rescate en la ume
Perros salvavidas
Un perro de rescate hace en veinte minutos el trabajo de un grupo de personas en diez horas. La unidad militar de emergencias de el ferral adiestra a nueve canes para buscar a personas vivas en catástrofes o extraviadas
Son más que perros de raza. Mansos y obedientes. Tienen un sentido del olfato excepcional y su capacidad auditiva es sobresaliente. Se prefiere a perros enteros, no castrados. Trabajan por un premio, motivados por el juego. No cobran sueldo y se les considera más eficaces en la búsqueda de personas que la tecnología de detectores. Su guía es su dueño. Ambos, guía y perro forman un equipo inseparable capaz de trabajar durante doce horas seguidas en medio de una ciudad asolada por un terremoto, en una avalancha de nieve, en deslizamientos del terreno o buscando a personas que se han extraviado por el monte.
El equipo cinológico del V Batallón de la Unidad Militar de Emergencias, con sede en Ferral del Bernesga, cuenta con diez personas y nueve perros para trabajar en misiones de rescate de personas vivas. «El perro es el rey el trabajo de búsqueda», apunta el sargento primero Casal de Rey.
Las dos compañías han estado operativas, es decir, dispuestas para actuar en dos ocasiones, para el terremoto de Haití y para la desaparición de un adolescente en el Órbigo. También colaboraron en el intento de rescate de un montañero en el Bierzo, Óscar Pollán, que finalmente fue encontrado muerto.
Los dos equipos entrenan a diario para enfrentarse con los perros a la búsqueda de personas vivas en una catástrofe. A cada perro hay que enseñarle a diario su misión en espacios adaptados o naturales porque los aprenden por repetición.
Los perros proceden de la Escuela Cinológica de la Defensa, de Carabanchel, donde se realiza la adquisición, cría, adiestramiento, intrucción, enseñanza, registro y control de perros, así como inspección y apoyo a los equipos cinológicos del Ejército. Los países del Este son los principales suministradores de estos animales especializados en la búsqueda de personas vivas en situaciones catastróficas.
En esta escuela se forma también a guías y auxiliares con un curso de seis meses en Carabanchel y un año y medio de instrucción para obtener el nivel superior que les «permite actuar en cualquier parte del planeta», explica el sargento primero Casal de Rey, responsable del equipo cinológico en la 52 Compañía de la UME.
En la pista de trabajo
Durante un año y medio han construido con sus propias manos y materiales reciclados, en algún caso donados por empresas, una pista de trabajo de 5.000 metros cuadrados para entrenar a diario con los perros. Está dividida en cinco fases que simulan escenarios reales de catástrofes.
El paso de edificio a edificio es una pista adaptada para el trabajo con los perros en una ciudad asolada por un seísmo. La recreación de una zona de escombros a base de escaleras, mallazos, andamios, mesas, tubos y bobinas de madera de gran tamaño.
Malinoa, una pastor belga, se estrena en el circuito siguiendo las órdenes de la militar auxiliar. La perra tiene que atravesar la pista sin caerse. Es importante que obedezca y no dude. Cuando completa el recorrido el rodillo espera para dar satisfacción a su instinto canino. «El 99% del trabajo con los perros es el juego», subraya el sargento. Y el premio resulta una herramienta imprescindible para que hagan su tarea. Les motiva.
Los entrenamientos diarios comienzan con una sesión de calentamiento hacia las 8.15 horas de la mañana. Hasta las 9.30 horas perros y guías corren entre cuatro y ocho kilómetros para mantenerse en forma. El trabajo cotidiano concluye a las cuatro de la tarde con dos o tres horas de descanso. En una intervención real su jornada puede durar doce horas continuadas si las circunstancias lo exigen.
En la pista de obediencia se refuerza el vínculo entre guía y perro. El sargento le da una serie de órdenes a base de palabras muy cortas y que proceden de diferentes idiomas: sit (del inglés, siéntate), platz (del alemán, postura de esfinge), fuss (también del alemán) para que camine a la izquierda de su guía. Al final de cada orden cumplida siempre se saca el chorizo , un rodillo de cuerda con el que los perros se divierten. Raras veces utilizan la comida como refuerzo, aunque también sirve al mismo fin.
El guía hace aparecer o desaparecer el juguete para reforzar positivo de las conductas que pretenden que interiorice el animal para que trabaje en una operación de búsqueda y rescate. «Un perro que no quiere el rodillo o la pelota no sirve para esta labor», explica el responsable del equipo canino.
Otras dos voces típicas que utilizan en el entrenamiento de los perros de rescate en la pista de trabajo son «pasa», para indicarle que siga un camino, y «hop» cuando tiene que saltar. La voz del guía ofrece confianza al perro que se prepara sin saberlo para una casa arruinada.
Castillo de alturas
Otra de las áreas de trabajo es la pista de esfuerzo. Botellas, troncos, neumáticos se utilizan para simular diferentes tipos de suelos. En el castillo de alturas, realizado con materiales cedidos por la empresa Miguélez, de Trobajo del Camino, se acostumbra al perro a obedecer las órdenes desde la distancia y surcar diferentes barreras (suelos de rejilla, una loneta a modo de piscina, tubos, etcétera).
En la pista de aplicación el perro aprende a abrir puertas, a atravesar una empalizada y atravesar un agujero que simula una ventana con el cristal roto de una casa destruida por el terremoto. Bert es uno de los perros más antiguos del equipo. Tiene cinco años y está en plena forma.
