PATRIMONIO
La muralla más oculta
En la calle de la Rúa se juntan el viejo y el nuevo León. El León que tuvo en la zona su frontera durante siglos y el León al que el casco antiguo se le quedó pequeño a finales del siglo XIX, cuando llegó el tren y Ordoño II se convirtió en el eje de los sueños de la nueva ciudad. Dicen que esta bulliciosa y estrecha calle leonesa, a la que siguen dando vida pese a la crisis bares y tiendas de toda la vida, con esos carteles que casi se tocan en las alturas, debe su nombre a peregrinos franceses que hicieron el Camino de Santiago en la Edad Media, y que aquí se asentaron. De ahí lo de calle, rue, rúa.
Pese a tanta historia, durante siglos la calle de la Rúa no ha sido capaz de mostrar su pasado monumental, representado en uno de los lienzos de la muralla que defendía la ciudad que iba desde el palacio de los Guzmanes al del Conde Luna, si se cuenta esa pequeña subida por la calle Azabachería, y en la cerca medieval, en la zona de la calle más próxima al parque San Francisco.
Aunque en la Rúa no hubo derribos en la muralla, al contrario que en otras zonas del León fronterizo, quedó demasiado incrustrada en el esqueleto de la ciudad, encorsetada entre casas y palacios que hicieron de su bella estampa muros de carga.
La cerca medieval en la zona corrió peor suerte. La piqueta sí acabó con ella para abrir paso hacia La Chantría y San Claudio y sólo dejó algunos muros.
No es que la calle de la Rúa sintiera tampoco una especial sensibilidad. Durante décadas, pocos o, mejor dicho, casi nadie pensó que aquellos cantos rodados de piedra del río eran un tesoro, una forma de tocar el mejor pasado de la ciudad.
Pero no hay mal que mil años dure y hoy, por fin, el León que fue romano y después medieval está resurgiendo de sus cenizas como el Ave Fénix en esta zona emblemática de la capital.
Ese mismo León comercial que se apropió de la calle de la Rúa hace un siglo es ahora el que sacando a la luz la Rúa que fue frontera. Igual que en la vecina calle Ruiz de Salazar se podrá ver pronto una nueva panorámica de la ciudad desde la privilegiada muralla antes maltratada, la calle de la Rúa ofrece poco a poco también su particular mirada. Un recorrido singular, distinto a todos los demás, y que hay que ver en un bar, en una tienda o un portal.
Una de los últimos comercios que se ha incorporado a esa nueva `moda´ ha sido La Flor Novias, un establecimiento de esos de toda la vida. Fundado en 1945, hace tres años decidió derribar la pared que separaba la tienda de la mejor historia de la ciudad. Protegidas ahora por una gran cristalera, las piedras antes ocultas dan hoy una nueva identidad a esta tienda tradicional.
Junto al probador con los trajes de los mejores modistos, un elegante cuadro, en letra gótica, describe lo que se ve y ese nuevo orgullo que se extiende por el Viejo León. «A lo largo de los siglos, esta muralla ha sufrido muchos avatares que han obligado a numerosas reparaciones y reconstrucciones. El tramo que aquí podemos observar es uno de los mejor conservados. Septiembre de 2007, 18 siglos después». El tramo al que se refiere fue datado por el arqueólogo municipal y corresponde al siglo III. Es una parte del lienzo entre dos cubos y fue construido, como dice también el texto que luce enmarcado, «con sillares de algunos edificios anteriores».
«Sabíamos que en la parte trasera de la tienda estaba la muralla. Fue en la última reforma cuando vimos que también sería interesante descubrir lo que era el pasado de León», señalan los responsables de La Flor Novias.
Al lado, casi puerta con puerta, comercio con comercio, en la inmobiliaria Húmedo, se esconde la `joya de la corona´ de la Rúa. La casa que ocupa la tienda fue derribada para hacer pisos nuevos hace unos años. Sólo se conservó la fachada. La sorpresa, que se sabía, fue el descubrimiento de uno de los cubos incrustrados en ese esqueleto de la ciudad. Contemplando hoy su esplendor, queda claro que ese maltrato fue también la única medicina posible para que haya llegado intacto hasta el siglo XXI. Si sus muros no hubieran servido para sujetar el León que crecía, hubiera sido derribado como pasó en otras partes de la muralla romana.
