cambio de tendencia
El bache económico dispara la emigración, un millón y medio de españoles ya viven fuera, y frena la inmigración en los últimos tres años
Tres años largos de crisis económica han cambiado la demografía española. Las estadísticas oficiales, siempre lentas a la hora de reflejar los cambios de tendencias, empiezan ya a apuntar con claridad una doble revolución en la radiografía de la población.
Por un lado, el frenazo de la inmigración extracomunitaria, especialmente la latinoamericana, que en buena medida ha retornado a sus países o está a punto de hacerlo. Y por el otro, y sobre todo, el repunte imparable del número de españoles, de origen o de nacionalidad adquirida, que se van; los primeros emigran, los segundos vuelven a la tierra de sus padres. En ambos casos lo hacen espoleados por la falta de trabajo y de expectativas de conseguirlo.
Un dato explica muchas cosas, si en España la tasa de paro supera el 21%, entre los inmigrantes es de 32%, uno de cada tres no tiene trabajo, un estímulo para irse. El fenómeno de la emigración no es nuevo en España, la novedad es que ha vuelto. Desde que en el 2008 comenzara el socavón económico 218.521 españoles se han ido a vivir fuera, según el censo de residentes en el exterior elaborado para los comicios del 22 de mayo y que es la estadística más actualizada sobre el éxodo dado que estas cifras no incluyen a los menores, es decir sin edad legal para trabajar. Los españoles mayores de edad en el extranjero son ya 1.457.414 frente a los 967.504 que vivían fuera cuando empezó el siglo. El 97% de ese casi millón y medio de emigrantes reside en Europa o América.
Es cierto, recuerdan desde el Gobierno, que también en los años de vacas gordas la emigración crecía, aunque también es verdad que no de la manera que lo hace ahora. Entre el 2000 y el 2008 cada año, de media, hacían las maletas unas 33.000 personas. En el último trienio la media ha subido hasta los 73.000 españoles que han abandonado el país, más de doble que antes de la crisis. El censo electoral de de residentes en el extranjero es la última llamada de atención, pero no la única en los últimos meses.
Según el Padrón de Españoles Residentes en el Extranjero (Pere) la expatriación es aún más acentuada. Los datos del Instituto Nacional de Estadísticas, que incluyen a niños y adolescentes, revelan que solo entre enero del 2010 y enero de este año la colonia de emigrantes españoles aumentó en un 8,2%. En ese período, 128.655 españoles se fueron. Es una cifra récord que la crisis económica, a priori, explicaría en buena medida, pero las cosas son más complejas.
Tras esos dígitos quizás no se oculten solo los nacidos en España que intentan buscarse la vida fuera. Los responsables del Ministerio de Trabajo recuerdan que los cinco primeros países de destino de ese éxodo no son en principio zonas en las que la economía sea boyante ni donde las ofertas de trabajo, aunque haya excepciones, sean especialmente atractivas: 23.864 españoles se ha instalado en Argentina; 22.795 en Cuba; 10.071 en Brasil; 9.586 en México; y 6.767 en Chile. En cambio, no parecen atractivos para la emigración países cuyo mercado laboral debería ser mucho más atrayente. Así a la pujante Alemania solo se han marchado 2.553; a Estados Unidos, 6.765; a Francia, 6.632; o a Australia, 1.056.
Los analistas coinciden en que buena parte, si no la mayoría, de esos emigrantes son en realidad inmigrantes que habían obtenido la nacionalidad española por residencia de larga duración y que ahora se marchan de nuevo a sus países por la mala situación económica; o hijos de españoles que siempre habían vivido en el extranjero y que habían trabajado durante los años de oro en España, pero en los últimos años han regresado a sus países natales ante el cambio de ciclo económico.
La otra cara de la moneda, la inmigración, tampoco admite un análisis de brocha gorda. La crisis, a pesar de la extendida creencia, no ha provocado que descienda la población extranjera. En términos generales, tantos los comunitarios como los extracomunitarios crecen, pero a un ritmo mucho más lento. Eso sí, hay muchísimas excepciones
A 31 de marzo de este año, mes al que corresponden las últimas cifras oficiales, había en España 5.056.256 extranjeros legales. O lo que es lo mismo, 560.907 foráneos más que en marzo del 2009, cuando la crisis económica ya mordía a todos los sectores productivos. Los inmigrantes económicos en sentido estricto, los de países ajenos a la Unión Europea, en esos dos años de recesión también han aumentado, pero en menos proporción que los europeos ricos . Los extracomunitarios han pasado de los 2,4 millones a los 2,6.
El crecimiento se explica sobre todo por la reunificación familiar ya que apenas se conceden permisos de trabajo para nuevos inmigrantes sin arraigo. En el último año, la cifra casi se ha estancado con un crecimiento anual de unas 40.000 personas, muy lejos de los guarismos de mediados de la década pasada cuando en algún años se regularizaron a cerca de 750.000 sin papeles .
Pero esas cifras tan modestas esconden otros datos. El motor del crecimiento de la inmigración no europea en estos años de crisis en España ya no son los latinoamericanos, sino los africanos, que por primera vez superan el millón de residentes legales. Las nacionalidades que durante años fueron sinónimo de inmigración son ahora las que pierden población. A saber, la colonia ecuatoriana, que hace dos años superaba los 438.000 miembros, se ha visto reducida a poco más de 380.000 en 24 meses. Solo en el último año ha caído un 7,6%. Y no son los únicos. Los colombianos se han reducido en un 4,5% en un año, los argentinos en un 3,8%, los peruanos en un 2,8% o los cubanos en un 0,7%. Solo los países americanos más pobres como Paraguay, Bolivia, Nicaragua u Honduras mantienen un flujo de emigración creciente hacia España.
Marruecos, con una colonia de más 777.000 personas, es uno de los países que más inmigrantes aporta a España, más de 32.000 al año.
Capítulo aparte, por su particularidad, son los rumanos, que son ya la colonia extranjera más numerosa en España con 861.584 miembros.