Amigo es uno de los más nuevos del equipo. Un pastor alemán negro que tiene que intentar un par de veces pasar por la maraña que simula la ventana rota. El guía también está en fase de instrucción. Es importante que se acople al cien por cien con el perro para que ejecute la orden con precisión. En una situación real, el error puede ser fatal para el animal.
Cuando atraviesa por situaciones de estrés, como el paso por una pista desestabilizada, el guía tranquiliza al perro con caricias y abrazos al finalizar la tarea. Una muestra más de la complicidad mutua necesaria para este trabajo en el que se juegan vidas humanas.
«Un rescate exige el máximo esfuerzo del perro y hay que compensarlo». Jugar con el perro forma parte del trabajo diario de entrenamiento.
La única intervención real fue su participación en el rescate del montañero Óscar Pollán en Santiago de Peñalba. Fue un trabajo típico de grandes áreas y el objetivo era encontrar viva a la persona. Pero ya había fallecido despeñado.
Cuando los perros trabajan en espacios abiertos muy grandes lo ideal es ir a favor de viento porque identifican mejor las partículas y los olores humano. Si el viento va en contra la operación de rescate se hace más difícil y complicado.
El sargento primero Monjardín, de la 51 compañía del V Batallón de la UME, es el responsable del otro equipo cinológico que se entrena en Ferral. Ha preparado una operación de rescate en una zona ficticiamente asolada por un terremoto. Una persona, de carne y hueso, está enterrada viva para poner a prueba la pericia del perro en una de las operaciones de búsqueda más complicadas porque el animal, aunque entrenado, carece de referencias. El guía tiene que controlar al perro desde una distancia de 50 metros.
El objetivo es llegar lo más cerca posible de la víctima. Después de recorrer una distancia de 200 metros siguiendo las instrucciones del guía, el perro parece que por fin ha encontrado señales de vida debajo de los escombros imaginarios (un montón de tierra). Olfatea y escarba con sus patas. No se mueve del sitio. Ha encontrado a alguien. «En una situación de catástrofe las personas desprendemos una serie de olores que sirven de pista a los perros para encontrar a las víctimas», señala Monjardín.
Pero en el ambiente puede haber olores residuales que son los causantes de los mayores fallos en este trabajo. Una parte importante del entrenamiento consiste en evitarlos. La orden de ¡busca bien! está destinada a que el perro se centre en el trabajo que le encomiendan. Perro y guía tienen que esforzarse en perfeccionar día a día su labor, con independencia de que haya llamadas de emergencia. «Tenemos un animal de trabajo, aunque el juego forme parte del entrenamiento», subrayan los militares responsables.
Confirmación
En una operación real de rescate de personas enterreadas se enviaría a un segundo perro de confirmación, cuando se trata de un perro joven. «Si es un perro experimentado, no hace falta», explica Monjardín. En este caso, el guía se acerca y ayuda al militar enterrado a salir del agujero. Fin de la operación que ha llevado a cabo con éxito Roko.
Ajo protagoniza la imaginaria incursión en una zona con limitaciones de acceso (fuego, gas...) de modo que es imposible controlar al perro desde cerca para delimitar las zonas a las que puede entrar y las que debe evitar «Cuando se trabaja a tanta distancia el perro tiene que confiar en el guía y el guía en el perro», explica el suboficial.
«Es el trabajo que más me he gustado de todos los que he hecho en el Ejército. Ojalá pueda quedarme aquí», comenta uno de los guías de este equipo cinológico.
Una vez terminada la misión se les traslada a sus dependencias en la UME en un remolque adaptado para el transporte de perros. Cuando realizan instrucción de campo se les lleva en una jaula. De esta forma, «no se agobian durante el viaje», explican los instructores.
La búsqueda de otro figurante entre escombros se realiza en una zona que comparten con las maniobras de militares de la base Conde de Gazola. La víctima está escondida bajo los escombros, uno de los espacios más fáciles para el trabajo de perros en labores de rescate de personas vivas. Son capaces de detectar a personas a seis metros de profundidad.
Cada guía suele trabajar con dos perros para facilitar el acoplamiento y poder sacar el máximo rendimiento al animal en una situación de búsqueda real. El cambio de ambientes es otra de las estrategias que se utilizan en los entrenamientos para sacar a los perros fuera de lugares conocidos.
La Azucarera de León, ahora en obras para la construcción del Palacio de Congresos y Exposiciones de León, ha sido uno de los puntos de entrenamiento. También se desplazan habitualmente a Sabero, a bosques de la provincia y, dentro de la base militar Conde de Gazola, a la zona de las conejeras, donde hay una buena cantidad de escombros para realizar simulacros.
También salen a menudo a entrenar en la Escuela de Protección Civil, que pertenece al Ministerio del Interior. En este centro estatal también se preparan a perros para labores de rescate.
En la Escuela Cinológica de Carabanchel además de los perros de rescate, se entrena a perros especializados en detectar estupefacientes y drogas y explosivos.
Todas las razas e incluso híbridos sirven para el trabajo de salvar vidas. En la UME cuentan con pastor alemán, belga y labradores. Los perros pueden trabajar en misiones de rescate en diversos escenarios pero donde es insustituible su labor es en los terremotos.