Diario de León

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Explosión de color y de contaminación

En las noches de verano los espectáculos pirotécnicos ilusionan y entretienen a grandes y pequeños, pero pocos saben lo que hay detrás

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elena sánchez laso
León

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Los fuegos artificiales, asociados a las fiestas populares en las noches de verano, manifiestan todo su esplendor y luminosidad en el estallido de colores que producen, pero se ignora la contaminación química que conllevan y los efectos nocivos sobre la salud.

Los espectáculos pirotécnicos generan tres tipos de contaminación: el perclorato, agente oxidante que se utiliza para lanzar el cohete; los metales pesados que van en la bomba explosiva y producen la coloración del estallido; y los aerosoles sólidos, que se originan después de la explosión.

En una entrevista, el investigador y químico del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, José Luis G. Fierro, explica que el «momento de más contaminación» se produce durante la propulsión del cohete cuando entran en combustión todos los elementos incorporados a los fuegos de artificio.

Para Fierro, los percloratos son elementos muy nocivos para la salud del hombre ya que «pueden afectar al tiroides» y, además, se les relaciona con la contaminación de las aguas de las fábricas donde se produce. «Si esas aguas se vierten en algún río —advierte— se produce un daño serio en los microorganismos y fauna del ecosistema».

En cuanto a los metales pesados utilizados para dar color al espectáculo, el profesor ha explicado que «el cobre aporta el color azul al destello, el litio la coloración roja, el antimonio (amarillo) y el aluminio (blanco), sin olvidar el bario, responsable del color verde y que contiene isótopos radiactivos».

Estos metales se dispersan en la atmósfera y cuando caen a la tierra lo hacen convertidos en aerosoles sólidos, partículas muy pequeñas, que si se inhalan de manera continuada pueden producir daño en las vía respiratorias.

En su opinión, ha llegado el momento de promover el uso de «fuegos artificiales más ecológicos» sustituyendo el perclorato por materiales ricos en nitrógeno como la celulosa y la nitrocelulosa, aunque ha lamentado el «alto coste» de estos materiales que dificultan la comercialización del producto.

Fierro alerta del comercio con países asiáticos en los que prima la cantidad a la calidad y no existe regulación de percloratos ni de metales pesados: «este comercio tiene más riesgo que la fabricación de productos propelentes controlados».

Desde la Asociación Española de Fabricantes de Fuegos Artificiales (Afape) aseguran que la calidad del producto chino es «inferior» al español pero es muy difícil competir en el precio.

Durante el año 2010 el comercio español importó desde China 2.811.254 kilos de material pirotécnico por un valor de ocho millones de euros y exportó a países como Francia, Alemania, Canadá, Portugal o Reino Unido el 45 % de la producción —alrededor de 682.042 kilos— por un valor de 8,4 millones de euros.

En España, la única legislación relativa a la pirotecnia es un real decreto del 2010, que regula, entre otros temas, el ruido de los fuegos de artificio (no pueden exceder de 120 decibelios), pero apenas menciona la contaminación química.

Fierro es partidario de situar la contaminación de los fuegos de artificio en un contexto general, ya que la contaminación pirotécnica es «infinitamente» inferior a la producida por el tráfico rodado en una gran ciudad.

«Cien automóviles en una ciudad contaminan más en un día que un fuego de artificio en una noche de fiesta», afirma el investigador y químico.

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