desde asia
El nuevo capitalismo
China es actualmente la segunda potencia mundial, a la que siguen los países emergentes que la rodean
Asia tiene el potencial suficiente para remodelar el capitalismo y crear un nuevo modelo económico para el siglo XXI, uno que sea realmente sostenible. Para eso, debe acabar con la dependencia del capitalismo en recursos medioambientales infravalorados. Los países de la región deben reescribir las normas sobre las que se ha basado el crecimiento hasta ahora. Han de rechazar el modelo de consumo que ha llevado a Occidente a una posición de dominación global, y reemplazarlo con nuevas prácticas que limiten el impacto humano en el planeta».
Así concluye Chandran Nair, fundador del Global Institute for Tomorrow, su reciente libro Consumptionomics , donde analiza el papel de Asia en la refundación del capitalismo y en la salvación del planeta. Porque, como muchos otros analistas, Nair está convencido de que Occidente no ha cambiado ni un ápice las malas prácticas que llevaron a la crisis financiera y económica del 2008, cuyas heridas aún se lamerán durante décadas muchos países. La cacareada refundación del capitalismo se ha quedado en un punto y seguido.
Sin embargo, el batacazo ha servido para que el despegue económico del continente amarillo se haya consolidado. Y el futuro ya no habla inglés, sino chino. Con el 'Gran Dragón' como segunda potencia mundial, y con una constelación de potencias emergentes que busca replicar su éxito, Oriente ha dejado de ser sólo la fábrica del mundo. De hecho, China se ha convertido en uno de los pilares más robustos de la recuperación económica a nivel mundial. Y más que eso. Ha llegado incluso a proporcionar a países como España la confianza que necesitaban para espantar a los especuladores que querían ver al país caer en el mismo pozo que Irlanda.
El último anuncio (ya lo dijo en octubre) de que Pekín seguirá comprando deuda española ha supuesto un buen espaldarazo interno y externo, aunque nada comparado con el ingente plan de estímulo que el gigante asiático introdujo en el 2008, un capital que no sólo ha ayudado a mantener su crecimiento económico en torno a los dos dígitos sino que también ha dado alas a empresas extranjeras que necesitan abrir nuevos mercados para compensar el descalabro de los tradicionales.
Por si fuera poco, el Gobierno chino también ha metido la mano en la caja de las reservas de divisas. Hace sólo un lustro hubiese sido impensable que fuesen los comunistas quienes salvaran el capitalismo, pero ya se sabe que lo del país de Mao es «un socialismo con características chinas», como dicen ellos mismos.
Sonadas adquisiciones
Así que aprovechando sus importantes saldos, las empresas del país han irrumpido con fuerza en la esfera internacional con adquisiciones tan sonadas como la de Volvo. Así saltan varias etapas en su proceso de internacionalización y, de paso, dada la difícil circunstancia por la que pasan las multinacionales adquiridas, tienen que afrontar una oposición menor. Y mientras, los chinos ya están en todo el mundo. Claro que, hasta ahí, el gigante asiático se ha limitado a seguir el patrón de las potencias occidentales: crecimiento basado en las exportaciones y en el incremento del consumo interno. No obstante, este modelo que muchos otros países, entre ellos India, quieren replicar no resulta suficiente.
«Es un error demasiado habitual creer que el crecimiento económico es la panacea contra la miseria», afirma Carol de Rooy, representante de Unifec en Bangladesh, uno de los países más pobres del planeta pero que crece a un ritmo del 5% anual. «La clave está en reducir las disparidades sociales y, actualmente, se está consiguiendo todo lo contrario, un hecho que se demuestra con el incremento del llamado -˜coeficiente Gini-™ (que mide las disparidades sociales)».