revolución verde
La localidad austríaca de Güssing ha pasado en menos de veinte años de ser un lugar olvidado, cuyos habitantes tenían que elegir entre la emigración o el desempleo, a un icono exitoso de la «revolución verde» en Europa. Güssing, un pueblo de 4.000 habitantes, es el único municipio en la Unión Europea (UE) que ha reducido desde 1995 sus emisiones de efecto invernadero en más del 95 por ciento, lo que además ha ayudado para atraer inversiones, pleno empleo, trabajos de alta cualificación y a unos 30.000 turistas ecológicos cada año.
Es, además, el único municipio de Europa que, desde el 2005, crea más energía renovable de la que necesita y cuya venta excedente supone alrededor de cuatro millones de euros anuales en ingresos para las arcas municipales. La transformación es aún más llamativa si se tiene en cuenta que Güssing era en 1992 uno de los municipios más pobres de la región más atrasada de Austria, Burgenland. Y con un saldo demográfico devastador, el pueblo se estaba vaciando porque los jóvenes emigraban para encontrar trabajo en ciudades como Viena o Graz.
La transformación empezó con una crisis. El alcalde conservador Peter Vadasz descubrió que no tenía los seis millones de euros que costaba cada año las facturas de los combustibles derivados del petróleo y de gas. El regidor ordenó entonces que todos los edificios públicos dejarán de usar combustibles fósiles. El resultado: Güssing ha desarrollado toda una industria de renovables que han creado más de 1.000 puestos de trabajo y que generan energía a partir del sol, maíz, estiércol, serrín y desechos agrícolas.
Todo comenzó cuando Vadasz buscó el asesoramiento del ingeniero Rheinhard Koch, un vecino de Güssing que trabajaba en Viena y tenía un gran interés en las energías renovables, para estudiar cómo podrían gastar menos dinero en energía. Vadasz y Koch también tuvieron suerte, contaron con financiación de los fondos estructurales de la UE y lograron que la Universidad Técnica de Viena desarrollara en 1998 una tecnología innovadora en Güssing, que dio lugar a una transformadora que convierte la biomasa en gas de calefacción o en biocombustible. Al controlar el Ayuntamiento los precios de la energía, ha podido no sólo ofrecer energía un 30 % más barata a los vecinos, sino ofertar rebajas a las empresas que se instalen aquí, lo que ha creado también empleos adicionales.