La muralla de León fue declarada Monumento Histórico Artístico el 3 de junio de 1931 y cuenta también con la protección de dos leyes genéricas que se publicaron en los años 1949 y 1985. Sin embargo, tiene un problema que otros testigos del pasado de la ciudad no tienen, como la Catedral o San Isidoro. En muchas zonas no está clara su propiedad.
Volviendo al cubo de la calle de la Rúa, hay algo que destaca también a primera vista. Hay como una hornacina a media altura. «Era la fresquina de una casa donde se guardaba los productos más perecederos en verano», cuenta el gerente de la inmobiliaria. Y es que la muralla valió para todo. Y todo es todo, incluso como nevera en tiempos en los que no había electrodomésticos en las casas de los leoneses.
El cubo preside hoy el patio trasero de la casa que reemplazó a la antigua edificación. En realidad son tres, diferenciadas por los colores de las paredes. A primera vista se pueden ver las heridas de tanto maltrato, aunque resiste ahí, fuerte como un viejo árbol. Sólo le falta un lavado de cara, como se ha hecho con el resto del patio. Es un espacio pequeño, lleno de historia. Mirando hacia arriba, se puede ver el palacio del Conde Luna, que da a la calle Regidores. Otro lujo recuperado.
Cuando se derribó la casa y apareció el cubo de la calle de la Rúa se planteó un gran dilema. Qué hacer. Cómo conservarlo. Las normas municipales exigían dejarlo al descubierto unos centímetros, pero sus propietarios decidieron dar un paso atrás más para que no perdiera ni un ápice su esplendor, y también, por qué no decirlo, por era un aliciente a la hora de vender los pisos. Tener un cubo así en el patio no está al alcance de cualquiera.
En aquel año 2003, cuando se descubrió, el entonces equipo de gobierno del Ayuntamiento planteó abrir incluso un pasaje que uniera la calle de la Rúa con la plaza del Conde Luna, pero la idea no salió adelante.
«Creo que en León se está produciendo un profundo cambio. Hace años, cuando en una reforma o una obra salían a la luz restos arqueológicos, la gente los intentaba ocultar. Hoy no, hoy los ciudadanos quieren manifestar justo lo contrario: el orgullo de pertenecer a una ciudad con 2.000 años de historia», explica la concejala de Cultura del Ayuntamiento de León, Evelia Fernández.
En la reforma de la casa se dejó también una ventana para que se pueda admirar desde otro de los locales de la calle de la Rúa, que acaba de ser alquilado. Y desde el palacio del Conde Luna también existe otra perspectiva de un lugar donde confluye la historia de León.
La muralla de León llegó a contar con 80 cubos, de los que se conservan 24 de mayor altura y otros 15 más pequeños. El recinto amurallado coincide con la delimitación original del campamento romano de la Legio VII, que dio origen a la ciudad. En un cuartilla se podría pintar como una enorme rectángulo. Desde la Rúa continúa por la calle Azabachería hasta la Plaza Mayor, gira a la izquierda por detrás de la Catedral y la carretera de los Cubos, vuelve a girar a la izquierda por la calle Carreras y baja de nuevo hasta el centro por la Era del Moro y Ramón y Cajal. Sus muros, con un grosor de 5,25 metros, fueron realizados con canto de río y cal en su interior, y con bloques de cuarcita, calizas, areniscas o granito en sus lienzos exteriores.
Almanzor, en el año 944, sólo dejó en pie una torre, para que las futuras generaciones pudieran contemplar lo que había sido capaz de destruir. «Tú (Almanzor) —escribió un poeta árabe— has dirigido a la tierra de los herejes escuadrones que son el augurio de su destrucción y su demolición. Y has abandonado León como si no hubiera estado poblada en el tiempo más próximo».
Sin embargo, no fue el único que tiró muros. La piqueta fue especialmente virulenta a finales del siglo XIX y principios del XX. La ciudad creció a base de derribos que hoy recuerdan los nombres de algunas calles: Arco de Ánimas, Puerta Obispo... Los expertos no ocultan que el mayor destructor, sin duda, fue la sociedad leonesa de hace cien años más que el guerrero árabe.
Ese esplendor perdido quedó reflejado en la foto que Pepe Gracia inmortalizó en 1919 con el derribo de Puerta Obispo, entre la Catedral y el palacio episcopal. Aunque es difícil de entender hoy, la muralla se convirtió un estorbo para ampliar los límites de la ciudad.
