80 años del 14 de abril
Los leoneses de la República
Son 80 años los que nos separan de aquel 14 de abril de 1931 en el que España se acostaba con la garganta enronquecida de gritar ¡Viva la República!
Era la segunda aventura republicana que los españoles emprendían, y con la euforia del triunfo, nadie quiso valorar el paralelismo que pudiera tener con los planteamientos de la primera, que durante su corta vida de once meses, mantuvo cuatro presidentes en escena. Todo parecía apuntar esta vez a una estabilidad más prometedora, que borrase la efímera imagen de una República decimonónica prácticamente nonata.
El protagonismo leonés, tanto en la aportación de «pesos pesados», como en el equilibrio ideológico que caracterizó a sus gentes durante el lustro republicano, bien merece la evocación didáctica de ciertas figuras, conscientemente oscurecidas para evitar el contraste con las actitudes de quienes más tarde manejaron la Historia. Los 1.032 candidatos republicanos elegidos en las municipales del 12 de abril -"hace ahora 80 años-" frente a los 394 monárquicos, que fueron sus inmediatos seguidores, a nivel provincial, avalan ampliamente el impacto popular que respaldó a la representación republicana.
Y de esta guisa, con la emoción del triunfo asomando a los rostros, pero sin triunfalismos orgullosos y altivos, nuestros republicanos más representativos encaminaron sus pasos hacia el chalecito que pudimos ver en la calle Padre Isla, hasta nuestros años mozos, con un rótulo que decía: «Publio Suárez, Abogado». Aquella noche abrileña del tan traído y llevado día 14, don Publio, el profesor de literatura de tantos maestros, que por afinidad fueron republicanos, recibía el tributo de sus correligionarios asomado tímidamente al balcón de su casa, desde donde proclamó, oficialmente, con gran serenidad, el triunfo republicano en las urnas. Al día siguiente, Publio Suárez Uriarte era nombrado Gobernador Civil de la provincia de León, y el 16 de abril firmaba la siguiente proclama: «En nombre del pueblo de León, cuya representación asumo en este momento, tengo el alto honor de anunciar a todos los ciudadanos que el día 14 del actual, ha quedado proclamada la República en toda España, por aclamación entusiástica y en medio de un orden, serenidad y generoso espíritu que patentizan la clara civilidad y arraigada cultura de la sociedad española».
En estos momentos de organización del nuevo régimen, fruto magnífico del anhelo popular, espero de todas las autoridades y de todos los ciudadanos de la provincia la cooperación reflexiva y abnegada que consiste en obrar con prudencia y en esperar con firme confianza».
El aplastante triunfo republicano en la provincia de León, muy superior porcentualmente al resto de las provincias castellanas y leonesas, no fue, ni mucho menos, fruto de la casualidad. La vocación republicana de los leoneses hundía sus fuertes raíces en los primeros conatos de implantación institucional del último tercio del siglo XIX.
Intelectuales
Gumersindo de Azcárate, patriarca leonés de rancia estirpe -"pues su pureza de sangre leonesa venía de tres siglos atrás-" cofundador de la Institución Libre de Enseñanza con Giner de los Ríos; Salmerón y Cossío y refutador vehemente de las tesis religiosas y monárquicas del ministro Orovio, que motivó la expulsión de la Cátedra a todo el grupo, representaba a la provincia de León desde 1886 en las Cortes Constitucionales como diputado titular de un acta republicana, que conservó durante treinta años. El enorme prestigio de don Gumersindo y el carisma que irradiaba el dinamismo político de los Azcárates unidos a su tronco, sirvieron de aglutinante en la militancia republicana de la élite intelectual leonesa.
La feliz conjunción de la Fundación «Sierra Pambley», con la Institución Libre de Enseñanza, de la cual fueron patronos hasta cuatro Azcárates, actuó de soporte a las inquietudes libertarias y progresistas de la llamada «Escuela Ideológica Leonesa» de los años veinte y treinta. Figuras de lujo, para una lista electoral provinciana, como Ortega y Gasset, Gordón Ordás, Justino de Azcárate, el ya mencionado Publio Suárez y otros de menos renombre, pero de la misma intención, aparecen formando equipo en las Cortes Constituyentes del 28 de junio de 1931, donde el pueblo leonés ratificó el respaldo de las municipales, premiando con cinco actas a los republicanos, dos a los socialistas y otras dos a los conservadores.
Por su acendrado leonesismo y la angustia de vivir o morir fuera de casa, queremos resaltar las figuras de dos de los personajes citados en estas consideraciones retrospectivas: Gordón Ordás y Justino de Azcárate, unidos en la suerte del exilio. El primero de ellos, veterinario de extracción popular, nacido en la calle de Puertamoneda, ocupó puestos de relieve en la política nacional, llegando a ser Ministro en el Gobierno de Martínez Barrio. En ningún momento olvidó sus orígenes ni la profesión que tanto quería. Su gestión, en este campo, cristalizó en la dignificación de la carrera veterinaria, para la que logró elevar el rango académico de los estudios correspondientes y convertir las Escuelas Veterinarias en Facultades. Murió en México el mismo año que el general Franco, y quiso que sus restos fuesen cubiertos con tierra leonesa.
Justino de Azcárate, el sobrinísimo de don Gumersindo, vivió su exilio en Venezuela durante cuarenta años. Su juventud, con respecto a Gordón Ordás -"tenía 19 años menos-" le permitió vivir al final de la dictadura, y sus últimos años se vieron compensados con el reconocimiento unánime de los muchos méritos a los que se había hecho acreedor. El propio Rey don Juan Carlos quiso dejar constancia de este reconocimiento nombrándole Senador Real en las primeras Cortes Constituyentes de la monarquía. La Fundación «Sierra Pambley» volvió a poner bajo su presidencia el maltrecho legado que pudo salvarse de las furias pasadas. Murió en Caracas a los 85 años en el verano de 1989.