paquita martín caballero
la juguetera prodigiosa
«esto es el paraíso», llegó a decir un coleccionista que entraba por vez primera a esta tienda de humilde apariencia y fantástico contenido. paquita, a sus 80 años, sigue atendiendo al cliente, con consejos
Entrar en Exclusivas Cervantes es acceder a una especie de mundo mágico donde todo aquello que una vez nos fascinó y nos maravilló, todo aquello con lo que hace tiempo suspiramos o que nos entretuvo durante tardes enteras, puede recobrar vida y sorprendernos de nuevo. En lo más alto de un estante, detrás de cajas y envoltorios, o espiando al lado de un paquete de cromos, puede agazaparse el milagro: ese coche, esa muñeca, ese modelo de tren que fue nuestro cómplice inseparable en fantásticas aventuras a través de habitaciones y pasillos, nos devuelve -”al cabo de tanto, tanto tiempo-” la mirada.
«Yo he visto a adultos llorar como niños, aquí sentados, y hablar por teléfono y repetir una y otra vez: -˜Tienes que venir a ver esto...-™», cuenta Paquita Martín Caballero, la veterana juguetera de la calle Cervantes, la custodia de este mundo que encandila a los chavales... y también, o más, a sus padres y a coleccionistas de toda España y aun del extranjero. Paquita nació en Boal (Asturias) hace 80 años; sus padres eran maestros y poco después marcharon a vivir a la comarca santanderina de Noja. Pero el matrimonio la llevó hasta la capital leonesa, donde vive desde hace 56 años ya. «En un principio teníamos cosa de calzados, pero luego fue derivando a juguetería, porque nos fijamos que aquí había carencia de ese tipo de tiendas, sólo estaba Casa Benéitez, Rojo Cortés y, posteriormente, Lubén», recuerda Paquita Martín, quien resume así la evolución de la tienda: «Y pasamos del juguete corriente al juguete fino».
La tienda es un completo abarrotamiento de fantasías a escala: en torno al cliente desfilan marciales ejércitos de plomo, se alinean coches, camiones, motos y toda suerte de vehículos con sus pulidas carrocerías de plástico, lata o metal; también se apilan cajas donde se guardan, despiezados, grandes barcos de época esperando a un comprador paciente y mañoso. Y muñecas de toda la vida, cromos de palmar y de intercambiar, puzzles, rompecabezas, scalextric (materia en la que los de la calle Cervantes son grandes expertos), ¡el ibertren famoso!, playmóbils (vamos, los -˜clicks-™ de toda la vida), -˜tentes-™, -˜legos-™, -˜gijoes-™, dinosaurios, zoos y granjas plagados de animales articulados, juegos educativos de madera, aviones, casas de muñecas...
«Cuando entra un padre a comprar un juguete yo siempre le pregunto la edad y a quién va dirigido; a veces no nos hacen caso porque el padre va pensando en él mismo, o en cumplir, y no en el niño en sí», relata Paquita con su voz experta de educadora que es, por oficio y por estudios, pues no en vano tiene el título de maestra. «Eso sí, lo que aquí no entran son consolas y aparatos digitales, ahí juega uno pero, ¿y los demás? El juguete tiene que invitar a participar», sostiene. «Hay gente que dice que ésto es un paraíso, la verdad es que ya no hay tiendas como ésta, la gente viene de Madrid, Barcelona, Valencia, Galicia, del Sur... es único porque aún tenemos cosas que no se encuentran en otros sitios y por eso son auténticos tesoros, pero nadie es profeta en su tierra: somos mucho más conocidos fuera de León que aquí».
Paquita recalca la gran cantidad de coleccionistas que acuden a la tienda, y cómo casi siempre piden «lo de antes» o el «made in Spain». «La mayor parte de las veces eso ya no es posible ni parece que vaya a volver más, porque se intentan fabrican las mismas -˜barriguitas-™ o los -˜airgamboys-™ en China pero no son lo mismo ni mucho menos», comenta esta veterana profesional que sube pacientemente la escalera que sube al piso de arriba, donde cualquier aficionado al modelismo queda atónito ante la cantidad inmensa no sólo de trenes y circuitos, sino también de casitas, céspedes, carreteras, viandantes, farolas, semáforos... materia prima para mundos a medida.
Los hijos de Paquita Martín Caballero continuarán, mientras se pueda, con este negocio de sueños e ilusiones para niños y para grandes, con el fin de seguir haciendo realidad aquello de «si no lo hay en Cervantes, no lo hay en ningún sitio».