CANTO RODADO
La ciudad borrada
La goma de borrar de Emilio Gutiérrez da para poco más que tiestos y bolardos. Las listas del paro y las privatizaciones quedan como estaban
El aplicado alcalde Gutiérrez ha sustituido sus vacaciones por la goma de borrar. Sobre Fernández Ladreda ya sólo queda la huella negra sobre el negro asfalto de lo que fue un carril bus y bolardos derribados como piezas de ajedrez y el semáforo esfumado como por arte de magia. Así se invierten los dineros públicos. En gastos supérfluos a capricho de gobernantes. El verano, sin vacaciones, es cansado y aburrido. Y el alcalde se ha puesto jugar al escondite con los macetones rojos que nos hacían creer que éramos Alicia en el país de las maravillas después de tomarnos el brebaje de mermar personas.
Las macetas son espantosas. A mí, personalmente, me gustan más los árboles enraizados en la tierra y no sobre el adoquín. Pero no hay goma de borrar que sirva para eliminar una peatonalización que nos dejó sin zonas verdes en el centro de la ciudad y que no tuvo piedad ni con las acacias.
Hay muchas cosas que la ciudadanía, con un poco más de garbo y conciencia, borraría de las decisiones que toma la clase política después de apropiarse del cheque en blanco tras el triunfo electoral. Sin ir más lejos, y para no remontarnos al pasado de todos los gobernantes del PP que han llevado las riendas de León, la subida de sueldo de la presidenta de la Diputación. La señora Carrasco, que no tiene quien la iguale a la hora de hacer números, sabe muy bien que el incremento de su salario por servir a la provincia es el equivalente a la pensión mínima de una viuda leonesa.
A mucha gente le daría gusto borrar de un plumazo el conjunto escultórico de Santa Marina. Un encargo de casi dos millones de euros que dejó en herencia el PP y que inauguraron, diez años después, la exconcejala de Cultura, Evelia Fernández, con el autor, Eduardo Arroyo, casi en la clandestinidad. Había mosqueo popular y el exalcalde, Francisco Fernández, no quiso arrimarse ni al Eolo, ni al Unicornio y menos aún a la mosca gigante que se adosa a la pared excarcelaria como a un panal de miel.
Antes que el conjunto escultóric o de Arroyo, el único en un espacio público abierto, yo borraría otras esculturas del mapa de la ciudad. Bien miradas, las moscas son muy rentables. A la prensa le han dado más que hablar. Al barrio fama. A nadie le dejan indiferente y en cuanto se empiece a correr la voz por el mundo global vendrán a ver las moscas desde sitios remotos. La obra de Arroyo está en el Pompidou y en el Reina Sofía--- Pero los tiestos... Que se olviden. Están perdidos. Sin marca de cantero ni firma de autor. Tarde o temprano serán reemplazados (las R están de moda) por cualquier otra horterada del mobiliar io urbano del gusto del PP. Tiempo al tiempo.
Se equivocara o no Cecilio Vallejo, el imprentor de las moscas, es más coherente la actitud de sus sucesores (incluído Alfonso Ordóñez, exconcejal del PP) que la prisa de Emilio Gutiérrez por borrar de la ciudad huellas de su antecesor. ¿Borrará también el alcalde, con su eficaz goma, la privatización del agua? ¿Es tan fácil borrar de las listas del paro a las miles de personas que lo sufren y a las que tienen que acudir a los recursos sociales en busca de ayuda? De momento, tampoco ha borrado la metedura de pata del IBI. Eso sí son cosas importantes. Lo demás son anécdotas. Juegos malabares para entretener el verano. O el veraneo frustrado por un triunfo electoral. Alcalde, descansar es saludable, palabra. Y necesario.
No se preocupe tanto por borrar a Francisco Fernández del mapa político de León. Se bastan y se sobran en el partido. Astorga, de nuevo, es el epicentro del sunami. Esta vez sin la ambigüedad del pacto de la Mantecada que revalidó el poder de Zapatero en León. El ala crítica, con Miguel Martínez en el centro de la foto, ha dado un paso al frente para alistarse a la era Rubalcaba.