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resaca electoral

Las opciones ideológicas pesaron más que la gestión y valoración de los presidentes autonómicos entre los que ninguno del psoe logró salvar los muebles

Las siglas pesaron mucho en las elecciones del pasado domingo que abrieron una grave crisis en el PS

Publicado por
León

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El PSOE pretendía que en las elecciones del pasado domingo se evaluara la gestión de los gobernantes autonómicos y los alcaldes, para eso forzó a José Luis Rodríguez Zapatero a que anunciara su renuncia a la candidatura en el 2012 y quedara fuera del debate. Pero su intento se saldó con un rotundo fracaso porque pesó mucho más las siglas de los partidos que la gestión y la valoración ciudadana de los candidatos que se presentaban a los comicios.

El PSOE cargó con la mochila de la culpa de la crisis y los recortes sociales, y el lastre fue demasiado. El PP, en cambio, se presentó ligero de equipaje sin esa carga y con un discurso de trazo grueso que sintonizó con facilidad con el malestar general. El resultado fue que poco importó quién se presentaba a las elecciones, se trataba de elegir entre Zapatero y Mariano Rajoy, y los méritos o deméritos de una legislatura se fueron por el sumidero.

Presidentes autonómicos con un alto conocimiento entre los ciudadanos, con buena valoración de su talla política y de su gestión fueron derrotados por aspirantes poco conocidos y peor valorados por la sociedad. Así ocurrió con el presidente de Cantabria, el regionalista Miguel Ángel Revilla, que, según la encuesta electoral del CIS, tenía una nota media de 5,7 y era conocido por el 93,3% de los cántabros, pero perdió ante el popular Ignacio Diego valorado con 4,9 y con un grado de conocimiento menor, 67,6%. La gestión de Revilla era, además, una de las mejor consideradas, el 38,4%, entre todos los gobernantes autonómicos. Dio igual, el derrumbe socialista posibilitó la mayoría absoluta del PP.

Algo parecido pasó en Baleares, el socialista Francesc Antich, valorado en el mismo estudio del CIS con un 4,95 y conocido por más de tres de cada cuatro isleños fue vapuleado por el candidato del PP José Ramón Bauza, cuyo nombre era identificado por menos de la mitad de los ciudadanos y con una nota de 4,5. En Castilla-La Mancha, el socialista José María Barreda acreditaba una valoración de 5,9, la más alta entre los presidentes autonómicos, el 39,3% de los castellano-manchegos decía que su gestión era buena o muy buena, y era conocido por casi todos sus vecinos. Enfrente, la popular Dolores de Cospedal, valorada con 4,3 e identificada por ocho de cada diez ciudadanos, venció en las elecciones.

Al revés

También se dieron situaciones a la inversa. El valenciano Francisco Camps con la nota más baja de los gobernantes autonómicos, 4,7, y una gestión mala o muy mala para el 35,9% de sus gobernados vapuleó sin despeinarse a Jorge Alarte, claro que el socialista tenía una nota aún peor, 4,03, y un grado de conocimiento bajísimo, 40%. También el castellano-leonés Juan Vicente Herrera, con una gestión bastante contestada, apenas el 22% la considera buena, y una nota media de 5,1, batió sin problemas al socialista Oscar López, apenas conocido por uno de cada tres castellano-leoneses y una valoración de 4,3.

El tramo final de la campaña, por otra parte, fue letal para los socialistas. El amplio sondeo preelectoral del CIS efectuado en marzo y abril otorgaba muchos mejores resultados que los que obtuvo este domingo y, por el contrario, asignaba al PP peores números que los que logró. En Madrid, por ejemplo, los populares sumaron tres escaños más y los socialistas, cinco menos que los que pronosticó el estudio demoscópico; en Murcia el PP cosechó dos más y el PSOE dos menos; en la Comunicad Valencia el partido de Camps alcanzó cinco más; en Castilla y León el consiguió tres más y los socialistas tres menos; en Aragón el PSOE obtuvo cinco menos y los populares cuatro más. Y así hasta completar las 13 comunidades que renovaron sus parlamentos.