En total, el recinto amurallado de León tuvo 14 entradas y salidas. Las más antiguas proceden de la época romana. Otras son medievales. Así en el siglo XII se abrió en la calle Abadía un paso hacia Renueva por el Camino de Santiago. Otras ocho se construyeron en el siglo XIV.
La mayoría fueron derribadas en la segunda mitad del siglo XIX. Entre 1854 y 1859, las de Arco de Ánimas, Santa Ana y Santo Domingo. En 1860 desaparecieron los `cubos´ del Rastro (lo que hoy se conoce por la calle Ruiz de Salazar). En 1862, las puertas de la calle Carreras; en 1864, Puerta Sol y Puerta Gallega y, en 1868, Puerta Moneda.
La sinrazón también forma parte de la historia de la ciudad. Y no sólo en la muralla. La lista es tristemente muy larga.
Siguiendo por la calle de la Rúa, después de la tienda de novias y la inmobiliaria, hay que hacer una nueva parada en el restaurante La Concha. El comedor conserva en sus paredes cantos rodados de la muralla. Además de ser uno de los lugares de León donde mejor se puede comer (sólo hay que ver esa barra siempre repleta de mariscos y lujos de la tierra), se puede admirar un pasado único. «Yo soy un enamorado de León. Tenemos la ciudad más bonita del mundo, y tenemos que conservarla todos», explica Vicente, su dueño.
La muralla romana y la cerca medieval de León son como una enredadera que se cuela por todas partes. Los edificios adosados y las polémicas por el uso que los leoneses han hecho de sus piedras no es nuevo. En un documento de 1434, que se conserva en el Archivo Municipal de León, las autoridades leonesas se quejaban ya ante el rey de cómo «algunos prelados e conventos e monasterios e caballeros e escuderos e otras personas, clérigos e legos han tomado e abierto e aforado en algunas partes e lugares de los muros e cerca e fecho en enellos e encima dellos paredes e casas e obras e edificios». Sin traducción, ya se entiende todo lo que se quería denunciar.
La calle de la Rúa reúne todo lo que ha sido y es León, y también esa nueva mentalidad que tampoco es de ayer. Hace 20 años, la construcción de viviendas en el solar que ocupó el antiguo hotel Carmina generó una fuerte controversia. Al final, se construyó. Lo que en su día fueron muros de la cerca medieval son hoy paredes de cantos rodados de un burger y un portal, cerca de la gasolinera de San Francisco. Y otra forma también de disfrutar del pasado de la Rúa. Podía no haberse construido, pero quizá se tomó la mejor decisión. Prohibir no es lo mejor para conservar el patrimonio.
El recorrido por la historia rescatada de la calle de la Rúa concluye a medio camino entre la muralla que se deja ver en la parte más estrecha de la calle y la cerca camino del parque de San Francisco. Una de las nuevas urbanizaciones de la calle de la Rúa da también a los muros de piedra del río. Fue también una obra polémica en su día y aún tiene algunos interrogantes pendientes, como si es posible abrir una salida donde antes hubo un paso a la altura del viejo bar Los Candiles, en la calle Independencia, cerca de la Subdelegación de Defensa.
La Rúa representa muchas cosas. Es también un paso entre dos barrios emblema de León como el Húmedo y el Mercado, que justo se encuentran a la altura del convento de las Concepcionistas, que, en el siglo XIV, fue palacio antes de ser donado por doña Leonor de Quiñones a la Orden de las Concepcionistas de doña Beatriz de Silva. En medio de tanto comercio, esta sede religiosa fue durante siglos la única tarjeta de visita cultural de la calle con su portada del siglo XIV y su magnífico corredor mudéjar.
La Rúa, más que nunca, dibuja esa ciudad que camina hacia su segundo milenio. La ciudad antigua y monumental, la ciudad comercial, la ciudad de las tapas y los bares, la ciudad de los nuevos negocios, como las tiendas de los chinos, la ciudad de los buenos embutidos, la ciudad de la crisis, que se puede ver en algunos locales cerrados, la ciudad también de los negocios a punto de abrir... La calle jacobea y también militante de ese nuevo León que, por fin, está sacando a la luz su historia.