CANTO RODADO
de cabo vidio a la cabrera
las médulas son patrimonio de la humanidad mientras los canales que condujeron el agua para beneficiar su oro son ignorados por la junta
El viento del nordeste amainó en Cabo Vidio y, excepcionalmente, dejó lucir al sol mientras llovía en el resto de España. El faro abandonado constata, verano tras verano, de la insensatez con que se trata a los bienes del común. El guía y vigía de marneros y barcos se ignora y deja caer bajo la mirada de las gaviotas.
En cambio, hace unos años, cierto político del concejo de Cudillero intentó convencer al pueblo de Oviñana de las ventajas de un campo de golf (y su consiguiente y lucrativa urbanización). O no le escuchó el pueblo o la burbuja inmobiliaria explotó a tiempo de que Cabo Vidio se salvara de la barbarie especulativa. Cosas buenas de la crisis.
Caminando desde Cabo Vidio a Oviñana una vecina me cuenta que en julio vinieron a León a «secarse» para salir de la nube oscura de lluvia y nieblas. Visitaron el Musac y la Catedral. Lo que más les gustó, agárrense, fueron las macetas de la calle Ancha, las que adornan balcones privados con dinero público, y las macetonas rojas, desaparecidas bajo la varita mágica del alcade Gutiérrez, que nos hacían sentir entrañables o rídiculos liliputienses, según el día.
La mirada ajena siempre es sorprendente. Hoy se clausura en Encinedo, en La Cabrera Baja, el Encuentro de Cine Documental, Etnográfico y de Naturaleza en el Medio Rural coincidiendo con la fiesta de las tradiciones cabreiresas. La Cabrera es más conocida por las miradas ajenas que por sí misma. Escritores, filólogos, viajeros, cronistas, fotógrafos y pintores convirtieron a La Cabrera en un mito de la miseria y una meca de la etnografía a lo largo del siglo XX. La retrataron y hablaron con sus gentes cuando la administración ignoraba su paradero excepto para cobrar impuestos.
La realidad en La Cabrera supera a la ficción. Cuando en el invierno de 1909 las avenidas del río Cabrera y sus afluentes arramblaron con los puentes y las gentes quedaron aisladas nadie se acordó de arreglarlos ni de enviar socorro. En la posguerra hasta la guardia mora de Franco tomó casas en pueblos recónditos como Forna para perseguir al maquis que, con Girón a la cabeza, resistió en La Cabrera hasta el fin de la utopía. En los albores del desarrollismo un sesudo estudio propiso anegar La Cabrera Baja y trasladar a la población a pueblos de colonización de Palencia y Valladolid. Afortunadamente, las humildes gentes cabreiresas supieron zafarse del bárbaro trasvase aunque más tarde tuvieron que rendirse a la brutal realidad y salir por pies en busca de trabajo lejos de su tierra. Hasta los túneles del Mont Blanc tienen una deuda pendiente con esta tierra.
La Cabrera no guarda ni esconde tesoros naturales, como diría un eslogan turístico. Están en su vasto territorio, que vierte las aguas a dos cuencas hidrográficas, desde siempre. La imperial Roma supo aprovechar su riqueza hídrica para convertirla en oro. Las Médulas no existirían sin los canales tallados con precisión sobre las rocas cabreiresas para llevar sus aguas y beneficiar el precioso metal por el sistema de ruina montium. La mina a cielo abierto es Patrimonio de la Humanidad; en cambio los canales están olvidadas como si fueran una leyenda más de La Cabrera. El ingeniero Roberto Matías, solicitó hace años su declaración como Bien de Interés Cultural. El expediente duerme el sueño de los justos. Aunque de poco valen los BIC si no se hace nada por ponerlos en valor: ahí está la Corona de Corporales o los monumentos naturales de los lagos de La Baña y Truchillas. Mal que escueza, tanto el libro de Ramón Carnicer, Donde las Hurdes se llaman Cabrera , de cuyo viaje se cumplen 50 años en 2012, como la mano firme de Concha Casado, han hecho más por esta comarca que muchos políticos. Por primera vez, La Cabrera tiene un alcalde diputado provincial. José Manuel Moro, del PP. La cuestión es si la Diputación y la Junta van a estar a la altura de los tiempos para sacar lustre a la riqueza de La Cabrera más allá de las carreteras para dar salida a las pizarras.