Diario de León

memoria histórica

Heredia, el seleccionador 'paseado'

¿Quién fue Joaquín Heredia? era presidente de Cruz Roja en león, funcionario de Hacienda y empleado de ferrocarril, seleccionador nacional de fútbol, donó las alhajas familiares a los sublevados del 36. Pero ningún aval le sal

José Luis Gavilanes Laso en el claustro de San Marcos, donde estuvo preso Heredia.

José Luis Gavilanes Laso en el claustro de San Marcos, donde estuvo preso Heredia.

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Una historia verdaderamente estremecedora, la de Joaquín Heredia Guerra, inscrito en el Registro Civil como fallecido por accidente de de guerra y que puede muy bien ser representativa del estigma moral que supone el paseo en la Guerra Civil», señala Alberto Reig Tapia en el prólogo del libro de José Luis Gavilanes Laso ¿Qué fue de Joaquín Heredia? Seleccionador nacional de fútbol. Prototipo de paseado de la Guerra Civil , que se presenta el martes en el Parador de San Marcos con la presencia anunciada del seleccionador nacional de fútbol Vicente del Bosque.

Joaquín Heredia Guerra, natural de Madrid, residía en León en 1936 donde trabajaba como funcionario de Hacienda y también como empleado de la Compañía de Ferrocarriles del Norte. Cuando se produjo el golpe del 18 de julio de 1936 era presidente de la Asamblea de Cruz Roja, se ocupó de recaudar fondos para montar un Hospital de Sangre en el que socorrer a los heridos de un bando y otro y era una persona aprecida en León. De nada le sirvió su trayectoria cuando entró en la rueda de la sinrazón. También fueron en balde los avales que escribieron a su favor el presbítero de Astorga, el inspector principal de la compañía de los Caminos de Hierro o el presidente delegado de Cruz Roja que le sucedió tras su detención el 15 de septiembre de 1936.

Cuando las autoridades militares le soltaron tras no poder demostrar que era «extremista» y que tampoco había presidido el mitin de Azaña en León, fue entregado a las autoridades civiles. Era 28 de octubre. En San Marcos, convertido en cárcel y campo de concentración, compartió celda con Victoriano Crémer y su amigo Hipólito Romero Flores, catedrático de Filosofía del instituto Padre Isla.

«Fue paseado el 21 de noviembre de 1936 en la finca propiedad de la Fundación Octavio Álvarez Carballo en La Mata del Moral, muy cerca de Mansilla de las Mulas. Se cree que allí hay una gran fosa colectiva de paseados», afirma José Luis Gavilanes.

Siguiendo la pista de Hipólito Romero Flores se encontró con la peripecia de su amigo y compañero. Más tarde descubrió, gracias a su afición al fútbol, que Joaquín Heredia Guerra había sido seleccionador nacional de fútbol en el año 1923 cuando el balompié no era más que un deporte incipiente.

Tras las arduas pesquisas que ha llevado a cabo para reconstruir la vida y los últimos días del malogrado seleccionador de fútbol -"a quien identificó casualmente en un libro memorial sobre la selección nacional-" José Luis Gavilanes ha llegado a la conclusión de que «hubo connivencia de las autoridades civiles en su fusilamiento» y también de que las razones no fueron únicamente su supuesta pertenencia a una logia masónica. «Hubo algo más: venganza u odio personal. Por eso no valieron ninguno de los avales que se presentaron a su favor», afirma.

Ediciones del Lobo Sapiens, de León, se adentra con este libro en uno de los capítulos más oscuros de León en el siglo XX. «La brutal represión» que tuvo como epicentro el hoy Parador de San Marcos y que «no encuentra explicación en una ciudad donde no se había producido ni una sola muerte desde que triunfó el Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936», indica el autor.

Su teoría es que «el miedo» estuvo en la base de la barbarie. «La insurrección de 1934 en Asturias es un hito muy a tener en cuenta para explicar de qué modo se agudizó en León la tragedia de las dos Españas», subraya. «Es significativo que hombres relacionados con este juicio (el seguido en León contra Alfredo Nistal, socialista astorgano que participó en la rebelión) serán luego fusilados a los meses siguientes al comienzo de la guerra», hace notar Gavilanes.

