Diario de León

canciones y romances

viejo folclore de león

El gran venero del folclore popular leonés nace de la más pura esencia de la vida campesina. Las figuras literarias brotan de los múltiples recursos que brinda la madre Naturaleza

Publicado por
ENRIQUE ALONSO pÉREZ
León

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La aldea presta siempre el amable escenario y soporte físico de unos actores, anónimos en su nombre y apellidos, pero identificados puntualmente en su quehacer de labrantines y pastoras que se mueven bajo las coordenadas impuestas por un entorno, agradable o inhóspito, por unas costumbres, estrictas más bien que liberales, y por unas reglas morales dictadas siempre desde los convencionalismos de una Iglesia dura y dominante.

Alguien, indudablemente más autorizado que este cronista, para estas valoraciones, asegura que «la música popular leonesa es un vastísimo océano de armonías, de arpegios, de inspiraciones melódicas, de matices inacabables, de variaciones infinitas y de cambiantes de arrebatadora expresión y dulzura». La elocuencia de esta cita pone de relieve que el soporte técnico de nuestro cancionero, aunque nacido de la espontánea ingenuidad del pueblo, supera con toda dignidad los análisis de la más exigente musicología.

Hasta bien entrado este siglo, y quizá por un cobarde temor a airear las grandezas pasadas, por contraste con lo que muchos creían de insuperable en las presentes, nadie reivindicó de manera enérgica el conocimiento y publicación de nuestro rico folklore.

Quizá haya sido, el bañezano Manuel Fernández Núñez con su Folk-lore Leonés, editado en 1931, quien animado por las experiencias de finales del siglo XIX y principios del XX —iniciadas por Juan Menéndez Pidal en el pueblo omañés de Curueña (1889)- y profundizadas por su hermano Ramón Menéndez Pidal y su esposa, María Goyri, de 1901 a 1912- se haya atrevido a prologar su libro con párrafos tan sustanciosos como el que sigue: «¿Cómo se explica el inexcusable silencio, la perezosa quietud de estos pueblos leoneses, cuya recia voluntad admiraron los siglos?. Las canciones populares, las leyendas, la tradición, la música, el traje, las modalidades peculiares, el dialecto, cuanto tiende a expresar manifestaciones propias, espontáneas, de la región, sin mixtificaciones sospechosas, hará historia; y como elemento inexcusable de la Historia ha de unirse».

Bien podemos presumir los leoneses, sin menosprecio de reconocimientos oficiales atribuidos a otras latitudes, de ser pioneros en el arranque y consolidación de nuestra lengua romance por antonomasia: la castellana, que durante los dos primeros siglos del pasado milenio se emancipó por razones vincula—as al avance de La Reconquista, no sin antes haberse nutrido de las ubres lingüísticas del llïonés y el bable.

Nuestro entrañable paisano de Astorga, el clérigo Juan Lorenzo Segura, contemporáneo del primer poeta conocido, de lengua castellana, Gonzalo de Berceo, pudo ser muy bien —y nadie ha demostrado lo contrario— el autor anónimo del gran Libro de Alexandre, según sostiene Mariano Domínguez Berrueta en su elaborada edición del libro Del Cancionero Leonés (1941). Este hecho nos llevaría a situar las raíces de la canción popular leonesa al siglo XIII, y no estaría de más señalar nuestra adhesión a la tesis de Berrueta apoyándonos en la última estrofa del manuscrito que se conserva en la Biblioteca Nacional de Madrid, que textualmente dice así: «Se quisierdes saber quien escrevió este ditado,/ Johan Lorenco bon clérigo e ondrado./ Segura de Astorga, de mannas bien temprado;/ el día del iuyzio Dios sea mío pagado./»

De la misma manera creemos ver retratada la tierra diocesana de nuestro clérigo astorgano en estrofas tan sugerentes como las numeradas del 2555 al 2566 —que corresponden a los doce meses del año— con sabrosas muestras que reproducimos:

2560: «Madurava don junio, las miesses e los parados,/ tenié redor de sí, muchos ordios segados,/ de cerezas maduras, los cerezos cargados,/ eran al mayor siesto, los días allegados/».

2566: «Matava los puercos , diciembre por mañana,/ almorçaba los figados, por amatar la gana,/ tenié niebla escura, siempre por la mañana,/ ca es en ese tiempo, ella muy cutiana/».

Romances en la historia

Los tres grandes temas del romancero siempre estuvieron vinculados a la particular manera de entender diversos lances históricos, unos con marcada tendencia carolingia, como puede ser el de Conde Claros en traje de fraile , del que se tienen recogidas nada menos que treinta versiones en diversos pueblos de nuestra provincia por el seminario de Menéndez Pidal de la Universidad Complutense. Otros puramente caballerescos, con el obligado ejemplo del celebrado Gerineldo , del que se conservan 23 versiones leonesas, registradas y catalogadas puntualmente por el citado Seminario.

Y los propiamente históricos, teñidos del sustrato inevitable de La Reconquista y sus prolegómenos, entre los que se encuentran las ocho variantes de la Penitencia del Rey don Rodrigo .

Pero donde el romancero leonés alcanza su clímax, sea quizá en el siempre bien recibido y transmitido tema de «la conquista amorosa». Tema que tiene su más generosa representación en las trece versiones que circulan sobre La Serrana de la Vera , de las que sobresale por su antigüedad, la recogida por Eduardo Martínez Torner el año 1916 en Pobladura de Luna, de labios del practicante titular de aquel pueblo, don Juan Martín Rodríguez, nacido en 1842, y que todavía alcanzamos a oír hace unos años a una de sus nietas, Argelina Suárez Martín, que a sus 83 años recordaba, desde el mismo pueblo, las historias y leyendas de sus abuelos.

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