«Santa rita, rita...»
Parece evidente que a estas alturas la situación de Grecia es difícilmente sostenible. Para muchos analistas la cuestión ya no es si se producirá o no una reestructuración de la deuda griega sino cuándo se producirá. Un 85% de los analistas consultados por la agencia Bloomberg considera que finalmente habrá quita. Según la cuenta de la vieja que realizan algunos observadores, Grecia tiene una deuda superior al 150 por ciento del PIB. La prima de riesgo griega ha superado ya los 1.300 puntos básicos, lo que quiere decir que su coste de financiación a 10 años supera el 16 por ciento... lo que quiere decir que Grecia tiene que destinar en torno a un 25% de su riqueza, de su PIB, a atender la financiación de su elevado endeudamiento. Seguramente no es del todo correcta esta cuenta de la vieja, pero puede servir como referencia para comprender la magnitud de la situación. El Tesoro griego consiguió colocar 1.625 millones de euros en su última subasta de letras a seis meses, más de lo que esperaba, pero a costa de elevar la rentabilidad de estos títulos hasta el 4,88%.
Desde esta poco tranquilizadora perspectiva, los analistas creen que el nuevo plan de ayudas va a recibir Grecia servirá tan sólo para ganar tiempo. Un tiempo que saldrá caro. El tiempo es oro. Se baraja ya una cifra de hasta 60.000 millones de euros, que deben sumarse a los 110.000 millones que ya se pusieron sobre la mesa hace un año. Es mucho dinero, pero sin embargo no hay garantías de que baste para solucionar los graves problemas de fondo que afectan al país del Partenón. Conforme el actual plan de rescate, Grecia debería volver a los mercados en el 2012, aunque, según los analistas de ING, «la probabilidad de que esto ocurra es muy baja».
José Manuel González-Páramo, miembro del consejo del BCE, considera que una eventual reestructuración de la deuda soberana griega tendría peores efectos sistémicos sobre los mercados mundiales que la quiebra de Lehman Brothers en 2008. Sería como abrir la caja de los truenos... y de los rayos y las centellas. Además, Páramo se ha mostrado muy sorprendido ante la facilidad con que algunas voces recomiendan que el Gobierno de una economía comunitaria, como la griega, infrinja sus obligaciones legales y contractuales y, simplemente, deje de pagar lo que debe. Eso no debe pasar. La Comisión Europea abunda en esta idea y considera que una reestructuración de la deuda griega tendría efectos devastadores para la estabilidad de la eurozona. Europa ya accedió hace unas semanas a rebajar el tipo de interés que aplica al rescate de Grecia del 5,2 al 4,2 por ciento, y a ampliar de tres a siete años y medio el plazo de devolución. Con este panorama, los mercados financieros aprietan los dientes, cruzan los dedos y confían en que la caja de los truenos permanezca cerrada. Más nos vale.