Diario de León
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Mario Vargas Llosa, premio Nobel de Literatura y de alguna manera convecino nuestro, se ha convertido en las últimas semanas en una especie de gran elector para designar hoy al presidente de la República del Perú. Con el interés añadido de que ha tenido que entrar en el escenario (en el que fue candidato presidencial en 1990) para moverse en el marco estrecho que descubrió Montaigne cuando escribió que mala decisión es aquella que no puede ser cambiada. Vargas, todo un temperamento, fue de izquierdas, se hizo después liberal -un liberal-progresista- perdió contra todo pronóstico frente a Alberto Fujimori y ahora encabeza atronadoramente la corriente que desea vivamente la derrota de la hija de don Alberto, Keiko, senadora muy votada y cuyo programa pasa por otorgar a su padre, encarcelado como culpable de graves delitos, el perdón presidencial.

El campo liberal tenía un candidato claro, Alejandro Toledo (presidente 2001-2006) y para él pidió Vargas el voto. Pero, sorprendentemente, la campaña fue muy mal y en la primera vuelta Toledo quedó cuarto. Sin perder tiempo, el candidato y su mentor Vargas, pidieron el voto para Ollanta Humala, el candidato nacionalista y con algún tic revolucionario y militarista (es teniente coronel retirado)-¦ con tal de no apoyar a Keiko. El prodigio era, en realidad, más explicable de lo que parece porque trascendió que el militar asumía no solo una revisión a la baja de sus promesas sociales y su acento reformista y pro-indigenista, sino un compromiso de ser más Lula que Chávez.

La candidatura de Keiko Fujimori ha sabido ganarse la confianza de los medios de negocios y el mundo urbano, incluido el respaldo de dos candidatos de peso de la primera vuelta y se ha situado en cabeza de todos los sondeos, aunque por tan poco margen que solo los indecisos podrán decidir el desenlace. Si gana Keiko Fujimori, con ella no triunfará necesariamente el fujimorismo, siempre difuso e indefinible, y uno de sus problemas será el de probar que ella gobierna, no el consejo de su padre. Si tal es el caso, la venganza del antiguo mandatario daría y de sobra para que Vargas Llosa escribiera otra novela que podría titularse Prodigios peruanos .

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