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Lucha contra la discriminación

una nueva generación de jóvenes trata de aprovechar la revolución para agrietar las políticas de discriminación

Varias mujeres egipcias depositan sus votos en una urna durante un referéndum.

Publicado por
León

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La concesión del Nobel de la Paz a la activista yemení Tawakul Kerman —-compartido con las liberianas Ellen Johnson Sirleaf y Leymah Gbowe— ha reabierto del debate en torno a si la lucha de la mujer contra la discriminación en el mundo islámico se verá favorecida por la llamada ‘primavera árabe’. De momento, el dato incuestionable es que una nueva generación de mujeres ha estado en primera línea de las protestas pacíficas, aunque su presencia y relevancia haya variado en función de las circunstancias políticas y sociales de cada país

Sin duda, donde más se ha hecho notar el avance feminista y más expectativas suscita es Túnez, significativamente el país de la zona en el que la legislación sobre los derechos de la mujer está más avanzada. El estatuto personal promulgado tras la independencia en 1956 equipara prácticamente ambos sexos y, pese al aumento de la presión islamista de los últimos años, tiene que notarse que el 60% de los estudiantes de la enseñanza media y superior son mujeres.

Las feministas tunecinas han conseguido el logro revolucionario de que sea aprobada casi por unanimidad una ley electoral de tipo ‘cremallera’ que incluye en las listas, alternándose, el mismo número de hombres y mujeres. Pese a ello, la mayoría de los cabeza de lista en las elecciones de hoy para la Asamblea Constituyente serán hombres lo que provocará que los escaños que ocuparán las mujeres serán menos de un tercio. Otro elemento que puede frenar esas expectativas es la victoria de los islamistas de En Nahda, al que los sondeos vaticinan una mayoría relativa y al que se atribuye la intención de recortar los derechos de las mujeres

Aunque todavía está por decidir la suerte del levantamiento en Siria, la mujer está teniendo una participación muy activa y visible en ambos frentes. En el lado del poder ha estado Rim Haddad, directora de la televisión pública y portavoz del Ministerio de Información, así como Bouthaina Shaaban, asesora del presidente Assad, ambas genuinas representantes de la Siria laica y baazista. En el lado de la revuelta las mujeres han estado muy presentes en los comités de coordinación y apoyo a la revolución. Como figura destacada está Basma Kodmani, portavoz del opositor Consejo Nacional sirio. Además la imagen símbolo de la crueldad del régimen ha sido una mujer, Zaibab Alhusi, una modesta costurera. Según activistas y grupos de derechos humanos fue torturada, decapitada y desmembrada por no entregar a un hermano, miembro activo de la revuelta. También está Rafah Nached, la primera psiquiatra del país, encarcelada y a quien le pueden caer siete años por impartir unos cursillos gratuitos de fin de semana para ayudar a los sirios a luchar contra el miedo a la violencia de Ejército y las fuerzas de seguridad sirias.

En Egipto, la mezcla de ambos sexos en la plaza Tahrir fue uno de los fenómenos más llamativos de la caída de Mubarak. Sin embargo, además de la incertidumbre que comienza a rodear el rumbo de la transición marcado por los militares, las mujeres brillan por su ausencia en los comités surgidos tras la ebullición revolucionaria. La presión islamista es sin duda mucho mayor que en Túnez y cualquier atisbo de progreso va a encontrar una reacción furibunda.

Sistema patriarcal

En Libia y Yemen, al igual que en Egipto, el peso del sistema patriarcal islamista es mucho más sólido que en Túnez o Siria, como se ha visto en la concesión del Nobel a la activista yemení Tawakul Kerman. Se ha convertido en la primera mujer árabe que alcanza el galardón del Comité sueco y es el rostro más visible de la revuelta popular contra el presidente Saleh. Pese a su firme reivindicación de la lucha pacífica ha sido criticada por su defensa de la Sharia.

Sin embargo hay que tener en cuenta que una de las acusaciones más recurrente de los regímenes islamistas contra las mujeres o contra cualquier elemento que suponga democratización o cambio es la acusación de pro-occidentales y anti-musulmanes. De ahí que muchas mujeres y disidentes marquen distancias con Occidente y sean muy cuidadosos con la religión.