El calor y el turismo salvan el abanico
La crisis y la competencia china, amenazas para los fabricantes
Favorecido por unos veranos abrasadores en gran parte del país, el abanico se ha convertido en un artículo más de lo conocido como «típico español», para refrescarse en casa o en la calle, en el coche, en misa, en los toros... o como recuerdo folclórico, desde el más simple hasta el más refinado, sólo de madera o combinada con tela y encajes, liso o decorado, para uso propio o regalo. Sin ir más lejos, la primera dama de EE.UU., Michelle Obama, fue agasajada con algún abanico durante su reciente estancia en Andalucía.
Con el tiempo ha perdido funciones que cumplía siglos atrás como complemento habitual del vestuario, sobre todo de las damas nobles, para lucirlo con distinción o incluso comunicarse con todo un lenguaje de signos.
La fabricación de este invento sencillo, práctico y milenario apenas sobrevive hoy en España en 15 ó 20 pequeños negocios familiares y artesanales, radicados casi todos en la provincia de Valencia, que tratan de mantener una tradición, a veces de varias generaciones, bajo la marca de calidad «Abanico Español». Pero a pesar de las dificultades, este año parece ir mejor que los anteriores.
Julio ha superado en 1,8 grados la temperatura media de los últimos 30 años en España para este mes, en que se alcanzaron o superaron los 40 grados en muchos lugares de la mitad meridional.
«Tenemos un verano bastante bueno, muy caluroso; las expectativas para la temporada próxima poco a poco van hacia arriba, y esa es la tendencia. Veremos...», declara con optimismo moderado el maestro mayor del Gremio Provincial de Abaniqueros de Valencia, José Giner. La producción suele ser reducida, explica, con dedicación incluso a tiempo parcial porque se prefiere no arriesgar antes que perder por un fracaso de ventas.
Los productores suelen suministrar directamente a los vendedores finales, con lo que se evitan intermediarios y encarecimientos, según Giner, quien está establecido en Burjassot.
Añade que cuentan con ciertas ayudas de la Generalitat Valenciana para inversiones en elaboración de catálogos, materiales o maquinaria.
1397124194 Menos ventas, menos fábricas
Los problemas que ya arrastraban los fabricantes han empeorado en los dos o tres últimos años. Las ventas se han desplomado a la mitad y las exportaciones han bajado un 80%, según calcula Giner, pues es difícil disponer de datos exactos.
Desde Aldaya, una fabricante que prefiere el anonimato asegura que vende menos de un tercio que antes y añade que la producción se ha reducido a un 1 por ciento en diez años. «Como sigamos así, de aquí a dos años -”augura-” no queda ninguno. Lo que se está haciendo es subsistir». Como precedente, recuerda que antes había en torno a tres veces más fabricantes.
La propietaria de este negocio, que pertenece a la quinta generación de una familia de abaniqueros, lamenta que tuvo que despedir a las cinco empleadas que tenía, y ella continúa sola. La caída de ventas trata de compensarse con la restauración, pero también está a la baja, y otros sobreviven con artículos exclusivos, o de encargo, de producción limitada, principalmente para bodas y fiestas, aunque se piden precios «más arreglados». El cliente que antes pagaba 1.200 euros por un abanico de madreperla opta ahora por uno nacarado de 150 euros.
Entre otros factores, juegan en contra del abanico que es un artículo de temporada y prescindible, adquirido prácticamente sólo por y para mujeres, para combatir el calor y como recuerdo, sobre todo por extranjeros; y no tanto como accesorio habitual de vestuario o elemento decorativo. Como prácticamente ningún sector productivo, tampoco se libra de las importaciones de China, aunque la competencia es vista de manera desigual.
Alguna voz de los fabricantes opina que los chinos no son una amenaza, ya que el abanico tradicional «convive perfectamente» con el de plástico. Por el contrario, el presidente de los abaniqueros valencianos se muestra contundente: «¡Nos han dado un buen varapalo a los artesanos!», clama Giner. El producto chino ha perjudicado enormemente, insiste una y otra vez: es una invasión (sobre todo en venta ambulante y tiendas de «todo a cien») de imitaciones con precios que «revientan» el mercado tradicional de los abanicos.