Diario de León
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León

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Jordania es un caso interesante y potencialmente abonado para cambios. El rey es hachemí (es decir, directamente descendiente del clan del profeta, con documentación, en serio). Aunque los británicos pusieron en el trono, de nueva creación, a sus antecesores, siempre en la operación post-Iª Guerra Mundial, los naturales lo recibieron con la simpatía de quien recibe a un directo pariente del profeta. La cuestión se ha complicado mucho tras la creación de Israel con la partición de 1947. Todo lo sucedido después ha supuesto la emigración de miles de palestinos al reino hachemí y hoy sumados los llegados a los palestinos naturales son más de la mitad del total, los de lo que aún se llama «las tribus», espina dorsal del trono y del régimen. Todavía estos días hay informes de conflictos entre las partes porque la reina Rania, palestina, estaría empeñada en favorecer a los suyos y utilizando para eso dinero público. Un manifiesto tribal circula al efecto y hay un cierto peligro en el asunto. Pero más, mucho más, en la pauperización del reino, muy mal dotado por la naturaleza (solo fosfatos) y desertificado. El islamismo (Hermanos Musulmanes) es poderoso, aunque no mayoritario y el rey ha obrado siempre en su contra, hasta ahora y no es cuento: apurado y asustado por el efecto contagio y las primeras manifestaciones, Abdalá cesó al gobierno apenas tres meses después de las elecciones (un cuento con una abstención masiva) y llamó a Maaruf Bajit para que formara otro tras decretar aumentos salariales y subsidios para los artículos de primera necesidad. El temor al contagio es evidente.

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