Diario de León
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No es seguro que Esam Sharif, primer ministro egipcio, aunque respaldado por el Consejo Militar Supremo (la jefatura del Estado de facto) pueda superar la oleada de protestas que le tienen por responsable de la pretendida lentitud de las reformas y de una gestión poco menos que contrarrevolucionaria. El viernes, tras una preparación minuciosa los días anteriores, hubo grandes manifestaciones, principalmente la de la plaza cairota de Tahrir, el escenario litúrgico de la revuelta popular y se pidió su dimisión. Este fenómeno es solo la parte visible de otro más sugestivo: los manifestantes son -”eran-” virtualmente desconocidos del gran público, se presentan bajo siglas muy recientes, relacionables con las fechas clave de la sublevación, no tienen un perfil político o ideológico preciso, aunque hay una llamada Agrupación del Partido Socialista Popular y un nuevo sindicato. Son los neomanifestantes de Tahrir y han sabido convertir el fantástico escenario en un actor novedoso, imprevisible, de perfiles imprecisos que remiten más bien a un estado de ánimo. El actor Tahrir .

El jueves hubo una rueda de prensa en la que algo quedó muy claro: los protagonistas son jóvenes. Hay incluso un par de organizaciones que se autopresentan así: Coalición de Jóvenes Revolucionarios y cosas por el estilo. Pero, en un ambiente un poco caótico y que sugiere a veces una cierta instrumentalización del proceso revolucionario. Todo con una infravaloración de lo conseguido, incluido el enjuiciamiento del clan Mubarak, la revisión constitucional masivamente aprobada y la fijación de una fecha para elecciones legislativas. Los jóvenes de Tahrir deben ser cuidadosos. Son muchos y generosos, pero no tantos en un país de 84 millones de habitantes y muy politizado. ¿Qué ocurriría si a los Hermanos Musulmanes se les ocurriera organizar contramanifestaciones masivas, lo que podrían hacer sin gran dificultad? No parece haber peligro de que la revolución sea confiscada, pero sí de que la polarización política, a cargo de aficionados, eche a perder un impresionante e histórico cambio en un país del peso de Egipto.

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