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la ventaja de ser gente

el agosto de león practica la resiliencia frente al acoso de los mercados que no cesan en espantarnos como lobos

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León

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Sapo, culebra y lagarto. Tres enemigos mortales. Estaban juntos y muy quietos, agazapados debajo de una piedrona que cortaba La Portilla de Correcillas a Aviados. «No te preocupes que no se hacen nada», dijo el más sabio del lugar a Tonio mientras apartaban la piedra con unos hierros para abrir el paso. Sapo, culebra y lagarto juntos es la receta de agosto. Se cocina en el estratosfera de los mercados. Esos hilos invisibles e intangibles que manejan la economía y convierten nuestras vidas en mercancía.

Está claro que tampoco se toman vacaciones. Están agazapados a la sombra del paraguas político y mediático que también han convertido en mercancía para propagar el miedo.

Han apostado por hacer el agosto a costa del miedo. Juegan con la deuda pública, pero no como niños en la playa haciendo castillos de arena, sino como tahúres, lo son a gran escala, con las cartas marcadas. son el gobierno de hecho. Los demás, de Obama a Zapatero, de Rajoy a Cameron y Sarkozy e incluso a la crecida Merkel, son títeres; muñecos cómplices del atracón financiero. Sapos, culebras y lagartos.

Desalojados los restos del 15-M de la puerta de Sol, la resistencia pasa a ser resiliencia, la capacidad de las personas para proyectarse en el futuro pese a acontecimientos desestabilizadores, condiciones de vida difíciles e incluso traumas graves.

El agosto de León, preñado de fiestas, ferias y festivales, semanas culturales y homenajes es una forma de resiliencia. De Val de San Lorenzo, en plena feria de artesanía, a Murias de Paredes capital rural del cómic. Corre el vino desde Valdevimbre, en plena feria, hasta el otro extremo de la Denominación de Origen Tierra de León, Gordoncillo, donde paralelamente al festival más original del sur de León, el noveno festival internacional de payasos, se desarrolla la feria vitivinícola. «¿No lo oyes? Sí, tú, el que está en el sillón tumbado. Levántate y asómate». Así se presenta el espectáculo callejero que abre el festival el 12 de agosto, de la compañía A ras de suelo&A hard day’s nigth.

Si ayer el hayedo de Busmayor se fusionaba con las voces poéticas bercianas, hoy en Villar del Monte, la ilusión hace encaje de bolillos y realza la belleza de la arquitectura tradicional sabiamente anclada en la naturaleza de este pueblo de La Cabrera Alta. Se presenta la Asociación Cultural Villar del Monte: Vida, Costumbres y Tradiciones. De nuevo el espíritu de la colectividad construye, da un paso adelante, crea nuevos espacios, teje relaciones humanas allí donde habitaban la soledad y el olvido.

«Hay menos soledad en un pueblo como Villar del Monte que en Londres, donde es tan imposible caminar sin encontrar gente como hablar con alguien», afirmó al poco de instalarse en Villar Brian Jeffery, profesor jubilado de literatura de Saint Andrews (Oxford), que restaura con paciencia y mimo la antigua casa rectoral.

Nati Villoldo, la impulsora de la nueva asociación cabreiresa (hay otras que han retomado la energía del espíritu comunal en Pozos, Cunas y más pueblos), también encontró en este pueblo las casas con las que había soñado para instalar una extensión del Museo del Encaje, cuya sede está en Tordesillas. Recientemente, se ha incorporado a la red de museos de la Junta de Castilla y León y Villar del Monte figura en este mapa.

Las ventajas de ser gente, colectividad, tienen una larga tradición rota por un sistema económico que nos hace delegar la energía del grupo en una democracia representativa que cada vez se aleja más de las personas y en empresas codiciosas que ponen precio a nuestras emociones. A los sapos y culebras que se empeñan en espantarnos habría que espanzurrarlos, salvo que creamos en la reencarnación. Y a los lobos financieros que nos acechan con sus brillantes ojos cargados de codicia, mandarles un recado con mastines.