cuestión de 'pasta'
Nadie quiere estas monedas
Mil millones de monedas de dólar abarrotan las arcas de EE.UU. después de que el gobierno sacase una ley para poner en circulación más unidades conmemorativas con una función educativa
Más de 1.000 millones de monedas de un dólar acumulan polvo y abarrotan las arcas del Gobierno de Estados Unidos sin que nadie las quiera, pese a la actual cruzada contra el despilfarro público.
Las indeseadas piezas doradas de manganeso son fruto de una ley del 2005 que ordenó que se acuñasen monedas de un dólar con el rostro de los presidentes del país. El objetivo del Congreso de EE.UU. al aprobar la ley, que prevé también la emisión de monedas conmemorativas de la indígena Sacagawea, era tener más monedas de un dólar en circulación y cumplir una función educativa.
El programa esperaba también reducir los gastos vinculados al mayor deterioro de los billetes de un dólar y obtener ganancias al vender al público por un dólar monedas que cuya producción cuesta 30 centavos.
Según un estudio publicado este año por la unidad de investigación del Congreso, el Gobierno obtendría un beneficio neto de 5.500 millones de dólares en 30 años al reemplazar el billete de dólar con la moneda del mismo valor.
Pero una investigación reciente de la Radio Pública Nacional (NPR) reveló la otra cara de la moneda: montañas de bolsas de plástico en cámaras de seguridad de la Reserva Federal (Fed) con dinero que nadie quiere.
La Fed explicó en un informe enviado al Congreso el año pasado que los bancos le envían cada vez más monedas de vuelta, y que no tiene razones para pensar que la demanda vaya a mejorar.
Una encuesta de la firma Harris del 2008 mostró que tres cuartas partes de los estadounidenses prefieren el billete de un dólar, conocido popularmente como «greenback».
Alan Stahl, conservador de la colección numismática de la Universidad de Princeton, declaróque mientras EE.UU. siga imprimiendo billetes de un dólar será «extremadamente difícil» que los ciudadanos se inclinen por las monedas. «Es un asunto político que sale a relucir de forma periódica pero el Congreso está empeñado en seguir imprimiendo los billetes, aunque sea un derroche», dijo Stahl. El experto insistió en que «todos los grandes países del mundo usan una moneda para valores equivalentes a los de un dólar», y puso como ejemplo el caso del euro y la libra esterlina.
Andrew Gause, un historiador de divisas y autor de libros como The Secret World of Money (El secreto mundo del dinero), defiende también la moneda de un dólar, aunque reconoce que el actual programa va camino del desastre.
Posible solución
«El coste de producir las monedas acumuladas por la Fed ronda los 300 millones de dólares y si tuviesen que fundirlas probablemente necesitarían unos 100 millones de dólares», explicó a Gause, quien también piensa que la solución es dejar de imprimir billetes.
«Si fuera por mí tendríamos monedas de un dólar, de cinco, de diez», afirmó, para añadir que los billetes «son más fáciles de falsificar y se gastan antes», con una duración media de 18 meses frente a los 15 años o más de las monedas.
La Fábrica de la Moneda, con sede en Washington, acuñó la primera tanda de monedas presidenciales de un dólar en el 2007 con los rostros de George Washington (1789-1797), John Adams (1797-1801), Thomas Jefferson (1801-1809) y James Madison (1809-1817), los cuatro primeros mandatarios del país. Desde entonces, se acuñan monedas de cuatro inquilinos de la Casa Blanca al año.
Este año será el turno de Andrew Johnson (1865-1869), Ulysses Grant (1869-1877), Rutherford Hayes (1877-1881) y James Garfield (1881), y así hasta el 2016 cuando saldrán las últimas monedas con los rostros de Richard Nixon (1969-1974) y Gerald Ford (1974-1977).
Según los datos de la radio pública estadounidense NPR, un 60 % de los 2.400 millones de monedas de dólar acuñadas desde el 2007 están en circulación, pero el 40 % restante están apiladas en cámaras de seguridad, y la Reserva Federal -"banco central-" de hecho se está quedando sin espacio para guardarlas.
Sea como fuere, los expertos coinciden en que tanto el protagonismo de los billetes como el de las monedas está en declive ante el imparable auge de las transacciones electrónicas.