Diario de León
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León

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Todo este batiburrillo diferencial, que enriquece nuestro acervo cultural y costumbrista, ha dado lugar a una variedad paralela en las formas de vida, tanto a la hora de construir la vivienda como de vestirse. Poco tienen en común -”si excluimos la finalidad-” la casa maragata con la casa popular berciana, las antiquísimas pallozas, la casa de la meseta, o las socorridas «brañas». Unas y otras marcan el contraste impuesto por lo que hoy conocemos como «ecosistema», en el que el hombre es un eslabón más de una cadena sujeta al clima -”agua y calor-” al suelo y a la fauna que le rodea.

Pero donde se han pronunciado esos matices diferenciales que sirven a veces de tarjeta de presentación, es en el traje típico de cada comarca o zona de nuestra variada provincia. Lleva el montañés chaqueta ajustada al talle, calzón que se ata en lo alto de la pantorrilla y chaleco escotado, capa y sombreo de alas anchas. El berciano luce una especie de sobretodo con mangas anchas llamado «ungarina», que también en la parte llana de la provincia y hasta en la Montaña se usa para abrigarse. El riberiego de Órbigo, una camisa bordada, y es aficionado a los colorines, y las mujeres se distinguen por los grandes collares de sartas encarnadas, delantal de tela lustrosa, y el pelo dividido en dos trenzas sueltas o unidas con un lazo.

Y sobre todos estos trajes, con infinitas variantes en cada zona, destaca el enigmático atuendo de los maragatos, donde el varón luce unas bragas típicas de las culturas semitas, y la mujer soporta en los lóbulos de sus orejas enormes «arracadas» que prestan un especial color al bello conjunto de su complicado vestido.

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