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León

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Joaquín Nieves, viejo periodista leonés, recuerda que, en invierno, había viajeros que pasaban en León dos y tres días hasta que se podía despejar el Pajares de nieve.

La noche era muy larga en la estación, pero también muy animada. Los trenes de largo recorrido hacían parada en León al anochecer o al amanecer. «Había un buzón en el propio tren. La gente de León echaba allí la carta a la novia y al día siguiente la tenía». En el caso de los trenes a Galicia, no era un sobre sino dos. «Había uno para Vigo y otro para La Coruña».

León era la puerta de entrada a emblemas ferroviarios como Pajares o el Manzanal. Mucho se ha hablado y escrito del declive de los pueblos agrícolas y mineros de León, pero muy poco de los ferroviarios.

El tren también generó gran actividad económica. Trajo gente, vecinos... trabajo, aunque hoy estas localidades no sean ni la sombra de lo que un día fueron. Es el caso de Busdongo, en León, y Puente de los Fierros, en Asturias, unidos en el destino por la mayor obra de la ingeniería ferroviaria española: el paso del puerto de Pajares.

En 1900 Busdongo llegó a tener 312 habitantes; alcanzó los 777 en 1950; hoy apenas supera el centenar, 118.

El futuro es un tanto desalentador para el tren en la provincia. La mayor parte de los viajeros serán de largo recorrido. Pocos trenes paran ya en los pueblos. Y la nueva estación será testigo de ese declive. Al menos, la que aún está en pie vivió los mejores tiempos del León rural.

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