padre isla
Tras las huellas de un ilustre
Asturias y León se disputan las raíces de un personaje sobre el que parece confirmado que su localidad natal fue Vidanes
El pueblo de Vidanes, cuna de nuestro jesuita más universalista, tiene a mucha honra haber escuchado los primeros vagidos de este insigne literato, que junto a sus coetáneos y homólogos, Jovellanos y Feijoo, dejó impresa la huella de su andadura por las letras del siglo XVIII español.
Pero si bien es verdad que este bonito pueblo de la cabecera del Esla, tuvo ese privilegio, también hay que dejar constancia de que la permanencia de la familia Isla en el mismo, ha sido cuestionada, y nunca bien aclarada por cuantos autores han escarbado en la vida del Padre Isla, veamos si no una pequeña muestra:
Pedro Felipe Monlau, en la Biblioteca de Autores Españoles, dice: «...nació a los 24 de abril de 1703 en el lugar de Vidanes, por la rara casualidad de encontrarse allí de paso su madre, yendo a cumplir cierta promesa a un santuario cerca de Valderas...». El jesuita, Luis Fernández Martín, en edición de 1978: «...nació el 24 de marzo de 1703 en Vidanes (León), junto al Esla, un poco más al sur de Cistierna. Los padres de Isla estaban de paso en este pueblo durante una peregrinación a un santuario de la Virgen cercano a Valderas».
Russell P. Sebold, en edición de Espasa Calpe. Colección Clásicos Castellanos (1969), hace un verdadero alarde de desconocimiento geográfico cuando dice: «nació José Francisco de Isla en Vidanes o Villavidanes, cerca de Valderas...»
Por último, la autoridad indiscutible de nuestro ilustre profesor de la Universidad de León, el paramés Francisco Martínez García, en su elaborada Historia de la Literatura Leonesa rebate en profundidad los anteriores asertos y termina diciendo: «...Sea como quiera, lo cierto es (y también lo que nos interesa) que el Padre Isla nació en Vidanes, no de modo casual, sino por estar allí sus padres viviendo».
Sin embargo, y por aquello de que las raíces paternas fueron consideradas más vinculantes para los genealogistas de todos los tiempos, Asturias reivindica la paternidad moral de nuestro Padre Isla, ya que su padre, don José de Isla Pis de la Torre, y sus más rancios abuelos, tenían el solar «de antigua y notaria nobleza» en el pequeño pueblo de Loroñe, adscrito a la parroquia de Coviendes en el ayuntamiento de Colunga. Extremo que fue probado con harta suficiencia en el expediente de hidalguía iniciado en el año 1726, que la Chancillería de Valladolid resolvió favorablemente el 24 de mayo de 1729 a través de la Sala de Hijosdalgo, según consta en el legajo 1077, nº 52.
Pues bien, con estos antecedentes, encontramos a José Francisco de Isla Rojo creciendo en Valderas, villa en la que su padre fue Gobernador al servicio de los Marqueses de Astorga, y a la que consideró siempre su verdadera patria, donde recibió una esmerada educación dirigida por manos tan expertas como las de su madre, doña Ambrosia Rojo, «mujer de despejadísimo y fino entendimiento, cultivado con una exquisita lectura e instrucción en varias materias científicas», según señala J. I. De Salas en su Compendio Histórico de la Vida del Padre Isla (Madrid, 1803).
Aunque sea un verdadero acto de fe, el que nos obligue a encajar en estos tiempos un «currículum» tan abrumador, debemos creer, con los que han estudiado a fondo la vida de este clérigo leonés, que «estudió en Valderas gramática latina y filosofía», y que «apenas cumplía once años cuando logró el grado de bachiller en Derecho Civil, con notables adelantos también en Derecho Canónico Historia y Poesía».
Y para que no le faltase ningún ingrediente en el currículum apuntado, también supo nuestro hombre salpimentar sus quince años con un romance amoroso que sostuvo con una joven cuya identidad siempre ha sido respetada por los numerosos biógrafos de Isla. Este hecho, y la oportuna reflexión sobre la inconveniencia de un noviazgo tan prematuro, llevaron al joven estudiante, durante unos días, al retiro espiritual en una casa de jesuitas, donde a los dieciséis años tomó la firme resolución de ingresar en la Compañía de Jesús, que a la sazón mantenía el noviciado en Villagarcía de Campos (Valladolid).
A partir de entonces, una vez terminados sus estudios superiores, y ordenado sacerdote, el Padre Isla dedica por entero su vida a la enseñanza de la filosofía en múltiples seminarios de la orden Jesuítica, alternando siempre su actividad docente con el sabio manejo de una pluma liberal, satírica e irónica, que trajo en jaque permanente a cuantos de alguna manera se veían retratados directa o indirectamente en los caricaturescos lances de una sociedad decadente.