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Publicado por
León

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En aplicación estricta del viejo consejo maquiavélico -«de la necesidad, virtud»-, la Unión Europea hizo en las últimas y dramáticas 48 horas una exhibición de potencialidades económicas y políticas y se obró el milagro de una operación conjunta, mancomunada entre los Gobiernos y el Banco Central europeo que, si funciona, como es de esperar, esboza que la Unión Europea es también, todavía en orden disperso, una potencia política. Es verdad que bajo el denostado (por algunos) directorio franco-alemán, pero estamos aguardando desde hace unos veinte años a que alguien explique qué Europa política habrá si no es así, bajo la batuta germano-francesa.

Hace falta ser un viejo, o un estudioso aplicado de la historia continental en los siglos XIX y XX, para sentir casi sensorialmente la envergadura de lo sucedido el jueves en Bruselas: se acudió masiva e inteligentemente en ayuda económica del país más viejo del continente, Grecia, la que con Roma funda, sin saberlo, la UE y nos da el nombre a todos: Europa. El eco que surge del magno rescate hace pensar que lo ocurrido excede con mucho de una operación económica y técnica. Al contrario, solo una decisión política con densidad histórica explica el arreglo alcanzado por el trío Merkel-Sarkozy-Trichet. El último se unió finalmente al diseño tras una dura oposición al principio, y todo indica que lo hizo tras sopesar lo que estaba en juego y rebajar el peso de su argumentación, de naturaleza técnica y económica, basada en una hostilidad de principio a la intervención de la banca privada en el asunto. El razonamiento de Trichet es -era- sensato, pero se quedaba muy lejos del latido político que la crisis desprendía. Es verdad que el comunicado prescribe que la receta no podrá ser invocada por terceros que no hayan hecho sus deberes, pero no lo es menos que sirve también para Portugal e Irlanda y, eventualmente, Chipre. La Comisión en Bruselas, por lo demás, está ultimando la legislación de obligado cumplimiento para la Banca y ha recuperado tanto aliento que los habitualmente denostados tecnócratas europeos parecen unos inspirados funcionarios políticamente motivados. Esto es, en fin, mucho más que un rescate