más que pirámides
el país se ha lanzado a rescatar el turismo perdido tras la revuelta social que acabó con el régimen de Hosni Mubarak
La posibilidad de pasear por las calles de El Cairo libres de turistas o de entrar en las famosas pirámides sin tener que hacer fila se ha vuelto algo común en Egipto, donde se han lanzado a rescatar su turismo por todo lo que está en juego.
El sector, uno de los pilares de la economía egipcia, ya atravesó en el pasado dificultades como consecuencia de ataques terroristas y conflictos en países vecinos, pero ahora afronta una nueva crisis. Esta vez, el motivo está en la revuelta que destronó al presidente Hosni Mubarak en febrero pasado.
Y es que la imagen de los disturbios durante las manifestaciones en la plaza cairota de Tahrir ha quitado las ganas de viajar a más de un potencial turista.
Esa ausencia de visitantes se palpa en la capital egipcia, donde ahora es posible visitar a solas la cámara funeraria de la Gran Pirámide o recorrer las estrechas calles del barrio islámico sin tropezarse con grupos organizados de turistas extranjeros, algo impensable hasta hace nueve meses.
En el Museo Egipcio, el panorama se repite: las visitas se han reducido a una quinta parte y sus responsables ya ansían que llegue la temporada alta prevista para el invierno. «El impacto de la revolución se ha notado en el presupuesto», asegura el director del Museo, Mahmud el Halwagi, entre imponentes estatuas del Antiguo Imperio (2.700-2.350 a.C.).
Junto con El Cairo, el valle del Nilo, con sus cruceros y vestigios arqueológicos, ha sido el otro gran destino perjudicado. «Cuando hay disturbios, las personas más adineradas suelen posponer sus planes y el turismo de tipo histórico se ve más afectado que otros como el de playa, donde solo interesa el entretenimiento», señala la secretaria general de la Asociación nacional de Hoteles, Hala al Jatib.
Números
Este año, las pérdidas en el turismo alcanzarán los 3.000 millones de dólares y las visitas e ingresos caerán un 25 por ciento con respecto al 2010, según estimaciones del Ministerio egipcio de Turismo.
El principal asesor del ministro, Hisham Zaazou, confía en que este sector recupere el terreno perdido con iniciativas como la celebración del Día Mundial del Turismo, celebrado recientemente. La cita busca promover el acercamiento universal a través de los viajes en esa localidad bañada por el río Nilo que ejemplifica, además, la diversidad cultural que durante milenios han dejado nubios, árabes y cristianos.
«La cultura egipcia quiere abrir sus brazos al mundo y seguir siendo fuente de inspiración, ya que todavía somos y seremos un país abierto», subraya Zaazou.
Además de mostrar el lado más tolerante de Egipto, el Gobierno ha lanzado campañas internacionales de promoción del turismo, pagado asientos vacíos en los aviones para evitar la cancelación de vuelos y hasta desistido de introducir un visado antes de viajar al país por los efectos negativos que pudiera causar al sector.
Para revertir la situación, también se han proyectado nuevas rutas como la que une El Cairo y Asuán en barco o las enfocadas a la salud, el deporte o la religión. Pero en este último terreno, el religioso, las ideas más tolerantes a veces pueden chocar con otras, como la última propuesta del grupo conservador islámico Hermanos Musulmanes de imponer normas a los extranjeros. Prohibir el bikini en la playa o el consumo de alcohol en los hoteles formaban parte de esa oferta de «paquete turístico».
En un proceso de transición democrática como el actual, la directiva de la Asociación de Hoteles arremete contra la iniciativa de los Hermanos en clave electoral: «Nosotros solo votaremos a aquellos que apoyen el turismo, considerado una forma de diálogo entre culturas y religiones».
«Soy musulmana y sé de sobra que es contrario al islam castigar a las personas no musulmanas que viven de acuerdo a sus propias creencias», justifica Al Jatib, quien insiste en la necesidad de abrir Egipto al resto de culturas desde el respeto.