muchas veces voy a León a verle, y eso la gente no lo sabe. Es absurdo pero parece que te reconforta. Voy allí, llevo mi cubo, limpio el panteón, le pongo unas flores y le digo: «Willy, ya te vengo a limpiar la casita».
En sociedad y empresaria
Tras la muerte de Guillermo, Carmen Lomana se convirtió en la heredera de los negocios de su marido, por los que ahora cobra suculentos dividendos. «¿Te das cuenta de lo terrible que es este país con las mujeres? Si yo soy un hombre viudo que aparece en Madrid y vive fenomenal todo el mundo diría: «Qué bien este tío estupendo, a ver si le cazamos». Si es una mujer, lo que dicen es: «¿Quién será esta?, ¿qué hace sola?». Si no apareces en sociedad colgada de la mano de un hombre parece que todo hay que cuestionarlo. Pues soy una mujer que ha vivido en Londres y San Sebastián y, como se ha quedado viuda, ha venido a vivir a Madrid, donde tenía un piso, algo tan simple como eso». También deja claro que se ha hecho una economía a su medida y que no necesita más de lo que tiene.
Sin marido y sin hijos. Un aborto espontáneo frustró todas sus expectativas en este campo, por eso ahora tiene una opinión tan radical sobre el asunto: «No mates a ese niño». Tiene energía para parar un tren, pero no la suficiente para adoptar un hijo a su edad, como ha hecho su amiga la baronesa Tyssen. Actualmente, Carmen Lomana mantiene una relación con un empresario de nombre Eduardo que le ofrece «una vida alternativa». «Es que si me fiara de todo lo que me dicen me habría convertido en una aburrida», admite.
De repente echa un vistazo a la primera página del Diario de León y lee el titular dedicado a la crisis en el sector de la minería. «Los sindicatos tienen la culpa de todo lo que pasa en este país. Han estado totalmente apáticos, sin criticar al Gobierno, dejando que todo se pudriese».
-¿Y financiados plenamente por el Estado?
-Son unos parásitos. Había que eliminar a todos como hizo Margaret Thatcher. Hasta que no se los quitó de encima, Inglaterra no funcionó.
-Quizá ayude que sea un Gobierno de izquierdas.
-Si es que no se trata de ser de izquierdas o de derechas, es lo que convenga al país. Pero, ¿qué diferencia hoy a la izquierda de la derecha? Los temas sociales son exactamente igual. Es más, Franco fue el que creó la medicina para todos, la Once... Cantidad de obras sociales de ahora son de la época de Franco, que era un nacionalsocialismo.
-¿Qué más hizo Franco?
-Las viviendas de protección oficial, el poder quitarte a un obrero de encima. Antes, una vez que lo contratabas era como un hijo eterno. Pero los socialistas no tienen hoy ni idea de gestionar este país. Son unos negados y unos trincones. Los mediocres siempre se rodean de imbéciles para que no se note lo idiotas que son ellos.
Tiene para todos y opina sin inhibición de todo lo que le pongan por delante. Abandona el cansancio con el que empieza la entrevista y se repone con frases como que «a Zapatero se le ha ido la pinza» o que no tiene nada «contra Letizia Ortiz como presentadora de televisión». «Si me preguntan por la boda del Príncipe, pues digo que un bodrio. Para Reina de España una divorciada republicana-¦, perdona, pero no entiendo nada. Y atea. Lo único que tenía que hacer este chico era un buen matrimonio de Estado que convenga a la nación porque para eso tiene una vida privilegiada. Sólo tenía una obligación».
Es posible que, en su ámbito, tener opinión propia y manifestarla sea políticamente incorrecto. A Carmen Lomana la crucificaron metafóricamente por un comentario en torno a la crisis, que hoy ratifica: «A mí me preguntaron si creía que la crisis afectaba a todos por igual y yo respondía que la crisis afecta al que tiene algo que perder. Si tienes una hipoteca, te afecta; si estás viviendo en la calle, no, porque ya vives en la crisis. Eso fue lo que dije y lo que digo».
En un gesto espontáneo, la entrevistada se interesa por el grupo editorial que posee Diario de León. «Pertenece a José Luis Ulibarri, un empresario del Bierzo», le digo. «Me gusta la gente del Bierzo -responde de inmediato-. Son un poco rallados, pero especiales. Y a mí me gusta la gente especial, transgresora y un poco enloquecida. Los maragatos también son un poco así».
Princesa en un chasquido
Llega la hora de hacer la sesión de fotos. Duda unos instantes, pero hace unas pruebas con la ropa que lleva puesta. No le gusta mucho y nos pide que esperemos unos minutos. No han pasado más de tres y aparece en el recibidor convertida en la Carmen Lomana que llena las páginas de las revistas más cool vestida por las mejores firmas de moda. Debe ser una habilidad propia de la gente guapérrima, porque en un tris se ha retocado el maquillaje, el pelo y sale vestida con una lujosa pieza de Dolce&Gabbana pintada a mano y unas sandalias que la convierten en esa Diana cazadora que tanto da que hablar.