CANTO RODADO
La tijera mecánica
por la pasarela de la moda desfilan ayuntamientos famélicos y en la sastrería de la política ya no quedan más que tijeras
La autovía a Valladolid avanza desde León. Pero un año después de que las obras se toparan con los restos de la mítica Lancia sigue sin saberse qué va a pasar con lo que quede de los hallazgos. El Ministerio de Fomento y la Junta todavía no se han puesto de acuerdo. Nadie sabe la solución final.
Y no se sabrá hasta después del 20-N. Hoy por hoy vivimos a expensas de esa fecha que, como tantas otras cosas que se oyen estos días (otra escuela de pilotos), huele a pasado que atufa.
El horizonte del 20-N mantiene en el congelador la que se que se nos viene encima. Se quejó esta semana el procurador leonesista Alejandro Valderas de que «la Junta trabaja poco, vende motos y no tiene ni un duro». Es significativo que, con la que está cayendo , no se tomen decisiones, ni medidas.
Ya no la Junta, ni el Gobierno central; la Diputación, sin ir más lejos. La presidenta ha hecho mutis por el foro desde que anunció su candidatura al Senado para defender el papel de las diputaciones. El duelo Carrasco-Rubalcaba es uno de los acontecimientos de la temporada de otoño recién estrenada (parece que las hojas ya se caen en serio).
Por la pasarela de la moda desfilan los famélicos ayuntamientos. Ahí están los ayuntamientos desangrándose y no hay quien tome medidas sensatas, ni quien los asista (el 112 empieza a cobrar a partir del año que viene por los accidentes). En la sastrería de la política ya no quedan más que tijeras. ¡Qué precariedad!
Con todo, al Ayuntamiento de Cacabelos, que es de la cuerda popular, Isabel Carrasco le adelantó un dinerín para que el alcalde, Adolfo Canedo, dejara de jugarse el sueldo a la lotería. Para Valderas (el municipio socialista, no el procurador de UPL), no ha mandado ni interventor que de fe de la ruina heredada. No tienen ni para luz. Pero, ¿quién va a dar fe de algo si los ordenadores no se pueden enganchar a las velas?
Las fusiones de los ayuntamientos han estado dormidas en los cajones de la Junta durante años. Nadie quería, ni quiere, meter la tijera en la lista interminable de cargos políticos y de prebendas. La Diputación tampoco ha hecho gran cosa por poner orden en el caos municipal. Ni un miserable consejo. Y ahora tocan las campanas a rebato porque se pone en cuestión su verdadera utilidad. Eso sí han estado muy ocupados en suprimir juntas vecinales.
Para medidas estamos. Se nos murió esta semana el sastre jubilado de la política, quien fue diputado provincial y concejal por el Ayuntamiento de Valderas, Antonio Cuende. Es inevitable imaginarlo con su sonrisa socarrona pese a la precariedad de los tiempos que corren. Descanse en paz.
Cuende perteneció a aquella época en la que, según Alberto Pérez Ruiz, ex presidente de la Diputación, «daba gusto hacer política porque todo se discutía incluso dentro del partido». Acaba de publicar sus memorias en Reflexiones de un caminante , con afanes polémicos. Aunque sabe que esto es una balsa de aceite y la única que levanta pasiones polemizantes es la duquesa de Alba.
Sin idealizar el pasado, hay que admitir que entonces, cuando Pérez Ruiz presidió la Diputación, la democracia estaba en período de pruebas. Él mismo salió triunfante de una moción de censura que se daba por perdida gracias a la abstención de su propio partido. Pero al final triunfó el posibilismo. O sea, Zapatero.
Así estamos. De entrada, no. Y de salida, sede del escudo antimisiles de la Otan. Dice Jáuregui que criticar la premura del presidente por echarse en brazos de Obama es un anacronismo. Anacrónica, ministro, es la industria de la guerra. Celebremos el Nobel a tres mujeres que trabajan por la paz: Ellen Johnson Sirleaf, presidenta de Liberia; la también liberiana Leymah Gbowee y la yemení Tawakul Karman por su lucha no violenta por la seguridad de las mujeres.