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León

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Pocos años después del traslado a León de sus restos, la bárbara presión del caudillo árabe Almanzor y de su hijo Abdelmelik, aconsejaron el traslado de las reliquias de San Pelayo para preservarlas de la destrucción y profanación sarracena. El escritor latino-leonés, y canónigo isidoriano, Lucas de Tuy -”siglos XII y XIII-” dice textualmente: «Los asturianos vinieron a León y se llevaron el cuerpo de San Pelayo».

La ausencia de tan preciada reliquia, el hecho de tomar un nuevo protagonismo el vecino templo de San Juan Bautista, depositario de otra singular reliquia: la mandíbula inferior del santo Precursor, y el posterior traslado del cuerpo de San Isidoro al conjunto monasterial nacido de la mixtificación por el régimen dúplice -”monjas y monjes-” en San Pelayo, terminaron con la presencia de esta comunidad en la ciudad de León, apareciendo con fuerza la denominación de Basílica de San Isidoro.

Nuestras monjas -˜Pelayas-™, manejadas y mediatizadas por la poderosa infanta doña Sancha, hermana del emperador Alfonso VII, fueron trasladadas a Carbajal de la Legua, en trueque con la reciente comunidad de canónigos regulares que allí moraban. Hoy, después de un largo milenio, sus sucesoras se encuentran en el conocidísimo convento de Benedictinas que en León llamamos Las Carbajalas.