Diario de León

«Sé que hay arquitectos que nos critican por salir en televisión»

El leonés Rafael Llamazares es arquitecto socio del despacho A-cero que diseña las 'Supercasas' de Joaquín Torres que exhibe La Sexta

Rafael Llamazares, en la sede de A-cero en una elitista urbanización en las afueras de Madrid.

Rafael Llamazares, en la sede de A-cero en una elitista urbanización en las afueras de Madrid.

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La idea general, lo que la gente comenta por obra y gracia de la omnipresente televisión, es eso de que son los arquitectos de la tele y de los futbolistas, de los famosos y de la gente muy, muy pudiente. A-cero, su estudio, también pasa por ser el de La Finca, una elitista urbanización al lado de Madrid capital, llena de mansiones de lujo con una seña de identidad común, visible para los mortales, que seguro matizarían los expertos: el minimalismo y las formas cuadradas y rectangulares. La Finca es un lugar blindado de acceso imposible en el que desde lejos se puede ver algo, pero muy poco.

De eso se trata. Exclusividad e intimidad. Son enormes cubos habitables, unidos en armónica funcionalidad, de diferentes materiales, con una potencia visual impactante, en unas selectas fincas con piscinas y jardines, todo ultra privado, en los que dentro, vive a todo tren lo más vip de Madrid y de España.

Antes de entrar en los múltiples matices que pide a gritos el párrafo anterior, resulta que un leonés está en todo esto en primera línea de fuego, de creación, de la mesa de dibujo, de ese laboratorio en el que la materia se hace vivienda, detrás de mucho más que el inevitable: «Ah! Los de La Finca».

Se trata de Rafael Llamazares (León, 1970), arquitecto que cursó estudios en La Coruña, y que figura en A-cero como arquitecto socio , al lado de Joaquín Torres, que sí se ha convertido en celebrity por obra y gracia de La Sexta y su programa Supercasas , y que es arquitecto socio mayoritario de este estudio que tiene tentáculos de negocio hasta en Dubai. Así que, lo de que son los de Finca, ya se queda corto. Aunque, precisamente, allí, en el también selecto parque empresarial de la citada urbanización sita en Pozuelo de Alarcón, tienen su sede central.

Y allí, en el estudio de A-cero, Rafael Llamazares recibió a Diario de León, encantado de hablar para su tierra, aunque reconociendo la paulatina pérdida de contacto que los motivos y exigencias laborales determinan en su relación con León. De todas formas, Carbajosa de la Sobarriba es su último refugio en la provincia leonesa.

Pero, antes, vayamos deconstruyendo en este mundo de construcción. A-cero no solo hace viviendas de lujo. En el estudio, y sus sedes -tienen una en La Coruña y ahora otra en Dubai- trabajan más de sesenta personas. Atienden proyectos de encargo, pero ante todo son un laboratorio creativo de la vivienda del siglo XXI, ya sea en comunidad urbanizada o vivienda individual.

Y el leonés Rafael Llamazares está en el ajo de todo desde la cúspide del estudio. Mano a mano con Joaquín Torres. Pero con matices. Y los pone él mismo: «Sí, somos socios, pero Joaquín va un paso por delante en todo. Por carácter e iniciativa. Él siempre tiene ideas que son avanzadas en este mundo de la arquitectura. Él se atreve a apostar por lo que nadie ha visto todavía. Yo le sigo», explica.

Es por ellos que si Joaquín Torres hasta se ha revelado como todo un comunicador de la pequeña pantalla, Rafael Llamazares prefiere el segundo plano, igual de imprescindible para contar esta película que comenzó hace unos quince años. Si a Torres se le puede ver en su programa con una botella de champagne para brindar con el futbolista Fernando Hierro en la casa del futbolista andaluz, lo más normal es que Llamazares lo vea desde el otro lado de la barrera, esto es la tranquilidad de su casa.

Pero ambos hicieron la carrera juntos en la capital coruñesa. A curso por año acabaron a los 26. Vivieron juntos como estudiantes. Y parece obligado preguntar si en aquellos tiempos de jóvenes recién emancipados, en su piso ya se percibía la obsesión por el buen gusto. «Dentro de las posibilidades y la forma de vida de un estudiante, sí, sí que se notaban diferencias con los pisos de otros. Nos gustaba que tuviera un aire diferente, ordenado y con buen gusto», aclara Llamazares.

Como buenos estudiantes, al poco de acabar ya comenzaron a trabajar en lo que para ellos más que oficio es pasión. Desde entonces su carrera profesional no se ha separado. Uno, Joaquín Torres, está casado tiene dos hijos. El otro, Rafael Llamazares, está soltero y vive solo. Esto es, tan diferentes como complementarios.

Pero el que nos ocupa es el leonés Llamazares. Es un tipo reservado que vive para su trabajo. Y que en la relación con su equipo de trabajo, al menos aparentemente, no se detectan jerarquías interpuestas. «Rafa», le comenta algo una de las recepcionistas acerca de su imagen para las fotos. Él hace caso y se va al baño a peinarse. Pero su imagen es la de alguien que ronda los 40 años, que aparenta menos, y que viste de manera informal.

Para Rafael Llamazares todo lo que está pasando en cuanto a la repercusión que ahora tiene su estudio, no deja de ser una anécdota y, además, una visión sesgada del conjunto de actividades. «Es que no solo nos dedicamos a hacer eso que se dice casas de lujo. También hacemos casas de 120 metros cuadrados para otro tipo de gente», matiza.

Aunque eso sí, si quieren una seña de identidad que defina de manera íntegra a su estudio es esta: «Sobre lo que hacemos queremos llegar a supervisar, a decidir, hasta el último tornillo de la vivienda. Desde el primer día, hasta el último», señala, dejando clara la vocación perfeccionista en la que parecen estar imbuidos todos los miembros del estudio.

La faceta mediática de Llamazares y los suyos, no obstante, lo impregna todo. Y surgen dos cuestiones a tener en cuenta. Por un lado, si los compañeros de profesión ven bien esta popularización de la arquitectura o lo consideran una frivolidad. Y, por otro, si en los tiempos de crisis que vivimos no resulta un poco fuerte enseñar tanto lujo en medio de tantas carencias. Y el arquitecto leonés reflexiona sobre ambos aspectos: «Sé que hay compañeros arquitectos que nos critican por salir en televisión. Lo sabíamos antes. Esto es un concepto más americano, dentro de una idea de programa que no pretende ser técnico. Respecto a lo de que haya tanto lujo, reitero que no es nuestro único campo de trabajo. Y hay que tener en cuenta que son viviendas de elite, pero hay que incluir el concepto de aspiracional. La gente lo ve y piensa en lo que le gusta y lo que no le gusta», razona.

De todas formas, La Finca se ha hecho célebre y todo el mundo que pasa por la zona noroeste de Madrid apunta hacia el lugar en donde se encuentra.

Sobre esta exclusiva urbanización, y su parece que inevitable tendencia a la excentricidad, Rafael Llamazares apunta que «a mi no me lo parece. Yo creo que La Finca es una buena forma de vida. Esta dirigida a un concepto de familia tradicional, en donde hay todas las posibilidades para su desarrollo. Además, la gente que vive en La Finca quiere tranquilidad, seguridad y privacidad. Y de eso, en La Finca, todo lo que quieras», explica quien, para vivir, prefiere el centro de la ciudad, que es en donde reside.

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