Diario de León

FRANCISCO GIL

curtido y A CONTRAPELO

es el cuarto peletero de la saga gil, oriunda de soria y uno de cuyos miembros surtía a la mismísima reina victoria eugenia. paco, todo humor, constancia y energía, es uno de los últimos artesanos de este oficio en peligro de exti

NORBERTO CABEZAS

NORBERTO CABEZAS

Publicado por
EMILIO GANCEDO
León

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Paco Gil es peletero y pertenece a esa ya rara estirpe de artesanos que lo hacían todo, que cubrían todas las etapas del proceso -”proceso con partes de sastre y de orfebre-” que da comienzo cuando al taller llegan las pieles en suaves y plumosos mazos y culmina en el momento en el que el abrigo cae, a un tiempo firme y ligero, sobre los hombros de la compradora. Pero Paco Gil es también montañero, filósofo, cocinero y gastrónomo, alquimista de orujos sorprendentes (espectacular el de perusos o manzanas montiscas), curioso en sus dos acepciones, tanto la de paisano con curiosidad, atento a todo lo que le rodea, ávido por aprender, como en su sentido más leonés: mañoso y aplicado.

Una tremenda carga positiva de humor, energía y humanidad que lo mismo se encuentra en su taller, mullido de mutones y zorros, que en las cumbres de Valdeón o Los Argüellos, tantas veces por él holladas, o principiando una tertulia -”bien argumentada, y sin faltar el sazón de la ironía-” entre Padre Isla y La Rúa.

«Soy el cuarto peletero de mi familia -”informa desde sus vivísimos ojos azules-”, pero por lo que parece -”avisa-”, también el último». El padre de Paco era de un pueblo de Soria, Matalebreras -”ese Gil apunta al Ebro, Moncayo y aledaños-”, luego se trasladó a Madrid, donde aprendió el oficio de un hermano que era peletero de la reina Victoria Eugenia, y más tarde se estableció en Valladolid. «Un fin de semana vino a León a conocer la ciudad y le gustó el ambiente, vio que la gente salía mucho, se movía, y se dijo: este sitio puede ser interesante». Así que aquí se instaló y aquí se casó, primero puso su peletería en Padre Isla y luego en la recoleta plaza de San Martín, donde nació nuestro -˜paisano-™. «Con seis 6 ó 7 años ya ayudaba, pero como hacían todos los chavales en todos los negocios de aquélla: ayudar al padre por las mañanas, y luego por la tarde sí, a correr por ahí con los amigos», rememora. En 1966, con 14 años, ya laboraba de lleno, y con dos más marchó a Barcelona a trabajar en un gran taller donde se especializó en visón y en astracán, dándole cera al asunto desde la mañana hasta la madrugada. Unos años después de haber regresado a León, en 1976, abrió tienda y taller, y allí sigue con su tesón, su precisión y su humor. «Esto de la peletería tradicional se acaba, ya somos muy pocos los que cogemos la piel desde el origen, en bruto, recién curtida, y hacemos a medida el body o pieza sobre la que luego irá el abrigo», para luego ir cortando el material en tiras e irlo cosiendo dependiendo de la prenda que se quiera hacer, y sobre unos patrones «que también fabrico yo», explica el industrioso Gil, para quien «no hay dos pieles iguales». Cada una, por suavidad, densidad y color, recibe un tratamiento diferente. «Es un trabajo de mucha minuciosidad, muy paciente, que requiere estar muchas horas en la misma postura-¦ pero también es muy celoso, cada artesano transmitía su técnica sólo a sus propios hijos», añade, constantando que hoy lo que proliferan son sobre todo grandes cadenas o tiendas de venta de abrigos manufacturados en serie. Y Paco, en fin, explica a los críticos, con claridad y sencillez, que la piel fue el primer material empleado por el hombre «para cubrir sus vergüenzas», siendo un producto natural y biodegradable. «Esa piel sintética que ahora llaman ecológica es un derivado del petróleo, en realidad es lo menos ecológico que hay». «La industria de la peletería es la primera a la que no interesa que se extinga ninguna especie; desde hace mucho tiempo sólo se trabaja con animales de granja (por ejemplo, no se usa piel de foca desde los años 40). Todos llevamos zapatos o cinturones de cuero, todos comemos huevos, carne y pescado, ¿por qué no aprovechar el pelo?», se interroga. Y si no, que le pregunten a una señora que se las daba de poseer un hermoso abrigo de -˜piel de tortuga-™. «¡Anda!, ¿y tenía un pelo bonito?», le preguntaba Paco. «Huy sí, más tupido, más guapo-¦», respondía ella.

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