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CANTO RODADO

sueños rotos

Ni en sueños tendrá León una oportunidad como la era ZP, a punto de fenecer

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León

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Emilio Gutiérrez cumplió el sueño de ser el alcalde de León. Ahora sólo falta que vuelva a León Zapatero para que sea el alcalde del vecino Zapatero. Como soñó Gutiérrez. Veinticinco años han pasado desde que José Luis Rodríguez Zapatero empezó la carrera de su sueño político.

El leonés, nacido en Valladolid, aunque nadie vindicaba su efímera cuna pucelana entonces, fue el diputado más joven tras las elecciones generales de 1986. Un flamante joven de 25 años aparecía retratado en la contraportada del diario nacional de más prestigio. Decían que su padre, el abogado Juan Rodríguez Lozano, le había encaminado desde niño para el oficio de la política.

Ahora está a punto de culminar la carrera. Se «jubilará» como presidente del Gobierno de España en pocos meses, con elecciones anticipadas o no. Tiene los días contados. Ocho años, o casi, al frente de un país que pasó de la euforia de su triunfo, con la salida inmediata de las tropas de Irak, a la depresión más inesperada.

Con cuatro millones de personas en paro. Con los bancos rescatados a cuenta del erario público, de la ciudadanía cada vez más empobrecida, y la juventud en la calle pidiendo un cambio de rumbo en la política, en la economía y sobre todo en la moral de lo público.

Es lógico que a Zapatero se le juzgue en las ventanas mediáticas por los últimos instantes de su mandato; eternos para muchos. Es incomprensible que quienes se auparon con él al poder, como a los cordales de Picos de Europa, ahora le aborrezcan.

Rajoy no está solo a la hora de echar la culpa a Zapatero de los males de España. A ZP le retiraron de escena en su partido antes de las elecciones municipales para evitar la debacle. Y el mapa de España se tiñó de azul, con excepción de Andalucía y País Vasco. Porque no celebraban autonómicas. Otra cosa es el balance que puede hacer León antes y después del presidente Zapatero.

León también se subió a su tren, con el sueño de coger a tiempo el AVE, esa inversión millonaria que acabará por arruinarnos del todo y dejando a su paso un rastro de desolación en los pueblos y ciudades sin parada. Entre Albacete y Toledo ya suspendieron su ruta porque costaba 18.000 euros diarios.

León se arrimó a la ascua de las nuevas tecnologías, una de las señas de la primera etapa de ZP. Ahí está el Inteco, próspero, envidiado y disputado, hackeado, como la Casablanca, en el centro de La Lastra, uno de los símbolos de la burbuja inmobiliaria.

Lo que no hicieron ni Morano ni Aznar ni Cascos, eliminar el paso a nivel del Crucero, lo hizo Zapatero. Y casi le niegan el saludo en el barrio más mestizo de León. Ni siquiera aquí ganó el PSOE en las elecciones municipales.

Nunca se hicieron tantas obras en León y nunca habían sido contestadas con tanto desaire.

Los amores por Zapatero se esfumaron como el vapor de la Mikado atravesando por última vez la barrera ferroviaria.

Ni en sueños tendrá León otra oportunidad como la era ZP. A punto ha estado, y a tiempo está, de convertirse en el centro logístico del Noroeste peninsular, a pesar de la Junta y de sus afanes por bajar a Valladolid artificiamente la posición natural de León.

Sin un leonés en La Moncloa Ponferrada no tendría Ciuden y viviría horas aún más tristes en su horizonte, de capital del dólar a epicentro del fin de la era del carbón (nacional). Al final de esta era habrá que hacer recuento de lo que León ganó y perdió con ZP. Los sueños cumplidos también se rompen. Un día cualquiera.