el último viaje
El león donde el reloj era el tren
LA APERTURA DE LA ESTACIÓN CONLLEVÓ LA CREACIÓN DE BARRIOS COMO EL CRUCERO, donde vivieron leoneses como gamoneda. lamparilla también lo contó
El cierre de la actual estación y la apertura de la terminal provisional permitirá abrir una nueva calle entre Ordoño II y Gómez de Salazar, pero sobre todo acabará con la histórica reivindicación de León desde hace 50 años, el paso a nivel del Crucero.
No fue el único que existió en una ciudad encorsetada por aquella nueva infraestructura que llegó en la segunda mitad del siglo XIX. Entonces el barrio del Crucero y Paraíso-Cantinas, por donde sigue camino de Asturias, eran prados que habían sido vendidos en la Desamortización de Mendizabal.
León llegó a contar con tres pasos a nivel. Dos se quitaron hace décadas. Uno estaba justo al lado de la estación provisional que se va a inaugurar. Pasaba la avenida de Palencia desde la zona de Renfe hasta las fábricas de Abelló o la Jabonera Leonesa.
El segundo se encontraba al inicio de la calle Azorín. El actual trazado de la calle era antes el del ferrocarril.
Y es que la estación del ferrocarril estaba entre dos mundos. El Crucero y el barrio de La Vega, donde vivían la mayoría de los ferroviarios, y el León de toda la vida. Pero antes de Ordoño, en tierra de nadie, existía también otra ciudad, antes del fielato que controlaba las entradas de mercancías en Guzmán. La mejor definición de aquel territorio es de Bujía y Lamparilla, en su Guía Cómica de León. «La estación del norte -escriben- se encuentra a dos pasos del Hotel del Norte, que es un hotel con todas las de la ley. Tiene 18 kilates (...) A dos pasos de la estación es imposible que pierdas el esprés; y si es verdad que quitan los Consumos, quitarán el fielato que está enfrente. ¿Y abajo?. Abajo, bien; gracias. El bar del Norte. Dando el mejor chato del mundo con selectas tapas, cerveza, café puro y sin mancha y una leche que es gloria. Nada, que sólo le falta que al dueño de la casa poner una azotea para que aterricen los aeroplanos. Y eso que el propietario está azul marino, porque las obras del puente de la estación (así lo dicen) no se ven comenzar para ensancharle y para que los coches tengan una pasada digna. El Hotel del Norte, en la avenida de palencia y en la casa de Valentín Gutiérrez, gloria pura. ¡¡Aquellos es tu casa!!».
El barrio del Crucero siempre fue el barrio rojo de León. En sus memorias -Un armario lleno de sombra-, Gamoneda cuenta que vivió su infancia en el número 4 de la carretera de Zamora. Allí hace un par de años se descubrió una placa para recordar su presencia.«En aquella casa los trenes eran los reguladores del tiempo. 'Ya viene el correo de Galicia. Ahí pasa otro', decíamos. Me impresionaba cómo se perdían en la chopera, la desaparición». Con la Guerra Civil, recordaba, los trenes empezaron a llegar cargados de republicanos camino de la cárcel instalada en San Marcos. Para evitar que los presos pasaran por la zona noble de la ciudad, detenían los trenes antes de llegar a la estación y los conducían bajo el balcón de Gamoneda.
«Aquel barrio», apunta, «fue de los que más represión sufrió. Se oían los gritos de las mujeres a las cuatro de la mañana. Frente a mi casa había una viuda loca que se paseaba desnuda y gritando por la noche».
La gente del Crucero es gente que ama su barrio. Les tira aquellos recuerdos de toda la vida y, sobre todo, el ferrocarril, la profesión de muchos de ellos. Hoy sigue siendo una zona obrera y también mestiza con la llegada de inmigrantes. Y todavía hoy, al pie del paso a nivel, un cartel advierte de que la Compañía de Ferrocarriles no se hace cargo de posibles accidentes si se pasan las vías con las barreras bajadas. Lo curioso, o más bien lo gracioso, es que se hace mención a una norma de 18... No se sabe más. No se lee.
En la calle, las antiguas tiendas de droguerías y ultramarinos han dado paso a establecimientos de chinos y hasta uno de compra-venta de oro.
El tren dividió la ciudad, pero no cambió un León que mira ahora al futuro. Desde Ordoño en un mes se podrá ir sin tener que cruzar las vías.