Diario de León
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Cuando nuestro ilustre obispo Manrique de Lara, consagraba en el año 1204 la actual catedral gótica, adorno por excelencia de la ciudad de León, otros dos templos anteriores, con la misma función, quedaban enterrados entre las brumas del recuerdo, y sus restos físicos, bajo la imponente mole ojival que asombró y asombra a los leoneses de entonces y de ahora. Ordoño II, con el empuje inestimable del obispo Fruminio II, consagraba en el año 916 la primera de las catedrales -”posiblemente de traza mozárabe-” sobre su propio solar palaciego, heredado de las antiguas termas y gimnasios romanos.

Alfonso VI, invitado de honor del obispo Pelayo II, presidiría la consagración de la segunda catedral, la románica, y nuestro último rey leonés, Alfonso IX, con su esposa doña Berenguela, ampararon la feliz idea del citado don Manrique para levantar la que hoy conocemos como la Pulchra Leonina.

Aunque los antecedentes de la primera de las catedrales, se remontan a una primitiva basílica de la Virgen, reconsagrada por Fruminio I en mayo del año 865, después de que su señor, Alfonso I, hubiese reconquistado las tierras llanas, lo cierto es que el gran rey Leonés, Ordoño II, fue quien dio luz verde a la empresa catedralicia tal y como se concebía por aquellos tiempos el organigrama episcopal. Curiosamente, en esta época, la diócesis legionense contaba con dos obispos, Cixila, que se había retirado al prestigioso monasterio de Abellar, en las inmediaciones del Torío -”al lado del actual pueblo de Canaleja-” disfrutando de una especie de excedencia voluntaria, y Fruminio II. Ambos aprovecharon y secundaron la idea de Ordoño para dotar a su diócesis de una catedral proporcionada a la dignidad episcopal que representaban.

La ocasión se presentó al regreso victorioso del rey Ordoño después de la estratégica batalla de San Esteban de Gormaz. El propio rey, nos deja su testimonio en escritura de 11 de abril del año 916: «A todos es notorio lo mucho que con el auxilio divino yo he trabajado en despojar a los agarenos de muchas tierras que tenían usurpadas, y cómo en todas ellas he restituido las iglesias y los obispos. Por lo cual es mi voluntad que los palacios que fueron de mis antepasados en la ciudad de León, sirvan de aquí en adelante de iglesia dedicada en reverencia de Santa María. (...) Mando más, que todas las iglesias y sagrarios que caen en estos lugares y sus distritos, sean de allí en adelante sujetos a la Iglesia de Santa María de León y al obispado que en ella presidiere».

Ordoño II fue enterrado en la catedral. Hoy su sepulcro, adosado a la parte trasera del altar mayor, luce una cartela con expresividad latina: «Sea ejemplo para todos, que el rey don Ordoño hizo este templo venerable. En el cual siendo él buen cristiano está enterrado. Fabricó esta iglesia habiéndola labrado primero para su palacio real y ahora resplandece con silla episcopal. Y esto hizo por amonestación de la sacratísima Virgen María».

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