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Los tártaros resisten al tiempo

Unos 5.000 musulmanes polacos siguen sus ritos y costumbres

Publicado por
paco soto
León

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«No somos muchos, pero conservamos nuestras tradiciones y nuestra religión musulmana. Somos musulmanes polacos que vivimos en un país mayoritariamente católico y europeo, y nos encontramos muy a gusto. Polonia es nuestro país». Quien así se expresa se llama Dzenneta Bogdanowic, es la propietaria del restaurante Tatarska Jurta, el único que hay en Kruszyniany, un pueblo muy pequeño situado en el noreste de Polonia, en la región de Podlaskie, a 8 kilómetros de la frontera con Bielorrusia y a 250 de Varsovia.

Bogdanowic es parte de la comunidad tártara de Polonia. Los tártaros polacos, que son de religión musulmana suní, se implantaron en el siglo XIV en el gran ducado de Lituania. En 1679, el rey Juan III Sobieski les entregó tierras, y desde entonces los tártaros viven perfectamente integrados en la sociedad polaca. Son unas 5.000 personas que profesan la religión islámica, disponen de mezquitas y rezan en árabe, aunque no entiendan este idioma. La mayoría vive en la región de Podlaskie, aunque algunos tártaros han tenido que emigrar a otras partes de Polonia.

Los rituales que practican han sido transmitidos de generación a generación. Muchos tártaros son campesinos modestos que poseen unas cuantas vacas y cabras y unas pocas hectáreas de cereales y frutales. Los hombres se casan con polacas de otras confesiones, pero sus hijos conservan la religión musulmana y las costumbres tártaras. Suelen tener nombres árabes a los que han añadido el sufijo wic .

Los entierros se llevan a cabo en los cementerios musulmanes, en pueblos como Kruszyniany y Bohoniki. Las mezquitas de ambos lugares, junto con el Museo Regional de Sokólk, son visitadas por muchos turistas, pero también son «lugares de culto donde nos reunirnos los musulmanes para orar, pero también saludarnos», explica Mustafá, un anciano del pueblo de Kruszyniany, cuyo nombre cristiano sería Stefan. Mustafá ha vivido toda su vida en este pueblecito de casas y establos de madera, donde apenas quedan jóvenes y la actividad económica se resume a la agricultura, la ganadería y un poco de turismo.

Armonía Kruszyniany es un pueblo poblado por musulmanes, ortodoxos y católicos que viven «en perfecta armonía, porque todo el mundo se respeta, no hay conflictos. Todos somos polacos, aunque tengamos religiones distintas», asegura el guía de la mezquita, Dzemil Gembilcki. Bogdanowic comparte esta afirmación, y destaca que «los tártaros hemos resistido durante siglos y seguimos resistiendo, pero no lo hacemos en oposición a otros, sino para conservar nuestra identidad». Los tártaros polacos suelen ser musulmanes moderados, y «detestan el extremismo y viven su religión con normalidad y mucha tranquilidad», señala Dzemil Gembilcki, que está casado con una polaca católica.

La práctica social de los musulmanes polacos de la región de Podlaskie le da la razón al guía de la mezquita de Kruszyniany. A unos 30 kilómetros está el pueblo de Bohoniki, el guía de la mezquita, contrariamente a lo que ocurre en el mundo musulmán, es una mujer. Se llama Eugenia Radkiewic. Tiene unos 50 años. Reconoce que «algunos turistas árabes que visitan esta mezquita me preguntan por qué no llevo puesto el hidjab (pañuelo islámico) en la cabeza. Les explico que trabajo en el campo y que es muy difícil llevar un pañuelo en la cabeza en estas circunstancias. Ningún musulmán del pueblo me lo ha preguntado».

El pasado mes de marzo, los tártaros de Kruszyniany recibieron la visita de un invitado de honor: el príncipe Carlos, heredero al trono de Inglaterra, quien realizó una gira por la región. Bogdanowic se acuerda de esta visita con orgullo, y cuenta que grabó un vídeo «porque un acontecimiento de esta naturaleza no ocurre cada día».

Esta mujer simpática y habladora se emociona cuando se refiere al festival de cultura tártara que se celebra cada año a principios de agosto. Esta vez coincide con el Ramadán (mes de ayuno musulmán). «A pesar del paso del tiempo, no hemos desaparecido como musulmanes, y esto es para mí muy importante», pone de manifiesto el anciano Mustafá.

En Polonia, hay unos 40.000 musulmanes que viven desperdigados por todo el país. La mayoría son suníes y, en general, están plenamente integrados en la sociedad, aunque de vez en cuando surgen conflictos como la oposición a la construcción de una mezquita financiada por Arabia Saudí en Varsovia que estalló hace unos meses.

Polonia cuenta con ocho imanes y desde hace poco con un mufti (teólogo y jurista musulmán), un joven de 27 años llamado Tomasz Miskiewicz, de origen tártaro. Para este joven jurista, «los tártaros no son unos bichos raros que viven en una reserva, sino ciudadanos polacos de confesión musulmana que están plenamente integrados en la realidad del país. Esto demuestra que ser musulmán es perfectamente compatible con vivir en un país democrático y europeo»

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