Sin levantar la voz
La fotografía de Mahmud Abás, presidente de la Autoridad Palestina con sus auriculares para la traducción del discurso de Obama el miércoles en la ONU ha dado la vuelta al mundo: un rostro inexpresivo y un halo de resignación al oír que Washington se opone a que Palestina obtenga la condición de Estado miembro de la organización. Pero la fácil constatación es equivocada: nadie ha visto reirse a carcajadas nunca a Abás, un septuagenario imperturbable vestido como un arcaico agente de seguros y que es todo menos un cascabel. Además sabía de sobra lo que Obama iba a decir.
Las apariencias, es sabido, engañan. Y los observadores más finos —un Akiva Eldar o un Thomas Friedma— saben que Obama dijo lo que dijo porque no podía hacer otra cosa. No es solo el presidente Obama, sino el candidato Obama y acomodó su mensaje a lo que la mayoría social y, abrumadoramente, el Capitolio quiere oír sobre el particular. Su discurso coincidió con los prolegómenos de una campaña electoral brutal que oficiosamente ya ha empezado y que del lado republicano es un disparate inimaginable de adhesión a la causa sionista, un alineamiento acrítico y explícito que en el caso del gobernador de Texas, Nick Perry, ahora en la cresta de la ola, llega a extremos inquietantes que equiparan su discurso a los de la derecha ultranacionalista israelí. Es un likudnik más.
Abás sabe de sobra todo esto y su discurso del viernes descontó el insoslayable factor americano. Por eso, el aburrido y taciturno Abás ha hecho lo que nadie había osado hacer: desafiar a Washington sin una voz más alta que otra. Primero pondrá a la hiperpotencia en la incómoda tesitura de vetar en el Consejo de Seguridad (lo que Washington podrá evitar con diversos trucos legales) y luego verá como los síes en la Asamblea son mucho más numerosos que los noes que encabeza el de los norteamericanos.
El viernes, expositivo, moderado, constructivo y pacífico pidió lo que casi todo el mundo, Obama incluido, cree que se le debe: la creación de un Estado palestino como se creó el iraelí. Israel se equivoca de nuevo, y más en estos días de primavera árabe.