El ocaso de la ultraderecha española
Unidad nacional, inmigracióny lucha contra el marxismo y el aborto centran su ideario A diferencia de sus formaciones hermanas en Europa, los nostálgicos del franquismo están totalmente fragmentados en una docena de partidos, sin presencia en l
El agostamiento de la ultraderecha en España se afianza con el paso de las décadas. Mientras formaciones de la misma o similar ideología logran en la mayoría de los países europeos llevar su voz a las instituciones, la docena de partidos que hay en España languidece fuera de los parlamentos y sin perspectiva, al menos a corto plazo, de que su situación mejore.
Su endeble presencia apenas si se hace notar en los aniversarios de la muerte de Franco, como el pasado 20 de noviembre, en el 35 aniversario de la muerte del dictador y cuando se cumplieron también 74 años de la del fundador de la Falange, José Antonio Primo de Rivera. Conmemoraciones, además, que no suelen estar exentas de cierta violencia entre la ultraderecha y los grupos antifascistas, igual de radicales y minoritarios.
Los idearios actuales de los nostálgicos del franquismo orbitan alrededor de la unidad de España, la lucha contra la inmigración, la cruzada contra los marxistas o el rechazo íntegro al aborto, entre otros planteamientos. Todos los grupos tienen una filosofía similar que, sin embargo, no propicia la unión de este espectro tan atomizado. Siete partidos de este corte concurrieron a las elecciones generales del 2008. Lograron un exiguo botín de 50.000 votos en toda España. El más votado fue Democracia Nacional, dirigida por Manuel Canduela, que intenta reproducir la estrategia del Partido Nacionalista Británico, pero que sólo logró 15.180 votos.
Los motivos de esta disgregación de la extrema derecha hay que rastrearlos en las raíces históricas de cada partido, en sus programas o, simplemente, en la acumulación de egos de sus dirigentes, que actúan como guardianes de sus reinos de taifa. Un distanciamiento que incluso se manifestó este año en la señalada efeméride del 20-N.
Ricardo Sáenz de Ynestrillas, presidente de la Asociación Comandante Ynestrillas y vicepresidente de Auxilio Azul, definió en su blog el homenaje que rindió la Confederación de ex Combatientes a Franco y Primo de Rivera de «meapilón y derechista». Además, criticó a «todo ese gentío esperpéntico que cada 20-N se disfraza, materialmente, de soldadito de plomo pastelero y se harta de levantar el brazo y el cubata y cantar, cual borrachera asturiana, cientos de caralsoles en un par de horas».
Concentración
El ex secretario general de Acción Política de La Falange añade que los participantes en esos actos «son los mismos que cada año votan y apoyan al PP más impopular del mundo, con toda la parafernalia de cruces, banderas, misas y desfiles improvisados de facha 20-N , gafas Ray-ban y guantes de cuero incorporados». Frente a este modelo, propone una concentración «con un carácter todo lo ascético y sobrio posible, con discurso político y reivindicación revolucionaria».
En el Partido Popular huyen de esta etiqueta como del agua hirviendo. Un diputado popular negó a este periódico esa proximidad entre su partido y la extrema derecha, y aseguró que su formación «no aglutina el voto de la ultraderecha porque es un voto xenófobo y despreciable para cualquier partido democrático».
Este dirigente popular, cercano a Mariano Rajoy, fue más allá y aseveró que la propia sociedad española «ni alberga ni tolera» a este tipo de formaciones. Reconoció, no obstante, que en el PP, con una plataforma con diez millones de votantes, cohabitan «perfiles muy diferentes».
Los socialistas, por el contrario, ven un filón en vincular a los populares a reminiscencias ultraderechistas, como se ha visto recientemente. El vicesecretario general del PSOE, José Blanco, por ejemplo, tachó al Partido Popular de «alumno aventajado» del ultraderechista francés Jean Marie Le Pen y de la italiana Liga Norte de Humberto Bossi por «amparar la cacería -”por ahora virtual-” de inmigrantes», en alusión al vídeo presentado y retirado por las Nuevas Generaciones de Cataluña durante la campaña electoral. Desde una perspectiva más sociológica, fuentes socialistas ponen el acento en que todas las encuestas del CIS realizadas tras unos comicios generales desde 1993 destacan que más del 86% de los ultraderechistas confesos aseguran que votaron al PP.