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fortaleza medieval

Desde rueda del almirante

UN PUEBLO QUE DESCANSA DE SUS FATIGAS HISTÓRICAS y posee un patrimonio víctima de la desidia, aislado y olvidado

Publicado por
ENRIQUE ALONSO pÉREZ
León

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Como todas las villas y poblados que deben su origen al carácter defensivo que las obligó a nacer, nuestra histórica y mermada Rueda del Almirante, ha visto crecer, sin embargo a las antiguas aldeas de su jurisdicción y dominio, mientras que ella, agobiada por el escaso espacio laborable y las incómodas cuestas que la distancian de la vega, ha minimizado progresivamente su censo y muestra los cada vez más esparcidos restos de la fortaleza medieval que floreció en el siglo XII.

Rueda del Almirante es un signo más de la desidia leonesa en conservar su patrimonio histórico y cultural. Villas como la de este comentario, que perdieron su sentido de supervivencia al término de los enfrentamientos seculares de moros y cristianos, han sido casi siempre recuperadas por las antiguas Direcciones Provinciales de Patrimonio Artístico o de Turismo. Rueda, por el contrario, ha permanecido olvidada, aislada y hasta expoliada, pues hemos podido ver, en el cercano pueblo de San Miguel de Escalada, un hermoso blasón de los Almirantes de Castilla, luciendo en una casa levantada por los años veinte del pasado siglo.

El paso de la historia

La jurisdicción medieval de Rueda del Almirante abarcaba 39 pueblos y en la época de más esplendor —que coincide con los siglos XIII y XIV— llegó a tener tres parroquias: la de Santiago, la de San Andrés y la que actualmente se conserva, que es la de Santa María. Es de suponer que su población fue en estos tiempos muy superior a la que tuvo a partir del siglo XVI, en que comenzó a decaer. Parece ser que sus edificaciones de entonces se extendían ampliamente por la ladera nordeste, hasta tal punto que el centro de la villa estaría probablemente en un lugar de la ladera que todavía se conoce con el topónimo de «Media-Villa».

En la parte dominante del cerro, donde hoy se concentra el caserío actual, se encontraba emplazada la sólida fortaleza rodeada de murallas, y la entrada principal de hallaba situada en un extremo de la muralla, escoltada por dos hermosas torres, reflejadas en numerosos escritos, entre los que se puede leer el apunte del historiador y crítico, Julio Puyol, que en su libro La Pícara Justina, Juicio Crítico (1912), cuando habla del Almirante de Castilla, don Luis Enrique de Cabrera, y los pueblos adscritos a su jurisdicción, dice textualmente: «Entre ellos Rueda, que aún hoy se llama del Almirante, donde poseía unas torres ya desaparecidas».

Al igual que todos los pueblos que mantuvieron cierto protagonismo en las cabeceras de los señoríos medievales, Rueda disfruta también de ese halo teñido de misterio que alimentan las leyendas y sucedidos. En una antigua plazuela, hoy desdibujada por el arruinado conjunto de sus edificaciones, se administraba justicia según las severas costumbres del Medievo. Pero lo que más ha llamado la atención, a la hora de especular con las tan traídas y llevadas escaramuzas de moros y cristianos, es el descubrimiento de los inevitables pasadizos secretos que prestigiaban toda fortaleza de aquella época. Según el testimonio de algunos vecinos, allá por los años cuarenta del pasado siglo, profundizaron en una excavación próxima a las ruinas del castillo y «llegaron a descubrir un hueco grande cuya terminación no hallaron, y al arrojar piedras en él, iban a perderse a lo lejos dejando tras de sí un extraño y sonoro ruido». Las conjeturas, se encaminaban a pensar que este lóbrego pasadizo se comunicaría con la entrada de la cueva que todavía se observa a la parte del saliente, entre el río y la cuesta, y que la tradición señala como la entrada al túnel que comunicaba con el castillo.

En la iglesia parroquial

Curiosamente, a pesar de ser la más antigua de las tres parroquias que existieron en la Edad Media, sólo se conserva la de Santa María, que pierde su origen más allá del siglo XII, cuando su patronazgo dependía del arcedianato de la Santa Iglesia Catedral de León, según puede demostrarse en escrituras del pleito seguido por los vecinos de Rueda y el Arcediano. Dentro de su sencillo estilo románico, puede ser interesante conocer ciertos detalles de esta iglesia, como las columnas y capiteles —dos en el atrio y otras dos en la capilla mayor— idénticas a las de San Miguel de Escalada, serie que se repite en diversas iglesias y pueblos del entorno.

Gómez Moreno, en su Catálogo Monumental de la Provincia de León (1925), califica y valora esta iglesia, sin embargo, de la manera siguiente: «Ella es un verdadero disparate artístico, tal como no recuerdo otro de aquellos tiempos: un cuadrado de 5,50 metros, con aditamentos rectilíneos en el fondo y a mano derecha; aquel cuya profundidad no pasa de 1,30 metros, y cuya falta de ábside se justifica por ir sobre la muralla, cúbrese con bóveda de cañón apuntado sobre columnas… dentro de lo susodicho, aún se aprecian irregularidades y anomalías incomprensibles». Suponemos que la severidad en el juicio de este eminente arqueólogo se deba a la mezcolanza de estilos y gustos particulares que acumulados en este edificio para poder seguir en activo.