En este sentido, recoge la teoría del periodista asturiano Santiago Blanco quien señala que en 1936 León era una ciudad «totalmente en manos de falangistas, policías antirrepublicanos y militares «ofendidos» por la revolución asturiana».

Sobre esta tesis se asienta la idea que «lo acontecido con Heredia es, además de paradigmático crimen contra los derechos humanos un hecho singular que revela como era imposible la imparcialidad del ser, la llamada tercera España, a la que sin duda Heredia y otras víctimas como él pertenecían».

Las pesquisas sobre Heredia Guerra empezaron en el Libro de San Marcos de Victoriano Crémer donde éste describe el momento en que el reo fue sacado de la celda con destino a su muerte. «Se le rompieron los cordajes de la templanza, de la discreción, del valor», relata Crémer.

Después encontró el poema que Hipólito Romero Flores le dedicó a los diez años de su muerte. El expediente militar de El Ferrol, archivos familiares y alguna que otra casualidad trazan el destino fatídico de Joaquín Heredia Guerra. La partida de defunción, que su mujer solicitó a los siete años de su fusilamiento, está firmada por el padrino y tío del escritor, Ricardo Gavilanes, a la sazón juez municipal en la posguerra leonesa.

Uno de los documentos esclarecedores sobre el ambiente leonés en los meses posteriores al golpe militar es el diario del alcalde de la ciudad Enrique González Luaces, quien sustituyó, «nombrado a dedo», al fusilado Miguel Castaño y que, por tanto, «no era nada sospechoso» de estar a favor de la República.

«... Se decía en corrillos que no se hacía justicia porque no había fusilamientos en Puente Castro y se empezaba a decir «en León no se hace nada» con tanta inconsciencia como falta de sentido. Ya se daban algunos paseos y aparecían cadáveres a las orillas de las carreteras, según supe después», escribe Luaces con fecha de 26 de julio de 1937.

El alcalde -"dice Gavilanes-" «estaba escandalizado de tanto horror en nombre de Dios, España y su revolución nacional sindicalista. El testimonio inédito -"el diario se encuentra en el Centro de Documentación de la Guerra Civil de Salamanca-" es recogido en el libro ¿Qué fue de Joaquín Heredia?, cuyo autor aporta otras declaraciones como las alusiones de Francisco Roa de la Vega a los Borge como algunos de los hombres que pudieron participar en los paseos.

Otra de las paradojas de la muerte de Heredia es que supuestamente fue ejecutado por estar en una lista de masones, pero le abren el expediente por pertenencia a la masonería cuando ya había sido fusilado. El expediente se sobreseyó por falta de pruebas, según consta en documento oficial.

También encuentra paradójico el autor que Heredia fuera fusilado sin piedad y sin que de nada sirvieran los avales a su favor «con menos cargos de los que tenía su amigo Hipólito Romero Flores». Claro que no contaba con ninguna influencia importante que pudiera rescatarle del penal, como le sucedió al catedrático que, providencialmente, fue trasladado a la cárcel de Valladolid y salvó la vida.

Paradójico también que Joaquín Heredia encontra la muerte en León, fuera de su Madrid natal a donde se dirigía pocos días después del golpe militar. «Se encontró con Hipólito en la estación y éste le desaconsejó ir a la capital tal y como estaban las cosas», explica Gavilanes a partir de un testimonio oral de Amparo, una mujer que lo conoció. «Su mujer, Julita, siempre reprochó que Romero Flores le diera ese consejo. «Si no le hubiera hecho caso... estaría vivo», solía decir», añade.

En Madrid era paseado, por el otro bando, el leonés Álvaro López Núñez, bajo acusaciones que siguen sin aclarar aunque «al parecer a quien buscaban era a su hija, también fusilada». De este paseo existe constancia fotográfica, aunque no se publica en el libro, pues los fusilamientos que se realizaron en el bando republicano «se documentaban», indica Gavilanes.

Precisamente, imágenes como las de López Núñez y su hija sirvieron a la Causa General del Franquismo, base de la represión, como acicate. Del otro lado, no hay fotos ni testigos. Hay muchas fosas con cientos de anónimos enterrados. Como en la que yace Joaquín Heredia en La Mata del Moral. Ese hombre que, oficialmente, falleció en «accidente de guerra» como dice el acta de defunción.

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