La ciudad entre el vapor y la niebla

Acomienzos de los años sesenta, todavía era posible ver un burro con sus alforjas en la calle del Cristo. El Edificio Uría estaba recién construido y los peatones esquivaban autobuses y motocarros entre las tiendas. La ciudad salía de la niebla de la posguerra, pero seguía envuelta en los vapores del tren minero y en invierno, la nieve y la ventisca se colaban por la avenida de José Antonio hasta el centro.

Ponferrada despertaba de otro invierno. Se sacudía el recuerdo de la represión y la guerrilla en los montes, la fiebre del rock hacía debutar a Los Rítmicos y a Los Semifusos en El Frontón, y en Radio Juventud se escuchaban las voces primerizas de Luis del Olmo, de Ignacio Linares y Yolanda Ordás. El programa de referencia, sin embargo, era El ventanal de la ciudad , del combativo Ignacio Fidalgo, que, recuerda César Gavela, «se alejó de la Falange y se convirtió en un gran animador social y cultural». El tren minero seguía circulando. La montaña de carbón crecía. Y llenaba la ciudad de partículas negras en cuanto se levantaba un poco de viento.